Este capítulo es dedicado a SAM, tus expresiones, son únicas.
—¿Me llamaste? —Connor llegó a una oficina privada, que André tenía dentro de su casa, cuando eran la una de la madrugada. Su guardaespaldas pudo ver que André estaba llenando nuevamente su vaso, y por la botella casi vacía, dedujo que tenía bastante tiempo bebiendo. También era destacable que toda la oficina en la planta baja estaba llena de humo. —Connor… estoy a horas de casarme… —la lengua de André era un poco enredada, pero Connor podía jurar que nunca lo escuchó hablar con tanta seriedad. Ahora mismo no estaba sonriendo, ni tenía su mirada maliciosa. Entonces Connor decidió por servirse un trago también y sentarse en su frente esperando para saber qué tenía por decir. —Lo sé… también me diste una invitación que decía “Connor y Kamile” En ese momento André soltó una carcajada amplia y luego aspiró de su puro para negar. —Realmente soy una mierd@, no tienes que decírmelo, pero no puedes negar que fue original, la cara de Kamile decía que quería matarme… pero en serio Connor,
Samara comenzó su caminata junto a Pierre, que sostenía su mano como si quisiera protegerla del mundo, mientras alzaba su cabeza hacia delante, sin un velo en su cabeza y con el buqué de calas, que Kamile había preparado para ella. El motivo del velo, tenía mucho sentido ahora. Anteriormente, este representaba su pureza, y sobre todo, el respeto que tenía a Alá en su cultura. La diseñadora le había dicho que no necesitaba uno para mostrarle al mundo sobre su inocencia, y tenía mucha razón. Además, este era un cambio radical que estaba haciendo su vida, y se conformaba con que Alá conociera su corazón. Ella desvió de vez en cuando la mirada a sus lados, y solo podía notar los ojos incisivos de toda la gente en ella, y justo cuando estuvo por llegar a ese lugar junto André, se dio cuenta de que, en la parte derecha, en las dos primeras filas, estaban esas personas, que André había contratado para hacer pasar como su familia. Le impresionó que dos niños de unos 8 y 9 años la saludaran
—Son unos viejos amigos, Samara… incluso creo que… es a Sophie con quien te comparé el otro día, ¿No creen que es una coincidencia? —André frunció el ceño ante la comparación de su abuelo, y en ese momento reparó mejor en la fisionomía y el rostro de esa mujer delante de ellos. Él parpadeó varias veces cuando Sophie observó a Samara con sus orbes verdes, que incluso la detallaban por mucho tiempo. ¿Por qué la miraba con tanto interés? —Creo que tenemos que irnos… —André tomó la mano de Samara, pero Sophie le pidió que esperara. —Disculpa… lamento interrumpirlos… ¿De qué parte de Estados Unidos eres? —Samara abrió su boca, para responder sin poder apartar la mirada de ella, ya que de alguna forma parecían sus mismos ojos, sin embargo, fue André quien intervino. —Virginia… Sophie se giró hacia Michael, que le decía algo con los ojos y después negó. —Mucho gusto, señor y señora Walton… —Samara extendió su mano, y en ese momento Sophie detalló su mano extendida, y la tomó de prisa.
Samara pensó lo peor. Toda su mente se resumió a las revistas y los artículos, las descripciones que habían hecho del millonario, y sus gustos sacados de la normalidad, vinieron a aterrarla. —No quiero que me lastimes… —ella expresó de forma baja, mientras André vio como sus labios temblaron. El hombre frunció su ceño, y luego llevó sus dedos para acariciar sus mejillas mientras negó. —No voy a hacerte ningún daño… —Entonces… ¿Para qué es esta corbata? —André sonrió para ella, y luego tomó su nuca para darle un beso intenso. —Es para tus manos… necesito que no reprimas nada en nuestro acto… pero deseo que observes con detalle todo lo que voy a hacerte… —Samara abrió los ojos mientras dio un trago. —Pero… ¿Para qué atar mis manos? —Porque vas a querer quitarme todo el tiempo, tu pudor necesita acostumbrarse a mí… pero será solo un momento, hasta que tu cuerpo desee tocarme… Samara sintió un alivio tremendo, aunque aun su cuerpo temblaba, y cuando André hizo que ella se levantar
André tomó una calada larga a su puro, y luego expulsó el aire, que se vio extendido por todo el cuerpo desnudo de Samara, y que ahora reposaba en la cama totalmente dormida. Había tenido una dosis de tres sesiones de sexo, suave, y sutil con su dulce Samara, dosis que pensó perdería el control, pero se abstuvo hasta el último momento. Ahora solo la observaba en silencio mientras se complacía en como todo el humo que soltaba en dirección de su cuerpo, se esparcía por toda ella. Era su cuerpo ahora, suyo para dar rienda suelta a todo lo que su mente maquinaba. Pasó un trago y masajeó su sien cuando sintió de nuevo el palpitar de su miembro. —Vaya… vaya… —se quedó intrigado por todas estas nuevas sensaciones, y porque jamás pensó que esta inocencia, pudiera interesarlo más que cualquier otra cosa. ¿Cómo se vería ella cuando la embistiera de forma dura? ¿O como se vería cuando la pusiera encima de su dorso y la instara a que se moviera encima de él? ¡Joder! Probar a Samara solo ha
—No me interesa, Connor, espero saber de ese maldit* cuando vuelva a New York… es todo… —Samara parpadeó varias veces, mientras se acostumbró a la luz del día. Ahora mismo miraba la espalda desnuda de André, y también observó cuando él colgó la llamada y tecleó con su teléfono, mientras llevaba la mano a su pelo para colocarlo en su lugar y quitarlo de su frente. Habían llegado ayer por la noche a Hawái, y lo que Samara esperó, fue un hotel de lujo, gente a su alrededor, y una bienvenida como ahora sabía que recibían a André en todos los lugares. Pero esto no fue así. Después del avión, tomaron un helicóptero a un complejo retirado de los hoteles y la ciudad de Hawái, y ahora se encontraban en una ciénaga al otro lado de la isla, en una casa ubicada frente a la playa. Por supuesto, había gente que venía a atenderlos durante algunos horarios, eso es lo que recordaba ella de anoche, justo cuando intentó comer algo de lo que trajeron para ellos, pero no pudo tocar nada de la comida.
Ambos llegaron a la casa de playa chorreando el piso de madera, mientras André hacía caer a Samara hacia la cama y abría sus piernas en el momento. La sesión de la playa había sido exquisita, pero incómoda, y resbaladiza. Ahora ni siquiera sabía cómo había podido controlarse para salir de ella justo cuando estaba por terminar, y para cuando Samara lo besó sin prepararlo, todo su líquido había salido disparado sin tener un control absoluto de la situación. Se sentía frustrado, pero la caída del sol, las velas encendidas, y la oscuridad que apremiaba el lugar, se habían confabulado para dar rienda suelta a su extremo deseo, por esta mujer que todavía no entendía del todo. Tampoco podía comprender por qué esto que lo mataba por dentro no se extinguía rápido, se suponía que iría menguando cada vez que se la follara, y a estas alturas estaba a terriblemente confundido, tal y como cuando observaba esa mirada que, de un momento a otro, le hacía cambiar el panorama y sus mismas reglas. Y
—Nunca voy a olvidar Hawái… —Samara se recostó el hombro de André mientras el auto iba en camino hacia el aeropuerto, y el millonario estaba perdido en sus pensamientos. Asintió hacia ella un poco serio, y luego dirigió su mirada a la ventanilla. Él tampoco iba a olvidar Hawái, y la confusión que sentía muy dentro de sí, se lo confirmaba a cada segundo. Subieron al avión unos minutos después, y se sentaron juntos esta vez, sin embargo, André deseaba llegar pronto a New York, porque de seguro esta separación entre Samara, el trabajo y él, iba a asentar sus pensamientos. —¿André? —su cabeza se giró cuando y en sus manos divisó una revista—. ¿Te parece si busco hacer algo en New York? Su ceño se profundizó ante la confusión. —¿Hacer algo? —ella asintió dejando la revista. —Sí… quiero decir, trabajar en alguna cosa… Hice mi primaria y secundaria, pero… he trabajado toda mi vida. El millonario apretó su mandíbula. —Y… ¿Qué quieres hacer? Samara mordió su labio, y él se dirigió a e