Pero los hombres lobos, lo hacían por las feromonas que desprendía su mate, por el llamado “olor”. Michael iba a aprovechar que la estúpida vampiresa se había quedado como congelada, mirándolo raro, para arrancarle el corazón, pero de repente el cuerpo de ella comenzó a desprender un olor demasiado
Michael miró a la mujer con los ojos cerrados acostada en la cama de una de las habitaciones de invitados. En realidad, solo una parte de este enorme castillo, estaba habitable, lo demás, estaba medio abandonado. ¿Cómo se le fue a complicar todo tan de repente? Pero tendría que llamar a Lucian, s
- ¿Y qué puede tener una criatura como tú que yo desee? – la enfrentó Michael con ironía y ya se iba a ir, cuando Nagy pronunció un nombre que lo hizo detenerse en el sitio. - Elizabeth Harrington – le dijo la vampiresa y por la rigidez de Michael, parece que había dado en el clavo – te puedo ayuda
Nagy entró al sitio, lleno de todo tipo de criaturas, incluyendo seres humanos. Con luces tenues y hechizantes. Una pista en el medio, donde casi no se veían los cuerpos enredados y muchas cosas ilegales y mágicas consumiéndose, en las mesas de los alrededores. - Quítate esa capucha tan pesada y
- Mmm, dato bien importante, espérame en la habitación del frente, buscaré el libro – le dijo y cerró la puerta en su cara Nagy contó hasta mil y pensó que todo esto era para sobrevivir, para que Michael le diera su sangre, así que empujó la puerta del otro lado del pasillo y entró con cautela. Er
Se escucharon ruidos, rugidos y movimientos violentos en el cuarto, un alarido de Rufo y luego silencio. Cuando Nagy sintió una presencia cerca de ella, hizo por encogerse, pensando que era otra persona para atacarla, pero al escuchar la voz de Michael, casi llora en el acto. - Te dije 30 minutos,
Al final, decidieron huir. Michael seguía preocupado por Nagy y quedarse a armar un escándalo, no les traería nada bueno tampoco. Nagy, algo recuperada por la sangre que había acabado de tomar, se convirtió en niebla y fluyó por la noche oscura. A su lado, un búho la seguía silencioso. Michael c
Nagy sonreía como una gata satisfecha, que le había dado varias probadas al pescado que deseaba y estaba a punto de comérselo. En estos días, no perdía oportunidad para asaltar a Michael en cualquier momento. Lo mejor de todo, era que percibía avances. Con su descaro y la resistencia cada vez me