Olivia caminaba por la cocina, con el cuchillo fuertemente agarrado en su mano temblorosa.
Todavía llevaba el pijama blanco del hospital y sus pies descalzos, porque las pantuflas se le habían caído al saltar, con mucho esfuerzo, la corta valla de su propia casa.
Caminó por la sala en penumbras.
Sabía la ubicación exacta de cada mueble, cada lámpara, cada adorno.
Este había sido su hogar por casi ocho años, el hogar que había compartido en un matrimonio que ella creía verdadero y genuino, pero que era tan falso, como todos los sentimientos que “su querido esposo” le había profesado.
El mismo hombre que estaba ahora en el piso de arriba y probablemente con otra mujer.
Olivia lo sabía, su sexto sentido se lo decía, así mismo como supo el día que su hermana mayor iba a morir.
Lloró y pataleó para evitar que saliera de fiesta con sus amigos, pero como solo era una niña de 11 años, nadie le hizo caso.
A la medianoche les avisaron a sus padres, que su hija adolescente había muerto apuñaleada y violada en un callejón oscuro de la ciudad.
Subió al segundo piso y caminó por el pasillo con poca luz, hasta su cuarto matrimonial que estaba al final.
Ni siquiera se habían tomado el trabajo de cerrar bien la puerta y por la rendija donde se colaban gemidos excitados, pudo ver de primera mano a su marido, acostado en la misma cama donde ellos dormían todos los días, siendo cabalgado por una pelinegra semidesnuda, que gemía de placer, cada vez que sus nalgas bajaban y subían por la dura erección.
Una cuerda llamada cordura se rompió en la mente de Olivia, que no estaba muy equilibrada que digamos.
Mientras este hijo de perra se revolcaba con su amante en su misma casa, ella, a penas, se recuperaba de una salpingectomía, donde le habían quitado una trompa de Falopio y parte de la otra, haciéndole casi imposible concebir como madre en el futuro.
Ella lloraba la pérdida de su bebé no nacido y el cual ni siquiera sabía que existía, hasta el fatídico accidente automovilístico, que la había mantenido ingresada todo este tiempo y el padre de su hijo y esposo, por 8 años, ya estaba buscándose una sustituta a esposa.
Olivia entró como una loca desquiciada al cuarto y empujó con fuerza a la mujer que estaba de espaldas a la puerta.
La pelinegra calló de golpe al suelo y gritó por el susto y repentino impacto.
- ¿¡Pero que mierd4 pasa aquí!?- exclamó Alexander asombrado, porque en un momento estaba disfrutando de un magnífico sexo y al siguiente, tenía a su esposa, que supuestamente se recuperaba en el hospital, frente a él como una demente con un cuchillo en la mano amenazándolo.
- ¿Este es el trato tan importante que tenías en el extranjero, por el que no podías quedarte a cuidarme en el hospital? - le preguntó Olivia en un tono mortalmente frío que helaba la sangre.
- Olivia, déjame explicarte… - comenzó a decirle Alexander, intentando tapar sus partes privadas con la sábana porque el mirar el cuchillo tambaleante en la mano de Olivia, le preocupaba un poco.
- Supongo que lo único que era cierto, era que te ibas con tu asistente- lo interrumpió ella como si estuviese hablando en un monólogo, incluso se hizo la pensativa.
Olivia estaba totalmente fuera de sus cabales, cegada por la ira y el dolor extremo.
- Entonces estas fotos que me llegaron de manera anónima y pensé que solo eran un montaje, son más que verdaderas.
Agregó sacando del bolsillo de su pijama, una foto arrugada y tirándola en la cama, al alcance de Alexander.
El hombre se acercó y se vio a sí mismo en la fotografía besándose, con la misma mujer que se acurrucaba en el suelo, asustada y tratando de pasar por invisible, saliendo de un hotel, que él había creído, discreto y apartado, pero que, al parecer, no lo era tanto.
- ¿Me has estado siguiendo? - le preguntó por impulso, pero luego se arrepintió al ver la locura encenderse en los ojos de su mujer.
En realidad, en el fondo, creía que solo lo estaba asustando.
Que la pacífica y hasta sumisa Olivia, nunca haría nada para herirlo, ella lo amaba demasiado, lo asfixiaba demasiado y solo tenía un ataque de despecho y celos.
Pero por momentos dudaba de su propia valoración del carácter de su mujer, nunca la había visto así, tan decidida, tan dispuesta a hacer lo que fuera necesario, sin medir las consecuencias y eso lo ac0nojaba un poco.
- No te estaba siguiendo, nunca creí que hubiese necesidad de eso, alguien me hizo llegar esas fotos y yo como una tonta iba desesperada a tu empresa a preguntarte, para que tú, como el maldito mentiroso que eres, me dijeras que alguien te quería perjudicar, que solo era un montaje y volviéramos a fingir ser la familia feliz, que yo creí que éramos – le respondió riendo con sarcasmo mientras caminaba hacia el lado de la cama donde estaba el hombre.
Alexander se tensó, nunca pensó que tendría algo de miedo de su delgada esposa, pero el cuchillo de carnicero en su mano temblorosa, no era ninguna broma.
No obstante, a eso, no se iba a quedar quieto mientras ella lo acuchillaba en un ataque de ira por despecho.
Se fue moviendo de su posición, listo para correr como el cobarde que era y salir de esta encerrona.
- ¿Sabes lo que sentí, cuando me dijeron que había perdido al único bebé que probablemente iba a tener en mi vida? – le dijo de repente, deteniéndose muy cerca de la cama y mirándolo con un odio y rencor infinito- ¡Sabes lo que tu m*****a infidelidad me causó!
Le gritó recordando como se había sentido hace una semana cuando esas fotografías de la infidelidad de su esposo habían llegado a sus manos y ella, como una tonta atormentada, había salido en su auto.
Había perdido el control y se había estrellado contra obstáculos en una calle a medio construir y producto de un hierro encajado en su vientre había perdido más de lo que podría recuperar en esta vida.
Cegada por tantas emociones destructivas y de venganza, se subió encima de la cama como una maníaca y comenzó a hacer movimientos locos con el cuchillo para herir a Alexander.
Quería que sufriera en carne propia, todo el dolor que sentía en su cuerpo y en su alma.
Por supuesto, nadie se iba a quedar encerrado en una habitación con una loca moviendo un cuchillo en el aire.
La primera en huir fue la asistente, que, durante todo el intercambio de Olivia con Alexander, se fue arrastrando hasta cerca de la puerta.
Cuando vio que el asunto había llegado al extremo, se levantó desnuda y abrió la puerta para salir corriendo y gritando.
Alexander igual quería huir, pero el cuarto no era tan grande y no había tanto espacio para maniobrar, su esposa se le abalanzaba como una desquiciada camicace encima, con la intensión clara de herirlo o peor, matarlo.
Se giró e intentó agarrar a Olivia por las manos y que soltara el cuchillo, forcejearon un poco, pero Alexander no entendía, de donde Olivia sacaba tanta fuerza para enfrentársele con ese cuerpo delgado y débil de la operación.
Olivia agarraba el cuchillo como si la vida se le fuese en esa acción y al final no le quedó más remedio que empujarla al suelo y huir.
Llamaría a la policía, al manicomio, a donde fuera, para que se llevaran a esa desquiciada.
Olivia cayó con fuerza al suelo alfombrando y gimió de dolor.
Apenas, hace unos días había sido operada y aunque fue una intervención por laparoscopia y mínimo acceso, igual todo su vientre estaba sensible y en recuperación.
Se levantó de suelo como poseída y corrió como pudo detrás de Alexander, gritándole todos los improperios y maldiciones que se sabía.
Alexander ya estaba llegando a las escaleras y se veía casi a salvo de la locura de Olivia, pero en una acción de mirar hacia atrás y un juego de pies equivocados, se encontró perdiendo el equilibrio y rodando estrepitosamente por toda la alta escalera hasta llegar al suelo de la sala, donde quedó inconsciente y con sangre saliendo de su cabeza.
- ¡Oh por Dios! – gritó Noah, la mejor amiga de Olivia, mientras se llevaba la mano a la boca y miraba a Alexander desmayado o muerto, en una rara postura, tirado boca abajo en el suelo, con la cabeza rodeada en un charco de sangre, mientras su amiga bajaba impasible las escaleras con un cuchillo en la mano y la actitud de no importarle para nada, la vida o la muerte de su esposo.
- John revisa que no esté muerto y no toques nada- le dijo de repente a su esposo que la acompañaba, saliendo de su estupefacción y caminando hasta Olivia, que ya estaba en los últimos escalones mirando fijamente el cuerpo de Alexander.
- Olivia, amiga, mírame, sé que estás sufriendo, pero esto que hiciste no es correcto, Olivia, mírame a los ojos- casi le suplicó extendiendo las manos suavemente para intentar agarrar el cuchillo en la mano pálida de Olivia.
Rezaba porque no la atacara de repente, su amiga se veía ida, no parecía ella, estaba sumida en su propio mundo autodestructivo.
- Noah…. - le respondió de repente en un susurro fijando finalmente su vista en ella y dejándose quitar el agresivo cuchillo de la mano- Noah, él me quitó a mi hijo- le dijo quebrándose finalmente y grandes lágrimas comenzaron a caer por sus ojos.
- Lo sé, lo sé, pero vamos a superarlo, Olivia, vamos a superarlos juntos- le respondió abrazándola finalmente y dejando que su amiga se agarrara ella y comenzara a llorar desconsoladamente- ¡Olivia!
Gritó de repente, porque sintió que el cuerpo de la mujer se volvía suave en sus brazos y perdía su agarre. Olivia se había desmayado.
John enseguida se acercó a ayudarla y cargó a Olivia al estilo princesa con la idea de llevársela para el auto.
- El hombre no está muerto - le dijo el hombre de constitución robusta, con seriedad.
- No podemos dejarla aquí John, su esposo es el hijo de un abogado importante y Olivia no tiene ningún respaldo, la van a enterrar en la cárcel, tenemos que llevárnosla- le respondió Noah tomando una decisión en el acto.
Si dejaba a Olivia a su suerte, nunca se lo perdonaría, su amiga se volvería completamente loca, tenían que escapar.
Como siempre, John no preguntó más nada, solo asintió y salieron rápidamente de la casa.
Por suerte era bien entrada la noche y las casas en este barrio residencial estaban separadas para privacidad, pero cuando llegaron, vieron a una mujer desnuda corriendo desesperada por la calle en busca de ayuda.
La policía estaría aquí en cualquier momento, quizás algún vecino ya había llamado.
- ¿Sabes si tienen cámaras de seguridad? - le preguntó John a su esposa que ya se acomodaba en la parte trasera del auto con Olivia en los brazos.
- No, a Alexander no le gustaba estar “vigilado”- le respondió con sarcasmo, parafraseando las palabras del desgraciado marido de Olivia, que era obvio que no quería dejar evidencia que cualquier desliz que pudiese tener en su misma casa.
John no perdió más tiempo y se montó en el puesto del conductor, aceleró el auto y se perdió en la calle oscura.
Olivia, desmayada por el impacto psicológico, no se imaginaba que se alejaba de todo lo que conocía, hacia un nuevo empezar, inesperado e increíble.
Olivia llevaba días en este hermoso sitio. Por mucho que su depresión intentara ahogarla, la belleza de todo lo veían sus ojos la sacaban a la fuerza de su autocompasión. Se sentía como en casa, a pesar de que vivía en uno de los cuartos de la posada, de este rústico pueblo perdido en los bosques
- Yo…yo de verdad lo siento mucho… un Land Rover se atravesó en el camino y no pude esquivarlo a tiempo- se disculpó con la cara totalmente enrojecida y llena de vergüenza mientras le mostraba al posadero la obra maestra que había quedado del accidente. - ¿Un Land Rover gris? - le preguntó de repen
Lugh supo en el momento exacto que su pareja quería huir de él, sabía que su forma de lobo era muy intimidante y agresiva, pero deseaba que supiera que nunca jamás le podría hacer daño, que ellos morirían por ella.“¡Para, la estás asustando!” Le advirtió Lucian, porque ya podía percibir el pulso ac
Olivia se despertó al otro día, sintiéndose un poco rara en todo su cuerpo, incluso con la mente un poco confundida, porque creía que había tenido un sueño demasiado intenso, pero no lograba recordar. No tenía tiempo para quedarse a analizar nada, se vistió porque su lista deberes era larga hoy.
Olivia no se detuvo ni un segundo más a analizar la situación, sentía que, si se demoraba en solo respirar, volvería a revivir la pesadilla de perder la vida de una pequeña, justo frente a sus ojos. Todo aparecía a sus ojos en cámara lenta, pero estaba ocurriendo en a penas segundos. En el momento
- Dime donde está la niña, sé que está cerca, no pudo haberse ido lejos ella sola, dime las debilidades de su padre o terminarás muerta como una perra miserable- la interrogaba el hombre ahorcando el frágil cuello de Olivia con sus ásperas manos, mientras ejercía una fuerza que la estaba dejando sin
El lobo se detuvo a una distancia prudente de ella, pero su mirada, aún fiera, y la sangre que goteaba de los pelos alrededor de su boca, no le daban ninguna tranquilidad a Olivia. Había un recuerdo en su mente que moría por salir, este animal le parecía conocido y tan cercano, pero ella sabía, que
¿Cómo una humana, podía siquiera ponerle una barrera a su control? Lucian recordó que antiguamente, sí había mentes humanas que lograron un método para entrenarse en contra de la manipulación, que pudiesen sufrir de otras especies. Pero eso había sido hace demasiado tiempo y esos secretos se enter