CAPÍTULO 69

Los dedos de Ava se detuvieron en el pomo de la puerta de la habitación de Sara, con la frente arrugada por la preocupación. Respiró hondo y salió al pasillo, cerrando la puerta detrás de ella con un suave clic. Sus tacones hicieron ruido contra el piso pulido mientras bajaba las escaleras hacia donde se reunía la familia.

—Vamos, pequeño campeón. —se rió Pablo, levantando a su nieto sobre sus hombros. —Vamos a ver si esas ardillas han vuelto a asaltar el comedero para pájaros.

—Diviértete. —les gritó Ava, con una débil sonrisa adornando sus labios antes de girarse para encontrar a Sebastián. Estaba de espaldas a ella, pero ella se acercó a él en silencio.

—¿Sebastián? —dijo suavemente, esperando que él se diera la vuelta. Cuando lo hizo, la preocupación en sus ojos reflejó la de ella. —Yo... me siento muy triste por Sara. Es como si hubiera un muro que ella hubiera construido a su alrededor y no pudiera encontrar la manera de atravesarlo.

Sebastian suspiró, frotándose la nuca. —Sí,
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