Extraño placer

—¡Que dijiste! —frunce el ceño molesta por mi respuesta —¡Como te atreves!…

— Querida, déjame darte la noticia personalmente. Solo es una gastritis y viviré por muchos, muchos años con Abel, aunque las perras se revuelquen en sus guaridas.

—¡Como te atreves!...

El hermano de Abel aparece y nos mira fijamente y ella comienza a decirle que la ofendí.

—¿Perdón?, pero no comprendo, ¿Cómo te ofendi?. Lo único que dije es que mi enfermedad es solo una gastritis y que viviré por muchos, muchos años con Abel, aunque las perras se revuelquen en sus guaridas. —hago un gesto de sorpresa. —Ups, perdón, no sabia eso.

Siento que desfallezco, pero él me sujeta con firmeza.

—Por eso estas gorda. —escupe con rabia y claro que me afectó —Ya me imagino como te pondrás si tienes otro.

Me solté de su agarre cabreada, cerca de su cara le sonrío haciéndola enfadar pero aun falta la cereza al pastel.

—Si, tienes razón, pero él prefirió a esta gorda y no a un cuerpo “perfecto” y es eso lo que te duele, ¿no? —
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