—¿Todo listo por aquí? —Samara alzó la mirada y luego cerró la laptop. —Sí… —Ella tomó su bolso y luego salió del escritorio—. Vamos… Iván le señaló que pasara delante de él, y cuando estuvieron cerca de la recepción, antes de meterse dentro del elevador, ella se giró hacia Claudia para decir: —Nos vemos en un rato… —la asistente afirmó, y luego volvió la vista a su computadora, mientras Iván se apresuró a hundir el botón para bajar. —Te encantará el lugar… —¿Ya fuiste? —preguntó Samara como por iniciar un tema. —Sí, un par de veces… ¿Te gusta el sushi? Ella asintió. Había conocido este tipo de comida por André, de hecho, este era uno de los platos favoritos de él. Cuando caminaron por el edificio, Iván hizo como si fuera al estacionamiento subterráneo, pero Samara intervino. —¿No dijiste que queda a unas cuadras de aquí? —el hombre asintió confundido. —Si… dos cuadras… —¿Entonces? ¿Por qué no vamos caminando? —Iván sonrió detallándola. —Claro… este es tu forma ¿no…? Vamos
—Señor Roussel… definitivamente todo ha sido en vano… No hay nada… es como si, me atrevo a decir, sus datos hubiesen sido puestos de forma diseñada… Pierre arrugó el ceño, y luego respiró un poco preocupado. No era que estuviera infeliz con la vida nueva de André, pero era imposible no querer saber, cuando todo era tan repentino, y la conducta de su nieto era tan extraña. Por supuesto, era evidente que André quería a su pequeña Samara, y quizás este era el momento de dejar todo como estaba. —Puedo sugerirle algo… —él alzó la vista hacia Adam mientras sus pensamientos se interrumpieron. —Puedes decirme, pero debes darte prisa, pronto mi nieto llegará con su esposa, hoy iremos a cenar juntos. —Bien… no tomaré más de lo debido, señor, pero… ¿Podemos dar con su huella dactilar…? Esto es lo único que nos garantiza en los sitios privados. Tengo varios contactos dentro de la policía nacional, y con su huella podremos obtener sus datos en un santiamén… Pierre dudó por un momento, pero e
—Buenos días… —Tanto el abuelo como Samara se giraron hacia André, que entró al comedor principal, y luego vino a saludar a su esposa con un beso en la frente. —Buenos días… —ambos respondieron, entre tanto se dieron una mirada de cómplices. Era 2 de octubre, el día en que André estaba cumpliendo años, pero se habían jurado aguantarse las ganas, porque ya habían hecho mucho como para sorprenderlo y arruinar su trabajo y esmero. Estas dos semanas que pasaron, Samara incluso faltó al trabajo algunas veces para organizar todo en detalle como ella quería. Habían decidido finalmente que la recepción se haría en la casa. Los padres de André llegaban al medio día, y Laurent los iría a recoger al aeropuerto con la orden de que no dijera nada. Samara también había enviado a preparar un pastel con todo de chocolate, ya que era el único dulce que a André le gustaba, y comía mucho. El abuelo le recomendó un vino especial para la cena, y habían contratado a uno de los mejores chefs de sushi de
Samara asistió a la reunión con Iván, pero ella se fue con Laurent en su auto aparte, y luego se reencontraron en el edificio de la corporación, quienes habían ofrecido una cantidad sustanciosa, para un nuevo colegio de niños varones. Samara trató de anotar todos los puntos importantes en su pantalla, pero era imposible que André no saliera de su cabeza. Tenía una extraña sensación en el estómago, como si toda la clama en su sistema, de un momento a otro fuese a sufrir un colapso. Respiró varias veces escuchando como Iván controlaba la conversación, y también se dio cuenta de que el hombre era un león para los negocios como su abuelo se lo había descrito. En la salida del edificio se detuvieron en las puertas del auto, y Laurent solo se giró hacia atrás, cuando Iván la llamó para que se detuviera. —¿Tienes mucha prisa? Podemos comer… quiero decir, buscar a Sophie… Ella negó rápidamente, ofreciéndole una sonrisa. —No, Iván, de hecho, Sophie sabe que no regresaré a la empresa… teng
Cuando André terminó de gritar y sacar toda su frustración, unos sollozos se escucharon afuera, y de inmediato, hundió el botón para aclarecer el vidrio… Connor se giró al instante y se quedó de piedra cuando Pierre tenía a Samara en sus brazos, y ella perdía el equilibrio. La angustia atrapó su garganta al saber que definitivamente habían escuchado todo, y no tuvo que girar hacia André para saber que él estaba congelado. —Samy… —André susurró dando un paso fuera de su escritorio, y aunque el abuelo trató de tomar a Samara para retenerla en sus brazos, ella se quitó del agarre, y rápidamente corrió hacia el ascensor—. ¡¡¡Samara!!! El grito en forma de súplica, y con un tono desesperado, llegó a sus oídos… sin embargo, toda la desesperación de ella, hizo que no se detuviera. Con los dedos temblorosos hundió los botones, porque aún estaba activada la llave para dirigir el aparato. Y con los nervios para cerrar, ella solo pudo tocar el botón del estacionamiento subterráneo que era exc
Samara observó la taza caliente que estaba en sus manos, unas horas después de haber llegado a esta enrome casa. Tenía una manta en sus hombros, y sabía que su rostro se veía tan deplorable como se sentía por dentro. Había llorado durante horas. Simplemente, no pudo dejar de hacerlo, y en medio de esto, Sophie le había aconsejado tomarse unas pastillas, que ella le aseguró no le harían daño. Su cuerpo ahora se sentía más liviano. Tenía una venda en su tobillo que hizo un médico que la revisó por petición de los Walton, y el mentol, aún penetraba su pie. Podía notar como sus pies estaban algo sucios, o como parte de sus nudillos estaban raspados por la caída. Sus ojos estaban demasiado hinchados, pero el sonido de las llamas quemarse en la chimenea de la gran sala, hicieron que su mirada se situara en ese rojo ardiente, y su corazón se volviera a estrujar. El que las lágrimas volvieran a aparecer, hizo que el ardor en sus parpados, fuera profundo. —Sé que no quieres hablar de nada
Fue por la noche cuando Sophie llevó, con ayuda, a Samara hacia el jardín para que tomara un poco de aire, porque estaba un poco preocupada por ella. Había comido muy poco, y la mayor parte del día en que se escurrió para ver su estado, la escuchó sollozando como si su alma se apagara cada vez. Sophie no había salido de su casa, pero supo por Michael que por la mañana, cuando Samara aún dormía, André Roussel lo había llamado para exigir entrar para buscar a su esposa. Lo amenazó con demandas y todo tipo de juegos sucios con lo que sabían, el hombre se manejaba, pero Michael no se doblegó a su voluntad, y cedió a la petición de Sophie en dejar que la misma Samara saliera de la casa, por su propia cuenta. Ella mandó a preparar chocolate y unos dulces esta vez, para ver si Samara se animaba un poco, y justo cuando se sentaron en la mesa del jardín, mientras la noche era estrellada, Michael se unió a ellas, aunque Sophie no sabía si ella se iba a incomodar con su presencia. Le parecía
«Su corazón es demasiado fuerte, porque este fue otro infarto… No puedo darles muchas esperanzas, el señor Pierre… está muy débil… solo podemos esperar…» La frase se repetía en la mente de André desde ayer en la noche, entre tanto, una noche después, aún seguía pegado a la puerta de la UCI, con las mismas noticias desesperanzadoras. Recostó su cabeza, mientras sus ojos ardieron, lo hicieron tanto que los restregó de inmediato. —Si mi padre… —Francois apretó las palabras en su cara, pero André caminó dejándolo solo en el instante—. Te juro que dejarás de ser mi hijo, André… lo juro… Se alejó del pasillo, y se fue a la terraza de la clínica para sumergirse en la oscuridad de la noche. En su mente solo pudo recordar los susurros de Samara, cuando rezaba todas las noches, y pedía por una familia que no era la de ella, en especial por el abuelo. «¿Por qué no podía escucharlo? ¿Por qué no quería?», si lo conocía lo suficiente, se daría cuenta de que dijo todo eso por no parecer débil d