COLETTE
Grandes manos se mueven a mi alrededor, tocando mi cuerpo, pierdo la lucha de abrir los ojos al instante, las emociones giran dentro de mí, el aire es tan sofocante que me quema la garganta. Mis articulaciones se desgarran y todas las imágenes vienen a mi mente como un estallido de guerra.
—La perderemos si no despierta —escucho una voz femenina.
—Estará bien —la voz ronca que le sigue hace que me desespere.
Siento un vacío en mi interior, uno que no es llenado ni por mis miedos aflorados en ese justo instante.
—¡La perdemos!
Dolor y entumecimiento, estoy cansada, me dejo llevar por la suavidad de un par de garras invisibles y gélidas.
—¡Se nos va! Traigan el desfibrilador.
—¡Doctor!
Todo me da vueltas, me pierdo de nuevo en medio de esa densa neblina hasta que poco a poco mis párpados se abren lentamente y observo mi entorno, estudiando cada cosa que aparece ante mi mirada perdida. A lo lejos, el llanto de un bebé me devuelve a la realidad y me saca de mi sueño, incorporándome de inmediato.
—No deberías hacer eso.
Una voz seria me eriza la piel, sentado al lado de mi cama hay un hombre con una bata blanca y su nombre en una placa al costado izquierdo de su pecho, su atuendo impecable me da envidia, su cabello oscuro sobresale como si no hubiera dormido por estar cuidando a una desconocida, aunque sé que es médico, destaco el hecho de que es demasiado joven, apostaría a que es un pasante.
—Mi bebé —artículo—. ¿En dónde tienen a mi bebé?
—Llamaré al doctor en jefe —se dirige hacia la puerta.
—¡Mi bebé, denme a mi bebé, por favor! —sollozo con fuerza.
No pasan ni dos minutos cuando de la nada, entra un doctor mayor en compañía de una enfermera, estos se acercan y evalúan los registros en sus portapapeles.
—Buenos días, señorita —me saluda con cortesía.
—¿En dónde está mi bebé? —agarro las sábanas con fuerza.
—Soy el doctor Ramos, tuvo mucha suerte de estar viva —comenta dibujando en su rostro una sonrisa que se ve obligado a darle a sus pacientes—. ¿Sabe en dónde se encuentra?
—En los ángeles —respondo con impaciencia—. Quiero ver a mi hijo.
El doctor y la enfermera cruzan una mirada cómplice, el silencio se convierte en una cuerda que poco a poco rodea mi cuello.
—Señorita, está en Sicilia, Italia, en un hospital que ha recibido a los pocos pacientes que sobrevivieron del ataque en el Saint Coppol, el mejor hospital de todo el país.
—Eso no puede ser…
—Como el hospital quedó totalmente destruido, no tenemos su registro, por lo visto, es Estadounidense, hemos revisado su caso, su cuerpo sostiene todavía un par de veneno, no tenemos datos sobre esto, pero lo estamos contrarrestando con antibióticos, es por ello que se siente cansada y sus articulaciones son dolorosas.
Me tiembla la barbilla, los sollozos que se levantan de mi pecho son desquiciados, hipeo un par de veces sin poderme contener.
—Mi bebé…
—Vimos la cicatriz en su vientre, su cesárea es reciente, pero no sabes nada al respecto, ha pasado ya una semana desde la explosión, ya no hay sobrevivientes, me temo que si su hijo estuvo en ese hospital…
No, me niego a escucharlo, la profundidad de la herida hace que mi hipo y el llanto, sean amortiguados con la palma de mi mano contra mi boca.
—Lo más probable es que esté muerto, lo siento mucho, señorita.
El dolor es profundo, es como ser apuñalada una y otra vez, no puedo respirar, mi hijo está muerto, estoy en Italia, no recuerdo más, es decir, el cómo he llegado hasta aquí, todo a mi alrededor da vueltas, intento levantarme sintiendo todo irreal.
—Mi hijo… ¡Necesito buscarlo, él no puede estar muerto!
—¡Señorita, por favor, tranquila!
Entre el forcejeo con el doctor, termino por darle un puñetazo en el rostro, el doctor rodea mi cuerpo con su cuerpo tratando de que entre en razón, pero es que él no lo entiende, ya perdí a mis padres siendo muy pequeña, Harvey, el hombre que creí que me amaba, me abandonó, me pidió el divorcio que le di y no conforme con eso, me corrió, y ahora, he perdido la única fuente de fuerza que me impulsaba a seguir viviendo, mi bebé, mi amado hijo.
—¡Por favor, por favor, mi bebé!
—¡Llama a seguridad!
—¡Mi bebé!
Me remuevo inquieta hasta que siento un pinchazo en el hombro, todo se detiene, mi respiración se alenta, mi cuerpo se siente débil, mis párpados se cierran poco a poco y pierdo el conocimiento de nuevo.
—Mi bebé…
[...]
Hay veces en las que despierto y me encuentro en medio de la nada, las enfermeras pasan a revisarme, pero aparento estar dormida, la realidad sigue siendo dolorosa, el dolor por la perdida de mi hijo no es una fase, este no desaparece, hay momentos en el que siento la necesidad de permanecer a flote, seguir luchando, y otras me debilito, no puedo aliviar este dolor, me vuelvo a dormir.
Cuando despierto, los rayos del sol se filtran a través de las cortinas blancas que se ondean por la brisa matutina, las lágrimas se deslizan por mis mejillas, la puerta se abre y en un segundo, entra el doctor.
—Me alegra que haya despertado.
Me incorporo.
—Siento haberla tenido que sedar, pero usted estaba incontrolable y necesitaba descansar.
Asiento lento en silencio.
—Escuche, debido a que se encuentra en Italia y no tiene papeles, me temo que tenemos que regresarla a su país.
Sus palabras son sentencia, no quiero regresar, tengo la esperanza de encontrar a mi hijo, además, en los ángeles no hay nada que me detenga, y encontraría de nuevo a Harvey, a mi tío, a mis primos, no, no quiero.
—Por favor, no lo haga —susurro—. Puedo quedarme aquí, soy médica, y el director del hospital en el que trabajaba puede confirmarlo, puedo pedir mis papeles para que sean enviados por fax y puedan confirmarlo —me aferro a mi última esperanza.
El doctor parece pensarlo, pero al final responde.
—Muy bien, se quedará en Italia.
Y con esto, sello de nuevo mi destino, estando sola y con el dolor fluyendo por mis venas.
COLETTETRES AÑOS DESPUÉS.Meto las últimas cosas que me faltan en la maleta, el vuelo que me espera es largo, pero amo mi trabajo y quiero hacer lo mejor. Han pasado tres años desde que perdí a mi hijo, tres años en los que mi vida ha dado un vuelvo enorme, algunas cosas cambiaron, como el hecho de que ahora viva en Inglaterra y no en Italia como había tenido planeado. A las primeras semanas de mi estancia en ese país, intenté sobrevivir, pero mi tío un día solo hizo una llamada que me obligó a cambiarme de país, así como de apellido, ya no era una Baker, sino, una Jane, como el apellido de soltera de mi madre. “¡Maldita insensata! Regresa ahora mismo, tienes que estar con tu marido, o juro, que si no regresas por tu propio pie, yo mismo te traeré a rastras, no puedes hacernos esto”Esas fueron las palabras de mi tío que me impulsaron a abandonar Italia y buscar refugio en Inglaterra, en donde había estudiado años atrás la universidad, gracias a una beca que me gané por mis propios
COLETTEEn cuanto abrazo al hombre, me aparto de él, mirando por encima de mi hombro como Harvey se aleja y ya está incluso caminando al lado con la rubia, quien el reclama algo, él solo niega con la cabeza, vuelvo a llenar de aire mis pulmones, sintiendo que las cosas van mejorando, puede que creyera quién era, pero al ver que abrazaba a otro, se retractó, borrando de su mente cualquier idea de que estuviera de regreso. —Lo siento mucho —me repongo y pongo distancia entre los dos. El tipo es alto, delgado, pero fornido, su cabello negro como la tinta, y un par de ojos grises como el humo, intensos, oscuros, su mirada es cruda y de pronto me siento demasiado intimidada. —No lo vuelva a hacer —su tono denota un tinte de autoridad que sella mis labios. —Le pido de nuevo, una disculpa, lo confundí con alguien —miento ajustando la correa de mi bolso. —Bien. El jefe me ha mandado por usted, espero que pueda ayudarlo. —¿Él lo ha mandado por mí? No era necesario, pude haber venido por
COLETTEMe quedo en silencio, escuchando cada una de las acusaciones de la mujer que se me presenta al frente, la rubia de ojos azules me fulmina con la mirada, el odio que emana de su mirada es tanto, que eriza mi piel. El ambiente se convierte en una nube brumosa que me deja sin aliento, retrocedo un paso. —Angela, comportate a la altura de una Fiore, no es ella —la voz de Renzo me saca de mi ensimismamiento. La mujer relaja las facciones de su rostro, sus hombros caen, sus ojos vuelven a recorrerme con estudiada intención, aparta el cabello rubio que cubre su pecho y se cruza de brazos, optando por una postura rígida pero más serena. —Ella es Angela Fiore, la hermana menor de Roan —habla Renzo y asiento. —Un placer —recupero mi voz—. Soy… —No la quiero aquí —me interrumpe rechinando los molares. Bajo la mano que había estirado para saludarla, frunciendo el ceño busco la ayuda de Renzo, quien se le queda mirando de un modo que no sé descifrar. —Eso no lo decides tú —espeta co
COLETTEEl corazón me late con fuerza descomunal, mis sentidos caen en picada y los recuerdos del pasado vienen a mí como memorias casi fotográficas que mi mente ha estado guardando todo este tiempo, el tiempo se detiene a nuestro alrededor, siento que el contacto con su cuerpo quema mi piel, poco a poco aflojo el agarre en su brazo, en especial porque ahora su mirada es amenazante como el infierno. El aire se me atasca en la garganta y me encuentro siendo incapaz de articular una sola palabra. No, no puede ser él, me parece que estoy divagando, como no parece tener la intención de decir nada, espabilo y regreso a esta nueva realidad que casi me saca de mi meta. —Lo siento —trago grueso—. Lo he confundido con alguien más. Le ofrezco una sonrisa sincera, pero él parece que no le agrada porque enseguida entrecierra los ojos, luego le lanza una mirada desafiante a Renzo y se aparta de mí con un movimiento brusco. —Yo me encargo esta vez, Colette —anuncia Renzo a mis espaldas, preparad
ROANDOS HORAS ANTES.Nací dentro de una de las organizaciones más sádicas, peligrosas y sangrientas del mundo, la mafia italiana, crecí sabiendo que en este mundo no hay coincidencias, solo traiciones y un deseo de sangre tan imparable, que quien no haya asesinado por la orden; los miembros más antiguos, no se puede dar el lujo de llamarse un mafioso siciliano. Mi padre es el Capo, el líder supremo de todo, y como tal, siempre se ejerció en mí más presión de la esperada.—¿Qué es lo que sucede? —me pregunta Renzo.—¿En dónde demonios está la carpeta con la información de Colette Baker?Se queda en silencio, se dirige a uno de los cajones de la encimera lejana a la cama, sus movimientos están llenos de duda y no lo culpo, cuando me la entrega, la abro, hace dos semanas que me contaron de ella, la investigué solo superficial en internet, y por supuesto, hablé con algunos de los magnates más poderosos que han obtenido buenos resultados de ella, por ello accedí.Y es que la única verdad d
COLETTENo puedo dormir, cuando menos me doy cuenta, ya son poco más de las seis de la mañana, es la primera vez que siento esto, la opresión en mi pecho desde que vi a esos dos pequeños correr a los brazos de Roan Fiore, sus miradas… no sé cómo expresar o describir esta sensación burbujeante que me deja sin aliento. Me levanto con el corazón acelerado, esos niños se parecen mucho a su padre, pero sus miradas aún clavadas en mi mente, son un duro golpe en el vientre. Trago grueso y me permito beber un poco de agua. Nada me quita esta cruda sensación de vacío en mi interior. Hace tres años que he buscado a mi hijo, he contratado a gente especializada, la mejor, he buscado toda la información posible y los resultados siempre han sido los mismos, nada, eso es lo que encuentro, un nada de respuestas inconclusas. Me pongo de pie y hago lo primero, marco el número que me sé de memoria esperando escuchar esa voz que tanto mejora mis días. —¡Mami! Mi corazón palpita descomunal, no importa
NARRADOR OMNISCIENTEA un par de kilómetros de distancia, al tiempo que Roan confesaba lo que probablemente era la cosa más importante en ese momento de su vida, a Colette, en la mansión de Norman Baker, su tío, se encontraba molesto, sintiendo cómo la rabia consumía su sistema cada vez a cada minuto. Mirando a su contador con desconfianza, sabiendo que las cosas a partir de ahí, serían funestas. No había fallos, llevaban más de tres horas encerrados en el despacho, revisando los estados de cuenta, buscando una salida y una solución, llegando a la misma conclusión; estaban en bancarrota. —Lo siento, no hay falla —le repitió el hombre. Norman estaba al punto de la locura, sus ojos no dejaban de observar los números, grandes cantidades de dinero que se habían derramado de sus manos como agua, sin poder hacer nada al respecto. —Como puede ver, su hija Selma, ha derrochado millones en los últimos meses —continuó el hombre con temor, puesto que había advertido el enojo de Norman—. Su h
COLETTEMe congelo con todo lo que me cuenta Roan Fiore sobre aquella noche en la que decidí salvarle la vida, cada detalle, no se queda ninguno, el silencio es mi aliado en estos momentos, en especial cuando trato de procesar cada una de sus palabras. —El veneno griego, como lo llamaron, fue el causante de que estuviera así, en esta silla de ruedas, siendo medio hombre —aprieta su mandíbula con tanta fuerza que me causa escalofríos—. Esto es todo lo que soy, las toxinas son las que me mantienen así. Mi barbilla tiembla. —Te trasladé a uno de los mejores hospitales de Italia, para que salvaran tu vida luego de haber dado a luz, pero este sufrió un ataque y te perdí rastro, no había manera de encontrarte, por supuesto, hice todo lo que estaba en mis manos. La realidad me resulta una bestia aplastante más grande de lo que imaginé, poco a poco el aire me falta, un hormigueo recorre cada una de las fibras, mi corazón se dispara, las dudas comienzan a tener las respuestas, la bruma en l