Este capítulo es dedicado a Angellus Rubalcava, siempre amo tus comentarios, son únicos.
Samara estaba colocando los platos junto a Ana, mientras el abuelo se acomodaba sonriente en la esquina de la gran mesa. Ella volvió la mirada al reloj antiguo que había en la esquina del lugar, y se sintió realmente angustiada porque André no hubiese llegado hasta ahora. Había llamado a Connor para comprobar si era posible que llegara a la cena, y este le había mencionado que salió antes de las seis del edificio Roussel, pero el reloj ya estaba por marcar las ocho. —La señorita Samara hizo este postre especial de manzanas… —comentó Ana terminando de servir, y en ese momento, Samara se giró hacia Pierre para sonreírle. —No creo que a André le guste verte haciendo estas cosas… Ella negó. —Me aburro sin hacer nada… estoy acostumbrada a trabajar… —¿A sí? Recuerdo que André me comentó que se conocieron en tus pasantías, pero aún no defino que es lo que estudiaste… Samara abrió los ojos cuando se dio cuenta de su error, y apretando los ojos, se apresuró en tomar asiento, mientras Ana
—¿A dónde iremos? —Preguntó Samara en el asiento de copiloto, mientras André apretaba su mano y le sonreía. —Vamos a un mirador… es el mirador Edge, una de las torres más altas de la ciudad. Por lo general, está repleto de gente, pero lo reservé para nosotros dos… hay algo que tenemos que discutir antes de la boda. Samara sonrió sin tener la mínima idea de cuál era ese mirador, y tampoco el asunto del cual tenían que hablar. Sonrió para André, mientras él hacia lo que ahora era costumbre para ella. Daba un beso cálido en el dorso de su mano. Esta semana, y los días que habían transcurrido en esta ruidosa ciudad, se habían vuelto un sueño para ella. No podía siquiera describir todo lo que estaba pasando en su alma con respecto a André, y lo único que tenía para decir, es que quería estar con él todo el tiempo posible. Cuando se iba al trabajo por la mañana, y ella se quedaba con su amiga de la universidad, Kamile, hablaban por mensajes de texto durante el día, y por la noche, el mi
—Si me sigues mirando de esta manera, no llegarás pura a tu noche de bodas, lo juro… —Samara parpadeó reprimiendo su sonrisa, y luego aclaró su garganta. —Quiero responder a lo que me preguntaste. —No lo he olvidado, solo te estoy dando tiempo. Entonces, ¿por qué el silencio? —Es porque de nuevo tengo miedo… André dio una fuerte aspiración, y luego con la mano pidió que alguien viniera. Samara se acomodó a su lado del sofá, y aunque a André le fastidió que se bajara de sus piernas, se quedó esperando que llegaran con un vino para ellos. Esta vez Samara no refutó, y antes de que el mismo sirviera una copa, llevó el pico de la botella a su boca, y dio un trago para probarlo. —Está perfecto… Todos sus modos, simplemente desarmaban a Samara, y aunque nunca había usado la palabra ni siquiera en sus pensamientos, era imposible negar que André era extremadamente sexy. Él podía mover esos hilos que jamás pensó que existían. No solo despertaba su parte sexual, André podía remover inclu
—Esto no debería ser permitido… —Samara se giró hacia Pierre que estaba sentado delante de ella mirándola con ensoñación. Le ofreció una sonrisa sincera, y luego volvió la mirada al espejo para ver cómo todo su vestido, se acoplaban a su cuerpo esbelto. Sus ojos estaban nublados por la emoción. Se sentía fuera de este mundo, en definitiva, mientras los nervios en su estómago estaban al límite porque solo quedaban dos días para la boda. Su vestido blanco tenía muchas capas que se extendían a lo largo después de su cintura, pero el diseño que habían hecho para ella, era totalmente arte para admirar. Debajo de todo él, había un cubrimiento delicado en seda que se ajustaba sutilmente a su piel para que el roce de las capas no irritara su cuerpo, y en su pecho tenía un estilo de pedrería que se extendía a sus mangas junto con el encaje elaborado y estilizado. También tenía un escote en la espalda, y según su estilista, ella debía entonar el diseño con un moño de novia en su cabello, p
—¿Me llamaste? —Connor llegó a una oficina privada, que André tenía dentro de su casa, cuando eran la una de la madrugada. Su guardaespaldas pudo ver que André estaba llenando nuevamente su vaso, y por la botella casi vacía, dedujo que tenía bastante tiempo bebiendo. También era destacable que toda la oficina en la planta baja estaba llena de humo. —Connor… estoy a horas de casarme… —la lengua de André era un poco enredada, pero Connor podía jurar que nunca lo escuchó hablar con tanta seriedad. Ahora mismo no estaba sonriendo, ni tenía su mirada maliciosa. Entonces Connor decidió por servirse un trago también y sentarse en su frente esperando para saber qué tenía por decir. —Lo sé… también me diste una invitación que decía “Connor y Kamile” En ese momento André soltó una carcajada amplia y luego aspiró de su puro para negar. —Realmente soy una mierd@, no tienes que decírmelo, pero no puedes negar que fue original, la cara de Kamile decía que quería matarme… pero en serio Connor,
Samara comenzó su caminata junto a Pierre, que sostenía su mano como si quisiera protegerla del mundo, mientras alzaba su cabeza hacia delante, sin un velo en su cabeza y con el buqué de calas, que Kamile había preparado para ella. El motivo del velo, tenía mucho sentido ahora. Anteriormente, este representaba su pureza, y sobre todo, el respeto que tenía a Alá en su cultura. La diseñadora le había dicho que no necesitaba uno para mostrarle al mundo sobre su inocencia, y tenía mucha razón. Además, este era un cambio radical que estaba haciendo su vida, y se conformaba con que Alá conociera su corazón. Ella desvió de vez en cuando la mirada a sus lados, y solo podía notar los ojos incisivos de toda la gente en ella, y justo cuando estuvo por llegar a ese lugar junto André, se dio cuenta de que, en la parte derecha, en las dos primeras filas, estaban esas personas, que André había contratado para hacer pasar como su familia. Le impresionó que dos niños de unos 8 y 9 años la saludaran
—Son unos viejos amigos, Samara… incluso creo que… es a Sophie con quien te comparé el otro día, ¿No creen que es una coincidencia? —André frunció el ceño ante la comparación de su abuelo, y en ese momento reparó mejor en la fisionomía y el rostro de esa mujer delante de ellos. Él parpadeó varias veces cuando Sophie observó a Samara con sus orbes verdes, que incluso la detallaban por mucho tiempo. ¿Por qué la miraba con tanto interés? —Creo que tenemos que irnos… —André tomó la mano de Samara, pero Sophie le pidió que esperara. —Disculpa… lamento interrumpirlos… ¿De qué parte de Estados Unidos eres? —Samara abrió su boca, para responder sin poder apartar la mirada de ella, ya que de alguna forma parecían sus mismos ojos, sin embargo, fue André quien intervino. —Virginia… Sophie se giró hacia Michael, que le decía algo con los ojos y después negó. —Mucho gusto, señor y señora Walton… —Samara extendió su mano, y en ese momento Sophie detalló su mano extendida, y la tomó de prisa.
Samara pensó lo peor. Toda su mente se resumió a las revistas y los artículos, las descripciones que habían hecho del millonario, y sus gustos sacados de la normalidad, vinieron a aterrarla. —No quiero que me lastimes… —ella expresó de forma baja, mientras André vio como sus labios temblaron. El hombre frunció su ceño, y luego llevó sus dedos para acariciar sus mejillas mientras negó. —No voy a hacerte ningún daño… —Entonces… ¿Para qué es esta corbata? —André sonrió para ella, y luego tomó su nuca para darle un beso intenso. —Es para tus manos… necesito que no reprimas nada en nuestro acto… pero deseo que observes con detalle todo lo que voy a hacerte… —Samara abrió los ojos mientras dio un trago. —Pero… ¿Para qué atar mis manos? —Porque vas a querer quitarme todo el tiempo, tu pudor necesita acostumbrarse a mí… pero será solo un momento, hasta que tu cuerpo desee tocarme… Samara sintió un alivio tremendo, aunque aun su cuerpo temblaba, y cuando André hizo que ella se levantar