Al final, ni con todo el dinero, la posición social, contactos e influencia, no podía obligarla a quedarse a menos que se olvidara de eso, del amor, solo en las películas y series es posible que una mujer se enamore de un secuestrador, del que la golpea o la hace sentir miserable, en la vida real solo finge aprecio esperando el mejor momento para escapar. Era obvio que él no quería que ella se fuera, pero comprendía su posición, de hecho, era la misma que la de él y la mejor forma que se le ocurría para darle confianza era dejarla decidir.

—¿Porque siempre tengo que sabotear todo lo bueno que me pasa? —Se preguntó en voz alta la joven.

Lo que ambos tenían en este momento se trataba de los miedos que cualquier amante puede sentir al inicio de una relación, con el agravante de lo fuerte que han sido sus pasados y el terror de volver a esos abismos de donde provenían, mismos de los que a poco salían, disfrutando de las virtudes del mundo exterior.

—Vamos a ver el cielo, ven —Musitó el ho