Azaleia —¿Es esto realmente necesario?— pregunto con esperanza de que me diga que hay una salida, una forma de evadir esto. Pero Brock parece estar en peor estado de ánimo que yo. —Créeme cuando te digo que preferiría estar batallando con Gusano y que me caigan a flechas que ver a esos nobles insoportables de nuevo. Tuve que dejar a Areta en las salidas porque no dejaba de gruñir a todos, y no la culpo— dice él, sentado en la cama, abatido. Yo pensaba que Layne y mi esposo exageraban pero los nobles eran malos. Muy malos. No solo eran vacíos, frívolos y de mal, sino que eran pequeños abusadores y maltratadores. Realmente generar y difundir rumores era un vicio del que ellos no parecían salir, incluso lo disfrutaban y cada vez armaban más y más complicados chismes. Pero ahora, por si fuera poco las reuniones con los nobles… ahora nos invitaban a reuniones, pero separados. Era un tormento. Pasábamos mitad del día él con los señores, yo con las damas. Solo para reencontrarnos en las
Azaleia Brock estaba que mataba a alguien, caminaba de aquí para allá averiguando qué hacía Hilda aquí. —Mi hermano debe odiar que yo tenga un título mayor que él, tiene que estar metido en esto con ella. Además, mi padre parece empeñado en colocar a Roldán de Conde, sería su pedido, dejar su legado a mi sobrino— me decía mi esposo mientras bailábamos. —¿De verdad?— pregunto atónita, sería un gran desplante del Conde a su hijo favorito. —Sí, claro que no es tan fácil, además Roldán es menor de edad, Heral podría ser Conde y protector y preparar a su hijo. Pero como ya habrás visto, mi hermano no es muy paternal que digamos — dice. Debo decir que siempre vi a Layne y a Brock mucho más preocupados por el chico. No sé si Heral tiene algún cariño por alguien más que por el mismo, realmente. Pienso, mientras Brock coloca una mano dentro de mi vestido, a través del escote de la espalda, erizando mi piel. —Brock…por favor— le susurro al oído lo más que puedo. Estamos en una fiesta de
Brock Azaleia había tenido su dosis de señoras terribles, Hilda y demás desastres, y yo ahora tenía la mía. Los supuestamente señores nobles, de sangre de los primeros hombres en la tierra, en teoría, eran unos asquerosos. Hablaban de sus amantes, como si sus familias no valieran nada, ir respetando a sus casas, y … dando a entender que las mujeres eran unos animales inferiores. Yo estaba callado, en una esquina, básicamente echando chispas. Estos señores se atrevían a hacerme preguntas íntimas y personales de mi esposa ¡MI ESPOSA! ¿Cómo se atreven? Querían saber si era tan bella y adorable como se veía, o si se dejaba hacer lo que yo quisiera… ya ahí estaba rojo al punto de infartarse o meter mi mano en sus pechos e infartarlos a ellos. Alguno incluso llegó a sugerir que me casé con ella porque ya había sido tocada por otros hombres. Por el cielo estrellado más sagrado… ¿cómo no los maté? No lo sé. Solo sé que Areta se paraba cerca de mis piernas rugiendo. Ellos me miraban con
Azaleia Él no tiene idea de las cosas que provoca en mí. Estoy recostada sobre su pecho, acariciando suavemente las heridas en su torso. Brock pareciera que fuera de otra especie, es tan grande, tan fuerte, tan maravilloso que a veces no puedo creer que estemos hechos de la misma carne, sangre, huesos. —¿Te sigues riendo de mí?— pregunta él, su voz suena deliciosamente ronca. Es casi medianoche, debe haber varias fiestas en el palacio, pero aquí estamos nosotros… en nuestro propio edén personal. Yo sonreí, recostada en su piel. —Quizás…— digo, él me contesta con un gruñido, lo que me hace más gracia — No creí que fueras tan fácil de convencer— confieso. —Como que si no supieras que eres mi punto débil— dice él como si nada. Me siento sobre él. —Así que soy el punto débil del gran Brock de Haggard ¿es eso cierto?— le digo sonriendo aparentando ser inocente. —Duque de Bousquet y Haggard para todos. Para ti… — dice de forma engreída, toma una de mis manos y besa mis dedos— Para t
Brock Huiremos a Miraes primero y luego quizás a casa, probablemente al castillo Haggard. Como último plan, podríamos quedarnos en el bosque. Teníamos a nuestros criados y a los soldados y no quería perder a nadie, por las estrellas más sagradas. Mi escritura era nerviosa y mis manos se manchaban de tinta del esfuerzo. Creo que nunca había estado tan desesperado en mi vida. Blatta y el Barón de Garbarán. Debí haberlo supuesto. Esa cucaracha y ese otro insecto. Me hierve la sangre y le rezo a la Diosa que me dé la oportunidad de matar a Blatta con mis propias manos, de herirlo y ver como la vida desaparece de sus ojos. ¿Pero qué intentarán? Esa era la gran duda.“Tenemos que seguir con el otro plan” decía el Barón. Apostaría que es uno más descabellado y por fuera de la ley y buenas costumbres de los nobles. Por eso tendríamos que salir de aquí, cuanto antes. No había otra opción. Es ya muy temprano cuando pongo al tanto a Dashi y a mis soldados de mis planes. Lo primero que
Brock El emperador ni siquiera se quedó más de diez minutos, pero nos han pedido los guardias a todos que nos quedemos hasta que él vuelva. Y cada vez que me acerco a la puerta simplemente hay dos soldados con lanzas impidiendo. Soy un rehén, o somos, pero nadie parece notarlo, sino yo. De repente los guardias nos dicen que el emperador está en otros asuntos. Salgo despedido del lugar de reunión, lo más disimuladamente que puedo hacia el carruaje, el camino es largo y en silencio maldigo este palacio tan innecesariamente grande. Cuando ya estoy casi a la vuelta empiezo a apurar mis pasos con premura, está todo más solo, espero que nadie me esté viendo. Es de noche, las estrellas están ya en el firmamento, pero no hay luna, o por lo menos no sé ve, lo que es una pésima señal. Sin luna no hay esperanza, decía mi madre, y siento un escalofrío por mi cuerpo. —Duque… lo estábamos buscando— me dice un soldado que aparece —Su esposa, la Duquesa le dice que la espera en su cuarto. Se est
Azaleia Ha pasado demasiado tiempo y Brock no ha vuelto. Cuando voy a ver dónde está él, ni me acerco… siento que alguien detrás de mí, pero no me da chance de voltearme. Me sujeta, intento luchar, pero colocan algo en mi boca y mi nariz, como si una mano me tapara y no me dejara respirar. Me esfuerzo por zafarme, con todas mis fuerzas, pero es mucho más fuerte… y en menos de lo que pienso, dejo de ver a mi esposo, cierro mis ojos y he perdido el conocimiento. Cuando me despierto de nuevo, no sé cuanto tiempo ha pasado, pero solo sé que estoy en mi cama, en mi habitación. Hasta que de repente miro a todos lados y tengo frente a mí nada más y nada menos que al Barón de Garbarán, mirándome como si nada. —Duquesa… bienvenida de vuelta— dice con tono creído, como si él no estuviera en mi habitación y yo fuera su invitada. —¿Qué hace aquí en mi habitación? ¿Cómo… como llegué aquí?— —Ahhhh usted tuvo un pequeño desmayo, y me tomé el atrevimiento de traerla aquí, supuse que iba a es
Layne Finalmente, aquí estaba como un ratón de biblioteca, como me diría mi primo, y me encontré de una forma tan inmersa que no sé cuanto tiempo he estado sentado, leyendo libros, revisando el mapa, encontrando un par más y releyendo la correspondencia del Duque. Hasta que recibí una carta de mi señora emperatriz contándome algo importante. Su difunta madre le había pedido a Bousquet que investigara de la profecía, esto recién se lo había comentado uno de sus señores juramentados, a raíz de la muerte del Duque. El Duque siempre estuvo tras de esto, y se esforzó realmente en su tarea, como lo demuestra todas las correspondencias y libros que tenía guardado en el escondite en su escritorio, parecía que él había estado muy cerca… él mismo lo sabía. Solo me quedaba el tema del collar, ese dibujo que tenía el diario y que se parece al que tiene la estatua. Y Azaleia… el nombre de ella aquí, como una última palabra ¿Qué descubrió el Duque sobre ella? Hay menciones de Azaleia en var