Al día siguiente, la casa Montenegro estaba envuelta en una atmósfera de tensión palpable. El aire matutino, normalmente lleno de risas y conversaciones alegres, estaba cargado de silencios incómodos y miradas furtivas. Ava había decidido no desayunar con la familia, su enojo por la ausencia de Sebastián en el desfile aún fresco en su mente.Sebastián, por su parte, trataba de mantener una apariencia de normalidad, aunque la ausencia de Ava en la mesa era un recordatorio constante de su error. Sentado junto a Valeria y Valentina, intentaba concentrarse en el desayuno, pero su mente estaba en otro lugar.Valentina, ajena a la tensión, tenía una gran sonrisa en su rostro, su ánimo claramente elevado por algo que había ocurrido. Sebastián la observó por un momento antes de decidir romper el silencio.—Valeria, cuéntame sobre tu novio —dijo de repente, tratando de sonar casual.Valentina, sorprendida, levantó la mirada de su plato. —¿Novio? ¿Qué novio? —preguntó, su curiosidad evidente.V
Antony se esforzaba por evitar a Valentina en los pasillos de la universidad. Desde la noche de la fiesta de la colección de ropa de Ava, cuando se ofreció a llevar a Valentina a su casa y terminaron besándose, no podía dejar de sentirse culpable. Esa noche, un momento de debilidad lo llevó a cruzar una línea que no debía haber cruzado, y ahora, la presencia de Valentina solo le recordaba su error.Evitando cualquier contacto visual, Antony se dirigió a la cafetería situada justo fuera del campus. Al llegar, se encontró con Angela, quien también parecía perdida en sus pensamientos. Decidieron sentarse juntos en una mesa apartada, buscando algo de privacidad en medio del bullicio estudiantil.Antony notó la tristeza en los ojos de Angela, algo que él podía identificar fácilmente. —¿Qué te pasa? —le preguntó con genuina preocupación.Angela suspiró profundamente, su mirada perdida en la espuma de su café. —Mi corazón está roto, Antony. Estoy enamorada de alguien que no puedo tener. Es u
Valeria, Valentina y Alexandre se encontraban en la cocina de la casa Montenegro, rodeados de velas, flores y una atmósfera cargada de romanticismo. Preparaban una cena especial para Ava y Sebastián, con la esperanza de que la velada les ayudara a reconciliarse. Los rayos del sol se filtraban por las ventanas, llenando la estancia de una luz cálida y dorada.—Voy a buscar una botella de champagne —dijo Valentina de repente, con una sonrisa traviesa—. No tardo.Con esas palabras, Valentina dejó a Valeria y Alexandre solos en la cocina. El ambiente cambió, volviéndose más tenso y cargado de emociones no dichas.—Alexandre, no tienes que seguir fingiendo que eres mi novio —dijo Valeria, rompiendo el silencio con un tono inseguro—. No quiero que te sientas obligado.Alexandre la miró con una suave sonrisa. —No hay problema, Valeria. Me siento bien sabiendo que soy tu novio, aunque sea de mentira. Además, ¿quién sabe? Podría llegar a ser algo más.Valeria bajó la mirada, sintiendo cómo su
La tensión en la sala de espera del hospital era palpable. Valeria, Valentina, Bastián y Alexandre se sentaron juntos, sus rostros reflejando una mezcla de ansiedad y desesperación. Las luces fluorescentes brillaban fríamente, intensificando la sensación de irrealidad. El silencio sólo se interrumpía por el sonido intermitente de pasos apresurados y voces distantes de médicos y enfermeras.Valeria y Valentina se aferraban de las manos, buscando consuelo la una en la otra. Bastián caminaba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto, mientras Alexandre observaba la escena con una mirada preocupada, su mente trabajando febrilmente en busca de respuestas.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico salió del área de emergencias. Se dirigió hacia ellos con una expresión grave en el rostro. Todos se pusieron de pie al unísono, sus corazones latiendo con fuerza en el pecho.—Soy el Dr. Martínez —dijo el médico, mirando a cada uno de ellos—. Lamento informarles que sus p
En la penumbra del auto de Antony, Angela miraba a través de la ventana, observando cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia. Antony mantenía la vista en la carretera, sus manos firmemente sujetas al volante mientras el motor del coche rugía suavemente.—¿Cómo están Ava y Sebastián? —preguntó Antony, su voz baja y cargada de preocupación.Ella suspiró, volviendo su mirada hacia él. —Fueron envenenados —respondió con un tono sombrío—. La policía ya está investigando, pero aún no hay pistas claras de quién podría estar detrás de esto.Antony frunció el ceño, sus ojos se oscurecieron con una mezcla de ira y preocupación. —¿Quién podría hacer algo tan terrible? —murmuró, más para sí mismo que para su acompañante. Angela se encogió de hombros, apretando sus manos en su regazo. —No lo sé, pero quienquiera que sea, debe tener una razón muy oscura. Todo esto es tan... inesperado.Hubo un momento de silencio mientras Antony asimilaba la información. Luego, Angela se volvió haci
Ava y Sebastián finalmente regresaron a su casa después de un par de días en el hospital. Aunque aún se sentían un poco débiles, la calidez y familiaridad de su hogar les proporcionaron un alivio indescriptible. El aroma a flores frescas, que alguien había dispuesto en varios jarrones, impregnaba el aire y les daba la bienvenida con una sensación de paz renovada.Mientras Ava se acomodaba en el sofá de la sala, acariciando distraídamente una manta de lana, Sebastián revisaba algunos documentos que habían acumulado en su ausencia. La tranquilidad fue interrumpida por el sonido del timbre. Sebastián se levantó, sintiendo un leve mareo que pronto disipó, y abrió la puerta para encontrarse con Angelo.—¡Angelo! —exclamó Sebastián con una sonrisa—. Me alegra verte. Pasa, por favor.Angelo entró con una expresión de preocupación mezclada con alivio al ver a sus amigos de pie y en casa.—¿Cómo están? —preguntó, tomando asiento en un sillón frente a ellos.—Mejor, gracias a Dios —respondió Av
la puerta, la encontró en el elegante salón, donde los muebles antiguos y las cortinas pesadas le daban un aire de solemnidad y rigidez. Marie estaba sentada en su sillón favorito, con un libro en las manos y una copa de vino en la mesa a su lado.Al verlo entrar de esa manera, con el ceño fruncido y los puños apretados, levantó la vista y esbozó una sonrisa fría.—¿Qué te trae por aquí, Alexandre? —preguntó, dejando el libro a un lado.Alexandre cerró la puerta con un golpe seco y se acercó, su respiración agitada y sus ojos brillando con rabia contenida.—¿Cómo pudiste? —dijo, su voz baja pero cargada de indignación—. ¿Envenenar a Ava y Sebastián? ¡Eso no formaba parte de los planes! No voy a convertirme en un asesino, madre.Marie lo miró con desdén, su sonrisa desapareciendo lentamente.—Merecen lo peor, Alexandre —respondió, con una voz que goteaba veneno—. Ellos mataron a tu padre. Son los verdaderos asesinos aquí.Alexandre sacudió la cabeza, acercándose más a ella, su figura i
Antony caminaba por los pasillos de la universidad, su mente sumida en un torbellino de pensamientos y preocupaciones. Las sombras de la reciente revelación sobre el envenenamiento de Ava y Sebastián lo perseguían, y la complejidad de sus sentimientos hacia Angela lo mantenía en un estado de constante tensión. Sin previo aviso, una mano firme lo agarró del brazo y lo jaló con fuerza hacia una de las habitaciones del conserje. La puerta se cerró con un golpe seco detrás de él, sumiéndolo en una penumbra sofocante.—¿Qué demonios estás haciendo, Valentina? —exclamó Antony, su voz una mezcla de sorpresa y furia contenida.Valentina lo miró con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y desesperación.—Esto es una locura, Valentina. Por dos razones: soy tu maestro y tu tío.Valentina alzó la barbilla, su expresión desafiando cualquier intento de razón.—No eres mi tío de verdad —respondió con firmeza—. Y lo de profesor a ti no te importa. Angela también es tu alumna.A