CAPÍTULO 72

Las lágrimas de Ava desdibujaron el mundo fuera de la ventana en una acuarela de dolor. El cielo, de un color gris amoratado, parecía presionarla con el peso de las horas que pasaban: doce, ya, desde que Cleo se había largado con Sara y el pequeño Bastián a cuestas. Le temblaban las manos mientras se aferraba al alféizar de la ventana, la madera firme bajo sus dedos, un ancla en la tormenta de sus emociones.

—Ava. —la voz de Sebastián rompió su estupor. Estaba de pie en la puerta, empapado por la lluvia y sombrío, flanqueado por agentes que vestían su impotencia como un uniforme.

—¿Hay noticias? —Su voz era apenas más que un susurro, frágil como la seda de una araña.

—Nada aún. —Sus ojos eran oscuros charcos de arrepentimiento. —Están haciendo todo lo que pueden.

—¡Todo no es suficiente! —La voz de Ava se quebró, y con ella, su último hilo de compostura se rompió.

La preocupación se reflejaba en los rostros de Lily y Nancy mientras observaban impotentes cómo Ava perdía el control an
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