Hola hola! ¿Qué les parece? ¿Sucederá o no? Me ayudarían mucho con sus comentarios Bso Kika
Brock—¿Azaleia estás….?— pregunto mientras la espero que salga de la habitación. Se estaba tardando mucho, Dashi se enfocaba en arreglarla. Ella está parada en el medio de la habitación mientras Dashi trabaja en su cabello y los gemelos ayudan al pie del vestido revisando el dobladillo. Azaleia brilla como un claro en medio del bosque. Parece una emperatriz. Una reina. Una diosa misma. No entiendo por qué la siguen acomodando si luce perfecta. Mi mirada va de arriba abajo de su figura de forma descarada y quisiera que mis ojos pudieran ver mejor, detallar cada curva y pliegue de su atuendo de un color verde claro, sus hombros descubiertos y brillando con destellos dorados, suaves rizos caen cerca de su pecho. — Señor— dice Dashi y los gemelos mientras hacen una pequeña reverencia y salen de la habitación para dejarnos solos. La criada se va sonriente de ver mi cara de idiota.—Si mi señor me sigue viendo así voy a morir de vergüenza… — dice Azaleia rehuyendo mi mirada.—Estás… in
Azaleia —Es una invitación oficial de la casa imperial, tiene la firma del propio emperador Markus Caelum— nos decía el Conde en una reunión llena de caras largas. —Padre… yo debería ir, es el momento de que los Haggards dejen de tener miedo y tomen el lugar que se merecen, entre las grandes casas del imperio— dice Heral. —Los Haggards irán… pero no a hacer lo que tú dices. — indica y pareciera que Heral quiere decir algo más, pero se contiene. —En cambio, ustedes no tiene opción, como Duques están obligados. Partirán cuanto antes— menciona él sin dejar espacio a réplica. —Lo sé… es peligroso, muy peligroso, pero confío en que estarán protegidos — dice. Luego de terminar, Layne nos hace señas para que nos reunamos ahora en su estudio. Un espacio mucho más agradable. —¿Qué tan mal es esto? — indica Brock solo de entrar en la habitación. —Es malo, pero, la ventaja es que los rumores han cesado un poco… lo han hecho muy bien. No sé hasta qué punto es correcto decir, que el pal
LayneOtro viaje, otros movimientos, este era mi día a día desde hace ya varios años desde que juré mi vida a la futura emperatriz, mi princesa. Mi destino no era tener casa, ni familia, ni esposa, ni hijos. Toda mi existencia era consagrada para ella, el objetivo claro era que ella llegue a al trono. Había hecho un juramento en el lecho de muerto a su madre. Me encargaría de que ella reinara, guiara y llevara a mejor puerto a este imperio, gobernar sobre todo este maltrecho imperio. Por ello ella era la solución, la esperanza, la promesa. Quizás la era de la noche llegará…y el mundo será otro, el nuevo anochecer prometido, como dice la profecía. El emperador había sido terrible, conquistas sin sentido, gente viviendo en situaciones precarias fuera de los límites del reino, pobreza, tristeza, hambruna sin igual. La emperatriz podría cambiar eso. Naiara Caelum. Mi emperatriz. Luz de Luna, la mujer destinada a ser la heredera de este reino, si la diosa Luna y las estrellas lo permiten
BrockHace ya días que salimos, nuestro destino para los próximos días era Miraes. Parece mentira que volvemos allá, tengo extraños recuerdos de la ida. Primero, se suponía que íbamos a llevar la palabra del Duque de Bousquet para nuestra reunión de consejo. Para llegar ahí y encontrarnos con que todos estaban muertos y el castillo atacado, y una linda criada como única sobreviviente. Una mujer de ojos castaños, grandes y brillantes, con una fuerza de espíritu Increíble. La mejor parte es que nos tocaba acampar varias veces antes de llegar, llevábamos muchas cosas y hacía el viaje lento. Azaleia adoraba estar en el bosque como a mí. Así que teníamos más tiempos juntos, para caminar de la mano, ir al río, yo contarle historias del imperio, ella acercase a darme besos y abrazos por los cuales yo vivía. Yo intento dormir, pero es difícil, temo que algo pase, siempre tengo ese temor. Le incito que esté protegida siempre, la daga siempre cerca de ella. Debería tenerla cerca de sus pierna
Capítulo 70: Las palabras más importantesAzaleiaDecenas de telas de todos colores, bordados, armazones, tules, bordados, grabados, joyas diminutas, piedras con formas, brillantes, cuero de colores, texturas, zapatos, broches, botones, lencería, corsés, encajes, tejidos, mantas, cobijas, chales y pañuelos. De todo un poco estaba formado, agrupado y expuesto a mis pies mientras yo elegía que llevar. En Miraes estaban muchas de las mejores costureras del imperio y ante mí se me enseñaba lo mejor de lo mejor. Los Haggards no habían escatimado en pedir lo que fuera necesario para que todos llegáramos como unos nobles destacados a la capital del imperio. De seguro Brock debe estar refunfuñando mientras le tienen que hacer por lo menos tres o cuatro trajes fuera de su traje de soldado, el cual ya está muy acostumbrado a usar. A mí me gustaba verlo con cualquier cosa es la verdad, pero cuando se vestía de color negro, tan elegante, me robaba el aliento. Si si si, había observado a mi es
Layne Hace ya varios minutos en que no se ve el castillo de Miraes y me doy cuenta de que realmente estoy encaminado en mi propia búsqueda. Por primera vez con una pista sólida, bueno, más de una. Decir adiós suponía un trago difícil tanto para quien se va, como para quien se queda. Y en este caso sin duda era así. No es que íbamos a estar separados como esparcidos en el espacio y tiempo, pero si era un cambio importante. Había tristeza en los ojos de la Duquesa al separarse de Roldán y del gemelo Flynn. Lloraba y sus ojos estaban brillosos, repletos de lágrimas que intentaba a toda costa evitar que se derramaran. Hasta a mí me dio un abrazo cálido y me susurró las más lindas palabras de éxito en mi búsqueda, de que me cuidara en los caminos y que cuidara a los más chicos. Recuerdo las palabras que me dijo cuando me dio el anillo del Duque para que fuera su representante: No existe una despedida más grande que un regreso. Esa es la esperanza de las despedidas. De reojo vi que
Brock—Y… este es un vestido, pero si ves aquí tiene unas pequeñas aberturas que pasan desapercibidas y es un pantalón ancho— dice ella muy contenta.— Es perfecto… vas a estar preparada para todo— le digo contento.Ella está inusualmente contenta con las entregas de los pedidos de las costureras. Me enseñó algunas cosas, un corsé que ya estaba usando, que no es como tal un corsé como los que tiene, se anuda fácilmente y solo cubre más de lo que sofoca como el resto. Me mostraba algunos abrigos y capas con una capucha para protegerse y además esconderse si era necesario.Después de que los días pasaran, nos volvimos más íntimos. Íbam
Azaleia está agitada, viéndome, con algo de vergüenza de estar así, tan dispuesta para mí. Mis ojos viajan de un lado a otro, bebiendo en su cuerpo. —Por la diosa sagrada…eres tan hermosa— digo jadeando y me inclino, gateando por la cama hasta llegar sobre ella. Ataco su piel, mi boca toma su pecho uno por uno y mis manos se desesperan por tocarlos y masajearlos.Beso, su abdomen, su cuello y ella me acaricia la espalda mientras se retuerce bajo mí, por las caricias y presión de mi mano, por mis besos insistentes en cada centímetro de su piel. Cada jadeo y gemido me hace vibrar. Hasta que sus manos me siguen tocando y somos un nudo de manos y piernas acercándose el uno al otro. Su piel sonrojada, mostrando ya leves marcas de mis besos. Bajo a sus piernas y la escucho jadeando mientras beso desde el tobillo hasta los muslos, soñando con tocarla ahí, en ese lugar delicioso que la hace gritar. Sigo con mis caricias, y sin poder casi evitarlo, coloco mis dedos en el borde de su ropa in