CAPÍTULO 19

Sebastian salió del capullo de sábanas de seda y su mano buscó la calidez que había sido la forma de Ava a su lado. Con los ojos abiertos a la cruel luz de la mañana, encontró su lado de la cama intacto, prístino, como si la pasión de la noche anterior hubiera sido producto de su ferviente imaginación. Un miedo frío se instaló en su pecho.

—Maldita sea". —murmuró, dándole vida a su teléfono antes de que se hubiera levantado por completo. Su mensaje fue conciso, una simple convocatoria:

"Necesito verte. Urgente".

La suite del hotel estaba demasiado silenciosa, atormentada por el eco de los susurros y suspiros de la noche anterior. Vagó por su extensión, casi esperando que Ava emergiera de algún rincón escondido, pero ella era un fantasma, desapareció sin dejar rastro.

Exactamente una hora después, apareció Antonio, con la puntualidad entretejida en la esencia misma de su ser. El asistente entró con aire sereno, a pesar de la urgencia de la citación.

—Buenos días, Señor ¿Cuál es la pri
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