Lugh supo en el momento exacto que su pareja quería huir de él, sabía que su forma de lobo era muy intimidante y agresiva, pero deseaba que supiera que nunca jamás le podría hacer daño, que ellos morirían por ella.
“¡Para, la estás asustando!” Le advirtió Lucian, porque ya podía percibir el pulso acelerado por el miedo de la chica y sus pupilas dilatadas con horror.
No era para menos, se te aparecía de entre las tinieblas un lobo casi de tu tamaño, estando de pie y con ganas de comerte desesperadamente, aunque no de la manera que ella estaba pensando en estos momentos.
Y ciertamente, Olivia estaba completamente aterrada, pero era su culpa por tonta, la naturaleza era muy bonita, pero también salvaje.
Ella era solo una débil flacucha y no veía para nada posible el llegar corriendo a la posada ilesa.
No obstante, a eso, no le quedaba de otra.
Dio media vuelta y comenzó a huir del depredador que la perseguía, dejando la frazada y todo, tirada a un lado.
Como era lógico, muy lejos no pudo llegar.
Sentía como ese enorme lobo, la comenzó a perseguir, como si estuviese jugando con su cena antes de devorarla y antes de llegar a los árboles que le servirían de obstáculo, tropezó con sus propios pies torpes y cayó de cara a la yerba.
“Típico, que me pase algo tan básico a mí” fue el último pensamiento en su mente antes de prepararse psicológicamente para fallecer trágicamente, comida por un animal salvaje en el bosque.
No obstante, a eso, miraría de frente a su asesino antes de morir.
Se giró y enfrentó la gran cabeza del magnífico lobo que se acercaba a ella.
Pero se creyó mucho más valiente de lo que era realmente, no pudo soportar ver los colmillos puntiagudos, que se notaba, podían desgarrarle la garganta en un segundo, sin esfuerzo ninguno.
Olivia cerró los ojos, resignada a su destino de morir por su estupidez, pero el dolor esperado nunca llegó; sin embargo, ¿sentía algo suave mojando su rostro?, ¿su lengua, la estaba lamiendo?
“¡Ah, claro, ya entendía!, la estaba probando a ver si le gustaba su sabor.
Menos mal que se había bañado muy bien antes de acostarse, esperaba que al menos se atragantara con unos de sus huesos”.
“¡Espera, que haces lamiendo hacia esa zona, no has tenido suficiente para determinar que soy un alimento suculento!”, pensaba en miles de tonterías, sin darse cuenta de sus divagaciones tontas nerviosas.
Pero lo mejor de todo era que Lugh, estaba totalmente de acuerdo con ella, era el manjar más delicioso que había probado en la vida.
Comenzó como un juego, le gustaba el desafío de su pareja huyendo de él para luego atraparla.
Cuando la vio cayendo al suelo se preocupó un poco, pero luego, ella tan valiente, lo había enfrentado a pesar de su claro pánico.
Lo que iba a ser una lamida para reconfortarla, se fue saliendo de control y a pesar de la restricción de Lucian en su mente, se encontró bajando por su frágil y blanco cuello, donde latía su pulso frenético, indicando que estaba tan viva y era tan suya.
Lucian sentía que ya no tenía fuerza para poder resistirse, a través de los sentidos agudos de su lobo le llegaban todas las magníficas sensaciones y tentaciones que desprendía el cuerpo de su compañera.
Pero lo que terminó de catapultarlos a la completa excitación animal, fue la vista de sus pequeños y firmes pechos, que se transparentaban por el fino camisón, al mojarse con el rocío de la yerba.
Lugh sacó su enorme lengua y comenzó a lamerlos delicadamente.
- Espera… qué haces…no lamas ahí- escuchó susurrar a Olivia por encima de su enorme cabeza peluda, pero esa súplica solo los encendió más.
¿Cómo se atrevía a negarle lo que les pertenecía? Le iba a demostrar lo bien que se siente, ser tocado por la otra mitad de tu alma.
Olivia comenzó a retorcerse e incluso, se atrevió a colocar las manos sobre la esponjosa cabeza del lobo para intentar apartarlo.
¡Si se la iba a comer que la matara y ya, qué clase de situación tan rara era esta!
“Baja un poco más” gruñó necesitado Lucian, porque el olor excitante que estaba desprendiendo el triángulo entre las piernas de Olivia, lo tenía salivando.
Lugh estuvo totalmente de acuerdo y fue bajando sus lamidas, intentando dejar de alguna manera su marca, para que a ningún hombre se le ocurriera ni siquiera respirar cerca de su mujer.
Olivia se tensó cuando percibió las claras intenciones del animal, esperaba que no fuera lo que ella imaginaba, pero tampoco lo iba a comprobar.
En un momento que Lugh alzó su cabeza para tener mejor acceso, Olivia se apoyó fuertemente con los codos en la tierra, levantó la mitad de su cuerpo y logró impulsarse, saliendo lejos de la prisión del intimidante lobo.
Giró su cuerpo y comenzó a gatear con la clara intención de incorporarse para echar a correr nuevamente.
Pero no se daba cuenta de que su postura de gateo, a cuatro patas, con las nalgas levantadas, era una clara invitación para el apareamiento en los lobos.
Lucian tenía sus pensamientos completamente mezclados con su lobo, los dos deseaban desesperadamente entrar en ese cuerpo, que la Diosa Luna creó para ellos y marcarlo de forma permanente para siempre.
Olivia no sabía que estaba activando la parte más primitiva y animal de su compañero.
Antes de poderse poner de pie fue reprimida, completamente, por el peso de Lugh.
Que comenzó a lamer su cuello y pegar todo su enorme cuerpo íntimamente a ella.
Olivia debería sentirse asfixiada al ser encerrada de esa manera entre la mojada yerba y el suave pelaje del lobo que continuaba pasando su rasposa lengua por todo su cuello, hombros, espalda.
Sin embargo, se sentía extrañamente cómoda y perturbadoramente necesitada.
Abrió los ojos con incredulidad, cuando sintió algo duro y palpitante a través de la fina tela del camisón.
No podía creerlo, este lobo estaba en celo y era obvio que la confundía con una loba hembra.
¡¡¡Sería ultrajada en el bosque por un animal!, ¡Cómeme mejor, m*****a sea!!!
De repente, el gruñido que sentía justo al lado de su oído cambió de tono.
Ya no era tan hechizante y bajo, sino amenazante y frío. Una advertencia en toda regla.
A través del bosque, Olivia vio aparecer a otro lobo marrón más pequeño.
Se asomó por entre los árboles del bosque y los miraba.
Sentía el cuerpo del lobo encima de ella, tensarse y apretarla más, si era posible, como si quisiera fusionarla contra su cuerpo o esconderla completamente para que nadie la viera.
“No te atrevas a acercarte a mi pareja” amenazó Lugh a Damon, el lobo de Morgan, su ayudante.
“Antiguo no quiero faltarle al respeto ni a usted ni a su pareja, no tengo ningún interés en ella, pero por favor reaccione y no se deje llevar por sus instintos, ella es humana” – le advirtió Morgan a través del vínculo mental que compartían como parte de la misma manada – “Señor esto está mal, la mujer está aterrada, no es la manera de hacer las cosas y usted lo sabe”
“¿Cómo te atreves a pasar por encima de autoridad para llamar a Lucian?”, gruñó amenazadoramente Lugh sacando los colmillos, listo para desgarrar a ese insolente, pero el estremecimiento de la mujer bajo su cuerpo lo hizo detenerse.
La estaba asustando con su actitud.
Su ira no iba dirigida a ella, pero igual le estaba llegando.
En el fondo, Lugh sabía que su ayudante tenía razón, esta no era la manera de aparearse por primera vez con su compañera.
De hecho, ella era humana y nunca se convertiría en una loba, además incluso cuando lo hicieran a través del cuerpo de Lucian, ella era muy delgada y se veía tan frágil, que Lugh también temía hacerle daño, pero al contrario de Lucian, él no pensaba renunciar a ella.
La había esperado demasiado tiempo, Olivia era la luz en su oscuridad, las ganas de vivir y respirar que le faltaba a su vida.
Lucian se podría haber enamorado de Aitana, pero él no tenía ninguna conexión con su loba.
Aceptó que Lucian viviera su amor y ahora él había encontrado a su alma gemela y aunque fuera humana, nunca la dejaría ir.
Ella los necesitaba y ellos la necesitaban más.
Olivia sentía que estaba ocurriendo algo de lo que estaba siendo excluida.
No sabía qué pasaba, pero el lobo marrón estaba siendo claramente amenazado por el lobo enorme negro y además era obvio que temblaba de miedo.
Pero por alguna razón no se fue.
¿Se estaban dividiendo la cena, pensaban compartirla?
“Tú eres solamente MÍA” juró que había escuchado una voz lobuna en su mente, antes de caer en un profundo sueño.
Lugh bajo la cabeza, oliendo por última vez el aroma en el pelo sedoso de su compañera y decidió que ya se había salido con la suya por hoy.
No era suficiente, pero tendría que conformarse por ahora.
Envió una orden a su mente para que durmiera tranquila y cedió el paso al irascible hombre con el que compartía su existencia.
Lucian estaba completamente cabreado, nunca había perdido tanto el control, ni había cedido con tanta intensidad a los deseos de su parte primitiva y animal.
- ¡Márchate, ya estoy bien! - le ordenó a Morgan mirando a Olivia durmiendo como un ángel sobre el suelo del bosque, pero uno demasiado tentador y medio desnuda.
No quería que nadie viera a su pareja, su instinto salvaje, le gritaba que la cargara y se la llevara a su cabaña, que la encerrara en su habitación y en su cama, a donde pertenecía.
Respiró profundo y estando seguro, que no había más miembros de su manada cerca, la cargó al estilo princesa contra su cuerpo completamente desnudo y comenzó a caminar en dirección al balcón por donde mismo había salido esta tentación peligrosa.
Pensándolo bien, Olivia Mitchell no era un ángel, era más bien un súcubo, que nació para tenerlo babeando en la palma de su mano.