—¡Listo! Teléfonos apagados! —indicó Ava mientras guardaba los dos aparatos móviles este fin de semana era solo para ellos dos. Hizo girar la banda plateada en su dedo, una sonrisa jugueteaba en las comisuras de su boca mientras el campo pasaba zumbando. El camino abierto se extendía ante ellos como una promesa de nuevos recuerdos esperando ser creados. La risa de Sebastián llenó el auto, armonizando con el suave zumbido del motor.—¿Puedes creerlo? Solo nosotros, el camino abierto y la aventura que nos espera —dijo Ava, mientras sus ojos reflejaban la emoción de su tan necesaria escapada.—Nada me gustaría más. —respondió Sebastián, extendiendo su mano para apretar la de ella suavemente. —Ava, estos momentos contigo, son para lo que vivo. Ella se inclinó hacia la calidez de su toque, su corazón se hinchó de afecto. El sol se hundió en el cielo, bañando el interior del coche con una luz suave y dorada.—¿Sebastián? —preguntó, su voz apenas era más que un susurro.—¿Mmm?—Estoy tan f
El aullido de las sirenas y el rítmico ruido de las ruedas sobre el linóleo anunciaron la llegada de una emergencia cuando las puertas del hospital se abrieron de golpe. Los paramédicos condujeron una camilla por el bullicioso pasillo, con sus rostros en líneas de urgente concentración. En la camilla yacía Ava Montenegro, su forma inconsciente, inmóvil como la muerte misma.—Tenemos una mujer no identificada, de unos veinti y tantos años. —gritó un paramédico a los médicos que lo recibían. —Parece que tuvo un accidente grave. Y está embarazada. —¡Movámonos, gente! —ordenó un médico, poniéndose los guantes con practicada facilidad. —Necesitamos estabilizarla y controlar al bebé de inmediato. Las pruebas comenzaron de forma borrosa: los monitores emitieron pitidos, las agujas perforaron la piel y las máquinas zumbaron, mientras Ava permanecía ajena al frenético ballet de intervenciones médicas que se arremolinaba a su alrededor.Una pizca de conciencia se deslizó en la mente de Ava,
La conciencia de Ava fluyó y fluyó como la marea, pero cuando salió a la superficie una vez más, una sinfonía de voces silenciosas la envolvió en calidez. Sus párpados se agitaron, sin revelar ninguna luz, ninguna forma, solo el velo oscuro que había caído sobre su mundo.—¿Mamá? —La voz de Ava era un mero susurro, quebradiza como las hojas de otoño.—Shh, cariño, ya estamos aquí. —fue la tranquilizadora respuesta. Ava sintió el suave apretón de una mano, familiar y tierna—. Estoy aquí. Nancy trataba de mantener la compostura, al ver a su hija en medio de la oscuridad, sus hermosos ojos habían perdido la luz que tanto la identificaban. —El... el… el bebé… —No pudo terminar la frase; El nudo que tenía en la garganta era una roca cargada de lágrimas no derramadas.La voz de Sara se rompió, cargada de emoción. —Luchaste tan duro, Ava. El bebé... ahora está en paz. —¿Y mis ojos? —Preguntó Ava, con una pizca de esperanza atravesando sus palabras.La voz de su padre llevaba el peso del m
El viaje en coche hasta la casa de sus padres había sido un capullo de silencio, Ava estaba amortiguada en él, entumecida y perdida en un vacío donde los colores del mundo se habían desvanecido en la nada. Cuando el vehículo finalmente se detuvo, sintió unas manos que la guiaban suavemente hacia afuera, los familiares aromas del hogar flotando a su alrededor, aunque ahora se retorcían con el agudo aguijón del dolor.—Cariño. —la voz de Jazmin tembló mientras envolvía a Ava en un abrazo que hablaba mucho de dolor compartido. Sus brazos eran una fortaleza, pero temblaban como hojas en una tormenta. —Oh, mi bebé, estamos aquí para ti. Ava se apoyó en su suegra, la realidad de su ceguera era un duro telón de fondo de la oscuridad que se había apoderado de su corazón. Podía sentir las lágrimas de Jazmín empapando su camisa, cada gota era un testimonio del vacío dejado por Sebastián y su pequeño.Aunque los padres de Sebastián no querían demostrarlo se notaba que se encontraban devastados
El olor estéril del antiséptico se mezclaba con el fresco aire otoñal que entraba por la ventana entreabierta. Ammy Wilson estaba sentada junto a la cama, con los dedos descansando suavemente sobre el borde de la tela blanca que cubría la forma carbonizada del hombre. A pesar del silencio de la habitación, una corriente subterránea de tensión zumbaba en el aire.—¿Algún cambio hoy? —preguntó el doctor Reynolds al entrar, con la voz teñida de la cansada resignación que surge de días sin progreso. Cada día venía a examinar al hombre que su más fiel paciente le pidió que sanara. Ammy levantó la vista, sus ojos brillaban con una intensidad que contradecía su exterior tranquilo. —Él movió su mano hace unos instantes. —dijo, las palabras llevaban una nota de optimismo cauteloso.—¿En verdad? —Las cejas del médico se alzaron mientras se acercaba a la cama y examinaba al paciente, abriendo su expediente y haciendo algunas anotaciones rápidas. —Eso es prometedor. ¿Aún no hay respuesta vocal? —
El tintineo de la porcelana sobre la madera anunció su llegada antes que cualquier palabra. Ava giró la cabeza hacia el sonido y las comisuras de su boca se alzaron en una sonrisa practicada. Cada día ella trataba de superar la muerte de su esposo y su hijo, su madre la motivaba a salir al jardín. —El té está listo. —dijo Sara, su voz teñida de la calidez, ella y Angelo visitaban a Ava, para darle compañia en estos momentos dificiles. —Gracias. —respondió Ava, extendiendo la mano tentativamente hasta que sus dedos rozaron la superficie lisa de la taza. El aroma floral de la manzanilla llegó hasta ella, reconfortante y familiar. Adoraba estos momentos, podía ser feliz aunque fuera por momentos. —¿Ángela está dormida? —Preguntó Ava, imaginándose a la niña de un año con sus mejillas regordetas y su risa contagiosa.—Como un angelito. —intervino Angelo, el orgullo en su voz era inconfundible. —Tiene la habilidad de su madre para tomar siestas tranquilas. —¿Y Bastián? —preguntó Sara.
Ava se sentó en el borde de la colcha con temática oceánica de Bastián y sus dedos trazaron las olas bordadas mientras buscaba las palabras adecuadas. La habitación estaba en silencio, excepto por el zumbido de la luz nocturna, que arrojaba un suave brillo sobre el rostro expectante de su hijo.—Cariño —comenzó Ava, su voz apenas era más que un susurro, —Papá... Papá está en el cielo ahora. —¿Podemos ir a verlo? —La inocencia de Bastián atravesó su corazón como una aguja que se enhebra en una tela delicada.Sintió sus pequeñas manos cubrir sus ojos, un gesto infantil para esconderse, esperando que cuando revelaran su vista, el mundo sería como él deseaba que fuera. —Quiero verlo, mami. ¿Por favor?Ava respiró hondo para recuperar el equilibrio ante el dolor y el anhelo. —Oh, mi amor, ojalá pudiéramos. —Ella apartó suavemente sus manos—. Pero el cielo está muy lejos y no podemos visitar a papá allí. Pero él siempre nos cuidaBastian se acertó a su madre y puso sus dos manos, una en ca
—Empecemos con un poco de ti, Ava. —sugirió el Dr. Antony Lee, inclinándose hacia adelante en su silla mientras la observaba de cerca. El sol se filtraba a través de las persianas, proyectando un cálido resplandor sobre la habitación, creando un ambiente tranquilo. —¿Quizás volver a involucrarnos con el diseño, solo como un pasatiempo por ahora?Ava ladeó la cabeza, reflexionando. —Tal vez... solía dibujar cuando estaba molesta o triste. Me ayudó.—Entonces ese es nuestro punto de partida —Antony sonrió alentadoramente. —¿Por qué no traes algunos de tus bocetos la próxima vez? Podemos explorar esas emociones juntos. —Si no lo ha notado no puedo ver, eso es ahora un impedimento. —Lo sé Ava, pero estar ciega no es un impedimento, sé que podemos prosperar mucho contigo. —Está bien. —estuvo de acuerdo, con una sonrisa vacilante tirando de sus labios. —Yo puedo hacer eso.—Perfecto. —dijo Antony, mientras crecía su admiración por su resiliencia. Notó el cambio sutil en su comportamiento