La tensión en la sala de espera del hospital era palpable. Valeria, Valentina, Bastián y Alexandre se sentaron juntos, sus rostros reflejando una mezcla de ansiedad y desesperación. Las luces fluorescentes brillaban fríamente, intensificando la sensación de irrealidad. El silencio sólo se interrumpía por el sonido intermitente de pasos apresurados y voces distantes de médicos y enfermeras.Valeria y Valentina se aferraban de las manos, buscando consuelo la una en la otra. Bastián caminaba de un lado a otro, incapaz de quedarse quieto, mientras Alexandre observaba la escena con una mirada preocupada, su mente trabajando febrilmente en busca de respuestas.Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, un médico salió del área de emergencias. Se dirigió hacia ellos con una expresión grave en el rostro. Todos se pusieron de pie al unísono, sus corazones latiendo con fuerza en el pecho.—Soy el Dr. Martínez —dijo el médico, mirando a cada uno de ellos—. Lamento informarles que sus p
En la penumbra del auto de Antony, Angela miraba a través de la ventana, observando cómo las luces de la ciudad parpadeaban en la distancia. Antony mantenía la vista en la carretera, sus manos firmemente sujetas al volante mientras el motor del coche rugía suavemente.—¿Cómo están Ava y Sebastián? —preguntó Antony, su voz baja y cargada de preocupación.Ella suspiró, volviendo su mirada hacia él. —Fueron envenenados —respondió con un tono sombrío—. La policía ya está investigando, pero aún no hay pistas claras de quién podría estar detrás de esto.Antony frunció el ceño, sus ojos se oscurecieron con una mezcla de ira y preocupación. —¿Quién podría hacer algo tan terrible? —murmuró, más para sí mismo que para su acompañante. Angela se encogió de hombros, apretando sus manos en su regazo. —No lo sé, pero quienquiera que sea, debe tener una razón muy oscura. Todo esto es tan... inesperado.Hubo un momento de silencio mientras Antony asimilaba la información. Luego, Angela se volvió haci
Ava y Sebastián finalmente regresaron a su casa después de un par de días en el hospital. Aunque aún se sentían un poco débiles, la calidez y familiaridad de su hogar les proporcionaron un alivio indescriptible. El aroma a flores frescas, que alguien había dispuesto en varios jarrones, impregnaba el aire y les daba la bienvenida con una sensación de paz renovada.Mientras Ava se acomodaba en el sofá de la sala, acariciando distraídamente una manta de lana, Sebastián revisaba algunos documentos que habían acumulado en su ausencia. La tranquilidad fue interrumpida por el sonido del timbre. Sebastián se levantó, sintiendo un leve mareo que pronto disipó, y abrió la puerta para encontrarse con Angelo.—¡Angelo! —exclamó Sebastián con una sonrisa—. Me alegra verte. Pasa, por favor.Angelo entró con una expresión de preocupación mezclada con alivio al ver a sus amigos de pie y en casa.—¿Cómo están? —preguntó, tomando asiento en un sillón frente a ellos.—Mejor, gracias a Dios —respondió Av
la puerta, la encontró en el elegante salón, donde los muebles antiguos y las cortinas pesadas le daban un aire de solemnidad y rigidez. Marie estaba sentada en su sillón favorito, con un libro en las manos y una copa de vino en la mesa a su lado.Al verlo entrar de esa manera, con el ceño fruncido y los puños apretados, levantó la vista y esbozó una sonrisa fría.—¿Qué te trae por aquí, Alexandre? —preguntó, dejando el libro a un lado.Alexandre cerró la puerta con un golpe seco y se acercó, su respiración agitada y sus ojos brillando con rabia contenida.—¿Cómo pudiste? —dijo, su voz baja pero cargada de indignación—. ¿Envenenar a Ava y Sebastián? ¡Eso no formaba parte de los planes! No voy a convertirme en un asesino, madre.Marie lo miró con desdén, su sonrisa desapareciendo lentamente.—Merecen lo peor, Alexandre —respondió, con una voz que goteaba veneno—. Ellos mataron a tu padre. Son los verdaderos asesinos aquí.Alexandre sacudió la cabeza, acercándose más a ella, su figura i
Antony caminaba por los pasillos de la universidad, su mente sumida en un torbellino de pensamientos y preocupaciones. Las sombras de la reciente revelación sobre el envenenamiento de Ava y Sebastián lo perseguían, y la complejidad de sus sentimientos hacia Angela lo mantenía en un estado de constante tensión. Sin previo aviso, una mano firme lo agarró del brazo y lo jaló con fuerza hacia una de las habitaciones del conserje. La puerta se cerró con un golpe seco detrás de él, sumiéndolo en una penumbra sofocante.—¿Qué demonios estás haciendo, Valentina? —exclamó Antony, su voz una mezcla de sorpresa y furia contenida.Valentina lo miró con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y desesperación.—Esto es una locura, Valentina. Por dos razones: soy tu maestro y tu tío.Valentina alzó la barbilla, su expresión desafiando cualquier intento de razón.—No eres mi tío de verdad —respondió con firmeza—. Y lo de profesor a ti no te importa. Angela también es tu alumna.A
Alexandre llegó a la casa Montenegro y se dirigió hacia el jardín, donde encontró a Ava regando algunas plantas. El sol del atardecer iluminaba el lugar, creando un ambiente tranquilo y acogedor. Ava, con su rostro sereno y concentrado en su tarea, no notó de inmediato la presencia de Alexandre.—Buenas tardes, Ava —dijo Alexandre con una sonrisa, acercándose.Ava levantó la mirada y sonrió al verlo.—¡Alexandre! Qué sorpresa verte por aquí. ¿Cómo estás? —preguntó mientras dejaba de regar las plantas y se acercaba a él.—Estoy bien, gracias. Pero quería saber cómo te encuentras tú —respondió Alexandre, su tono reflejando genuina preocupación.Ava asintió con una leve sonrisa.—Me encuentro bien, mejorando cada día. Gracias por preguntar.Alexandre asintió, notando la fortaleza en su voz.—Me alegra escuchar eso. También me enteré de que ahora eres el novio de Valeria.Ava sonrió aún más, su expresión se suavizó.—Sí, así es. Valeria me lo contó, y debo decir que me siento muy feliz po
—No puedo imaginar lo difícil que debe ser para ti, Alexandre. Pero no estás solo. Estoy aquí contigo —dijo Valeria, susurrando contra su cuello.Alexandre cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de consuelo que Valeria le proporcionaba. Había algo en su abrazo, en la forma en que lo sostenía, que hacía que todo lo demás se desvaneciera momentáneamente.Cuando Valeria se separó ligeramente para mirarlo a los ojos, Alexandre sintió una necesidad urgente e inexplicable. Había estado luchando con este sentimiento durante días, una necesidad que no entendía completamente, pero que ahora era imposible de ignorar. Miró los ojos de Valeria, sus labios ligeramente entreabiertos, y antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia ella.El beso fue suave al principio, una simple conexión de labios, pero pronto se intensificó. Alexandre sintió una oleada de emociones mezcladas: alivio, deseo, y una profunda conexión que no había sentido antes. Valeria respondió al beso, sus manos subie
La oficina de Sebastián era un santuario de orden y precisión. Desde el brillante escritorio de caoba hasta las paredes decoradas con certificados y premios, todo reflejaba el éxito y la diligencia del hombre que la ocupaba. Sin embargo, la serenidad de ese espacio se vio bruscamente interrumpida cuando su teléfono sonó con insistencia. Era Martha, su asistente, con una urgencia en su voz que nunca había escuchado antes.—Sebastián, tienes que venir a la empresa de inmediato. Bastián ha decidido invertir en una nueva empresa y... ha perdido una gran suma de dinero.El mundo de Sebastián se sacudió. Sin perder un segundo, se levantó y salió de su despacho, su mente llena de preguntas y temores. Conducía con rapidez, cada segundo aumentando su ansiedad. ¿Cómo podía haber sucedido esto? ¿En qué estaba pensando Bastián?Al llegar a la empresa, su corazón latía con fuerza. Subió a grandes zancadas las escaleras hasta la oficina de su hijo. Bastián estaba sentado detrás de su escritorio, la