Michael estaba junto a la chimenea, de espaldas a su hijo, y las llamas proyectaban sombras danzantes por la habitación. Se giró lentamente, con ojos fríos e implacables.—Me abandonaste, ¿verdad? Dejaste que tu propia sangre se pudriera. —escupió Alejandro, su dolor enmascarado por un barniz de ira.—¿Sangre? —La risa de Michael era seca y carente de diversión. —Dejaste de ser mi hijo cuando elegiste tu camino. Desde que Sebastián murió, me he quedado sin ningún hijo sobre la tierra. —Correcto, porque darme la espalda es lo que hace un verdadero padre. —se burló Alejandro, la amargura en su voz, cortando la atmósfera acalorada como un cuchillo.—Fuera. —ordenó Michael, su postura inquebrantable, sus ojos sin dejar los de Alejandro—. Mi nieto Bastián será quien ocupe mi lugar. —Bien. —siseó Alejandro, sus planes de venganza ardiendo más brillantes que nunca. —Solo recuerda, tú eres quien me dejó sin nada. Y nada es exactamente lo que obtendrás de mí, pero algo más, sabes quién se en
Ava ingresó a la gran mansión Montenegro, una de las chicas de servicio le comento a Ava la situación de Jazmin. Ella se encontraba acurrucada en el lujoso sofá, agarrada a una almohada mientras lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Su corazón se apretó al ver a Ava ingresar a su casa. —Jazmín. —habló. Se acercó y tomó a su suegra en sus brazos. —Lo siento mucho.Desde el entierro de Michael, Jazmin decidió perder contacto con el exterior, no quería hablar con nadie y no permitía visitas hasta este día. Jazmin se inclinó hacia su abrazo, temblando. —¿Cómo voy a seguir sin ellos?—Sé cuánto amabas a Michael y Sebastián. —dijo Ava suavemente. —Eran hombres maravillosos y el mundo era mejor porque ellos estaban en él, perder el amor es tan dificil y doloroso. Jazmín sollozó. —Todos los días espero que Sebastián cruce esa puerta con su encantadora sonrisa o que Michael me llame 'mi amor' otra vez. —Su voz se quebró en un sollozo. —Pero se han ido. Realmente se han ido. Ava se
Omar permaneció inmóvil junto a la ventana, con la mirada fija en la silueta de una mujer que conversaba con Antony en el exuberante jardín de abajo. El suave balanceo de su bastón y la confiada inclinación de su cabeza mientras reía lo intrigaban. Había algo en ella: una fuerza silenciosa que parecía emanar de su cuerpo sereno.—¿Quién es la mujer que está con Antony? —La voz de Omar tenía una pizca de curiosidad que él mismo no entendía del todo.Ammy miró por encima del hombro a la pareja en el jardín y luego de nuevo a Omar. —Oh, esa es Ava. Ella es sólo una amiga de Antony. —Sus palabras fueron casuales, pero sus ojos se agudizaron, captando el interés tácito en su tono.—Amigo, ¿eh? —Omar murmuró, más para sí mismo que para Ammy.—¿Qué tal si damos una vuelta en coche? ¿Tomar un poco de aire fresco, tal vez?—Claro. —Omar se encogió de hombros, apartando los ojos de Ava con esfuerzo. —Suena bien.Por primera vez él aceptaba una invitación de Ammy, sus respuestas eran negativas,
En la espaciosa sala de conferencias de la empresa Montenegro reinaba una tensión casi palpable, mientras los socios se reunían alrededor de la mesa de caoba pulida. Los dedos de Ava Montenegro trazaron la suave veta de la madera, un gesto que la tranquilizó mientras enfrentaban la abrumadora tarea que les esperaba. El aire estaba cargado por el peso de las decisiones y los ecos silenciosos de la ausencia de Sebastián y Michael.—Muy bien, todos. —comenzó Angelo, su voz firme a pesar de las turbulentas emociones que había debajo. —No podemos demorarnos más. Necesitamos discutir quién tomará el mando. —No lo olvidemos, todavía no hemos escuchado la opinión de Jazmín. —intervino Sara, mirando expectante hacia la puerta.—Hablando sobre ella. —dijo Angelo, señalando con la cabeza hacia la entrada.Todos los ojos se volvieron cuando Jazmín Montenegro entró en la habitación, su cabello plateado reflejando la luz. Se comportaba con una gracia que desafiaba el dolor que debía haber sentido.
Ava estaba sentada en el banco del parque, disfrutando del sonido de las risas de su hijo Bastián mientras jugaba en los columpios bajo la atenta mirada de su niñera Martha. Aunque la ceguera le impedía ver las travesuras de su hijo, el alegre eco de su risa le llenaba el corazón de alegría y serenidad. Sentía el cálido sol de la tarde en su piel y el suave susurro del viento en las hojas de los árboles, creando un momento de paz que tanto necesitaba.De pronto, percibió una presencia a su lado. Una sombra se movió sobre ella y el banco crujió ligeramente bajo el peso de alguien que se había sentado. Su tranquilidad se desvaneció cuando reconoció la voz que le habló.—Hola, Ava. —dijo Alejandro, su tono impregnado de una condescendencia que hacía hervir la sangre.Ava se tensó al instante, su cuerpo rígido y alerta. —¿Qué haces aquí, Alejandro? —preguntó con frialdad, tratando de mantener la calma.—Solo quería disfrutar de un paseo por el parque. —respondió él con una sonrisa que ell
Ava dejó que los aromas del jardín de Ammy la inundaran, una sinfonía de notas fragantes tan diversas como los colores que recordaba de años pasados. Pasó los dedos por los delicados pétalos de un rosal cercano, cuya suavidad aterciopelada contrastaba con las espinas que cuidadosamente evitaba. A pesar de su ceguera, el sentido del tacto ahora estaba mucho más desarrollado. —Antony llegará tarde. —murmuró para sí misma, con una pequeña sonrisa jugando en sus labios mientras disfrutaba de la tranquilidad antes de su reunión. Justo cuando se encontraba en casa de Ammy, recibió una llamada de su psicólogo y le indicó que llegaría un poco más tarde de la ahora. La naturaleza respondió con un suave susurro en las hojas de arriba, el trino melódico de un pájaro y el zumbido distante de las abejas ocupadas en su ballet diario entre las flores. Ava inclinó ligeramente la cabeza, en sintonía con el paisaje sonoro que pintaba su mundo con vibrantes pinceladas de sonido.Pero entonces, se añad
Ava golpeó con su bastón el suelo pulido, un ritmo constante que coincidía con los latidos de su corazón. Se sentó en la oficina esterilizada, con el sillón de cuero fresco contra su piel, esperando que el médico regresara con noticias sobre la cirugía.—Señora Montenegro. —dijo el Dr. Harris al entrar, su voz teñida de optimismo contenido. —Las pruebas parecen prometedoras. Creemos que podemos devolverle la vista. —¿En verdad? —Los labios de Ava se curvaron en una sonrisa, imaginando ver el rostro de su hijo iluminarse de alegría. —Eso es... eso es asombroso.—Tendremos que programar los procedimientos y repasar los riesgos, por supuesto. Pero tengo grandes esperanzas en su caso. —Gracias, doctor. Ver a mi hijo otra vez es todo lo que deseaba. —Tendremos citas cada semana, hasta tener todo listo. Ava, podrás ver de nuevo. —Gracias doctor. Ava regresó a casa y le contó las nuevas noticias a sus padres, quienes estaban alegres de saber que su hija podría ver la luz del sol de nuev
El mundo de Omar era una neblina turbia, donde imágenes fragmentadas bailaban en el borde de su conciencia. Vio un rostro, no un rostro cualquiera, sino uno que parecía haber sido cosido en la esencia misma de su ser. ¿Ava? El nombre flotó a través de la niebla, un ancla que intentaba enraizarlo de nuevo a la realidad.—Omar, ¿puedes oírme? —La voz no era la de Ava; era más cálida, más cercana. Sus párpados se abrieron y entrecerró los ojos ante el resplandor clínico de la habitación del hospital, el olor estéril le picaba las fosas nasales.—¿Ammy? —Graznó inseguro, su voz sonaba extraña a sus propios oídos.—¡Gracias a Dios que estás despierto! —Ammy, con sus rasgos afilados suavizados por el alivio, se acercó y extendió la mano para acariciar suavemente su mejilla.—Tranquilo. —intervino un médico que estaba junto a la cama de Omar, con un portapapeles en las manos. —Nos diste un buen susto. Parece que fue solo un desmayo, tal vez por estrés.—¿Estrés? —repitió Omar, frunciendo el