Hola hola! ¿Qué piensan de este par? ¡Los leo! Bso Kika
BrockMerecer la confianza de Azaleia no iba a ser fácil. Y decía merecer, no ganar, porque tenía que tener que alcanzarla por mis propios méritos. Layne estaba más acelerado que nunca, iba de un lado para el otro y frecuentaba mucho el castillo, cosa que no era del todo anormal, pero tampoco algo muy común. Mi primo se asomaba y me hacía preguntas que francamente parecían casi ser un azar, tales como ¿Cuándo decidí mi símbolo del árbol torcido? ¿Por qué lo elegí? Preguntas para las que él ya tenía respuesta, por lo que menos entendía su afán de consultarme cosas que él ya sabe. Luego empezó a hacerme preguntas sobre el origen de Azaleia… de nuevo, ya él sabía todo lo que sé. Entonces comenzaba a preguntarle a ella y ella le decía lo mismo. Ella parecía estar más tranquila con tenerme cerca y no se había quitado el anillo que le di, lo cual era una buena noticia. Yo la observaba mientras íbamos en el carruaje a casa, cada mirada por la ventana, cada suspiro, cada movimiento de sus
Layne —Entonces… ¿No estás más cerca de descubrir de qué se trata la profecía que cuando te la dije? — yo suspiro —No lo sé tío… pareciera que estuviera contando las estrellas, y cada vez que creo que puedo lograrlo… aparecen más y más que contar— le contesto al Conde y él suspira. Estoy en la biblioteca del castillo tan perdido como otros días, entre libros, pergaminos, documentos y papeles tan viejos como este castillo, que ya no diferencio un día de otro. — Pero algo tienes ¿No? Hay aires de cambio Layne, lo percibo… y algo me dice que tiene que ver contigo— me dice viéndome con algo de suspicacia. —Tengo algunas ideas, y algo me parece que tiene que ver la Duquesa— le contesto. Él asiente, sus manos cruzadas en frente de él. —Creo que podrías tener razón… esa mujer… esa mujer no es normal. Y créeme que soy el primero en asombrarme de lo que te voy a decir, pero… ella es especial — dice e igualmente me sorprendo levantando mis cejas y abriendo bien mis ojos. —Lo es… solo qu
Brock —Estás perdido en tus pensamientos — me dice ella de repente. Estúpido Layne con sus profecías de porquería. A mí no me importaba si ella era una estrella que cayó del cielo, la diosa misma, un caldero de oro o cualquier tontería. Yo solo pensaba en que si algo le pasaba a ella… no me lo permitiría. —Es solo que tenemos que tener precaución ¿Serás cuidadosa? — le digo y tomo su cara entre las mías. —Júramelo mi flor — le digo con voz ronca. —Lo juro mi señor — dice suavemente y se inclina a darme un beso, lleno de promesas. Nunca me acostumbraré a como mi mundo parece sacudirse cuando ella me besa, como su boca roza a la mía, como hace unos sonidos maravillosos como si le gustara mi boca, el cómo sus manos se aferran a mi camisa y yo puedo sujetarla por la cintura cerca de mí para que no se aleje. Sus manos a veces se apoyan en mis hombros, como si fueran pequeñas flores en la montaña, en el prado viviendo bajo la luna. Azaleia me da los besos más sutiles del mundo, a
Brock—¿Azaleia estás….?— pregunto mientras la espero que salga de la habitación. Se estaba tardando mucho, Dashi se enfocaba en arreglarla. Ella está parada en el medio de la habitación mientras Dashi trabaja en su cabello y los gemelos ayudan al pie del vestido revisando el dobladillo. Azaleia brilla como un claro en medio del bosque. Parece una emperatriz. Una reina. Una diosa misma. No entiendo por qué la siguen acomodando si luce perfecta. Mi mirada va de arriba abajo de su figura de forma descarada y quisiera que mis ojos pudieran ver mejor, detallar cada curva y pliegue de su atuendo de un color verde claro, sus hombros descubiertos y brillando con destellos dorados, suaves rizos caen cerca de su pecho. — Señor— dice Dashi y los gemelos mientras hacen una pequeña reverencia y salen de la habitación para dejarnos solos. La criada se va sonriente de ver mi cara de idiota.—Si mi señor me sigue viendo así voy a morir de vergüenza… — dice Azaleia rehuyendo mi mirada.—Estás… in
Azaleia —Es una invitación oficial de la casa imperial, tiene la firma del propio emperador Markus Caelum— nos decía el Conde en una reunión llena de caras largas. —Padre… yo debería ir, es el momento de que los Haggards dejen de tener miedo y tomen el lugar que se merecen, entre las grandes casas del imperio— dice Heral. —Los Haggards irán… pero no a hacer lo que tú dices. — indica y pareciera que Heral quiere decir algo más, pero se contiene. —En cambio, ustedes no tiene opción, como Duques están obligados. Partirán cuanto antes— menciona él sin dejar espacio a réplica. —Lo sé… es peligroso, muy peligroso, pero confío en que estarán protegidos — dice. Luego de terminar, Layne nos hace señas para que nos reunamos ahora en su estudio. Un espacio mucho más agradable. —¿Qué tan mal es esto? — indica Brock solo de entrar en la habitación. —Es malo, pero, la ventaja es que los rumores han cesado un poco… lo han hecho muy bien. No sé hasta qué punto es correcto decir, que el pal
LayneOtro viaje, otros movimientos, este era mi día a día desde hace ya varios años desde que juré mi vida a la futura emperatriz, mi princesa. Mi destino no era tener casa, ni familia, ni esposa, ni hijos. Toda mi existencia era consagrada para ella, el objetivo claro era que ella llegue a al trono. Había hecho un juramento en el lecho de muerto a su madre. Me encargaría de que ella reinara, guiara y llevara a mejor puerto a este imperio, gobernar sobre todo este maltrecho imperio. Por ello ella era la solución, la esperanza, la promesa. Quizás la era de la noche llegará…y el mundo será otro, el nuevo anochecer prometido, como dice la profecía. El emperador había sido terrible, conquistas sin sentido, gente viviendo en situaciones precarias fuera de los límites del reino, pobreza, tristeza, hambruna sin igual. La emperatriz podría cambiar eso. Naiara Caelum. Mi emperatriz. Luz de Luna, la mujer destinada a ser la heredera de este reino, si la diosa Luna y las estrellas lo permiten
BrockHace ya días que salimos, nuestro destino para los próximos días era Miraes. Parece mentira que volvemos allá, tengo extraños recuerdos de la ida. Primero, se suponía que íbamos a llevar la palabra del Duque de Bousquet para nuestra reunión de consejo. Para llegar ahí y encontrarnos con que todos estaban muertos y el castillo atacado, y una linda criada como única sobreviviente. Una mujer de ojos castaños, grandes y brillantes, con una fuerza de espíritu Increíble. La mejor parte es que nos tocaba acampar varias veces antes de llegar, llevábamos muchas cosas y hacía el viaje lento. Azaleia adoraba estar en el bosque como a mí. Así que teníamos más tiempos juntos, para caminar de la mano, ir al río, yo contarle historias del imperio, ella acercase a darme besos y abrazos por los cuales yo vivía. Yo intento dormir, pero es difícil, temo que algo pase, siempre tengo ese temor. Le incito que esté protegida siempre, la daga siempre cerca de ella. Debería tenerla cerca de sus pierna
Capítulo 70: Las palabras más importantesAzaleiaDecenas de telas de todos colores, bordados, armazones, tules, bordados, grabados, joyas diminutas, piedras con formas, brillantes, cuero de colores, texturas, zapatos, broches, botones, lencería, corsés, encajes, tejidos, mantas, cobijas, chales y pañuelos. De todo un poco estaba formado, agrupado y expuesto a mis pies mientras yo elegía que llevar. En Miraes estaban muchas de las mejores costureras del imperio y ante mí se me enseñaba lo mejor de lo mejor. Los Haggards no habían escatimado en pedir lo que fuera necesario para que todos llegáramos como unos nobles destacados a la capital del imperio. De seguro Brock debe estar refunfuñando mientras le tienen que hacer por lo menos tres o cuatro trajes fuera de su traje de soldado, el cual ya está muy acostumbrado a usar. A mí me gustaba verlo con cualquier cosa es la verdad, pero cuando se vestía de color negro, tan elegante, me robaba el aliento. Si si si, había observado a mi es