Azaleia Estar bajo la mirada de todos no era fácil, constantemente escuchaba rumores, susurros cuando pasaba y detallaban hasta los detalles más ínfimos de mi persona: mis uñas, mi risa, mis zapatos. A veces parece que estaba entre amigos, otras entre enemigos… era difícil saber quién era quién. La gran ventaja que tenía era que las personas invitadas en Miraes, familias importantes, comerciantes, grandes señores, herederos y demás… no parecían tener muchas expectativas de la Duquesa de Bousquet. Muchos casi ni sabían que existía. Así que era solo sonreír, decir algunas palabras sensatas, cordiales y mostrando sentido común y ya era muy bien recibida en los círculos y conversaciones. Yo era el gran precio como si fuera un concurso, no tenía que hacer mucho para que los candidatos se acercaran a mí. Aunado a eso, las joyas y vestidos que tenían, más la dedicación de Dashi, hacían todo lo demás. Mi día a día consistía en cenas, almuerzos, meriendas, tardes de té con señores y her
LayneTodo estaba funcionando perfectamente, tal como lo planeábamos, me atrevería a decir que, inclusive, mejor. La nueva Duquesa se comportaba de forma ejemplar, era una chica tranquila, sonriente, amable y francamente agradable. Los primeros días la observé de cerca hasta que me di cuenta de que podía estar sin mi presencia. Roldán afortunadamente se había encariñado particularmente con ella, así que la dejaba en buenas manos. Quién era realmente extraño era mi primo. Refunfuñaba más que nunca, las cejas se le iban a unir de tanto que las tenía fruncidas en su frente y si seguía así se iba a arrugar como una pasa en cuestión de días. No hablaba con casi nadie, miraba con cara de pocos amigos a los otros señores, y a los posibles candidatos, ni les digo. Mirada asesina era poco. Jamás lo había visto así.Era tan insoportable que varias veces lo tuve que mandar a que sacara a pasear a Areta por el bosque y se perdía así por horas. Era peor que tener un niño, pensaba. Roldán se com
Azaleia—¿Qué le parece, señorita?— me dice la costurera mientras me enseña varias telas de dónde escoger. El trabajo es hermoso y un sueño… si no fuera porque es para esta ocasión.— Había pensado que quizás podría elegir alguno de los vestidos que ya tengo y quizás hacerle algunos arreglos— mascullo yo nerviosa.— Tonterías, una Duquesa como usted debe vestirse como corresponde para el día de su boda. Debería ser un vestido digno de una princesa… o al menos casi— dice Layne con una media sonrisa. Miro las telas de nuevo, paso la punta de mis dedos por los suaves encajes y en vez de felicidad me produce cierta amargura. Evidentemente que amo una buena tela, un hermoso vestido ¡Hecho desde cero para mi! Jamás había tenido algo así, siempre usaba uno que Marchelina no quiso o no le quedó y siempre eran extremadamente hermosos. Pero la realidad es que solo es un envoltorio, y yo el regalo, la novia en una boda forzada.—Quizás sería prudente, además de los colores de su casa… sumar el
Brock Odio estar encerrado en el castillo como una bestia salvaje, siento que lo único que observo son piedras, piedras, paredes de piedras, puertas y muy pocas ventanas. Así que de vez en cuando me escapaba al bosque, tenía que caminar un largo trecho, de ida y de vuelta, pero yo era mucho más feliz y Areta también. Incluso a veces nos llevábamos al molesto zorro de la Duquesa y él… bueno, era menos desagradable en cuanto más lo veía. Su pelaje ya empezaba a colorearse como definitivamente iba a ser, era un animal que se iba haciendo más bonito y ella lo adoraba. Areta lo protegía y solía esperar a que yo lo trajese conmigo. El castillo me sofocaba, pero también había otras razones para que yo cada vez intentara salir de aquí. Una en especial que no podía dejar de lado, hacerme el ciego como venía haciendo. Cada vez era más difícil. Por supuesto que era ella. Sentía tantas cosas cuando la veía en el castillo que podría jurar que si pensaba en enumerarlas nunca iba a terminar.
Azaleia—El señor Blatta será su esposo—Fue lo único que me dijeron, así sin más explicaciones, no me dieron más detalles de esa decisión, solamente la resolución final. Yo tenía que aceptar ¿Qué más podía hacer?Luego Layne mencionó de fechas, de mi vestido y que se tenían que hacer mil cosas. Brock no estaba por ningún lugar. Roldán tampoco. Parecía que había un alboroto, y yo estaba involucrada, o al menos mi matrimonio, pero nadie parecía explicarme nada. Hasta Dashi corría por todos lados, asegurándose de tener todo preparado para mí, hablaba de joyas, del susodicho vestido, de encajes, de ropa interior, de sabanas y del ajuar, de bodas, de flores… mientras yo miraba al vacío, contemplando mi ventana.Imaginaba mi vida si no hubiese estado con el Duque, si no hubiese conocido a Marchelina, si tampoco me hubiese topado con los Haggards y hubiese caído en este pedido que ellos hacían, todo para mantener la casa Bousquet. Me preocupaba por el puma también, esperando que esté bien
BrockCreo que es primera vez que odio tener razón, Blatta es una maldita cucaracha. En pocos días se había asegurado ser su prometido, prácticamente a la fuerza, aprovechándose de mi error. No contento con eso, no había tardado un par de días comprometidos cuando ya había mostrado su verdadera cara. En el castillo se rumoreaba que alguien los vio como él intentaba tocarla y ella temerosa no sabía qué hacer. Ella lo sabía, lo podía ver en su cara mientras lloraba. Sabía que estaba metida en un embrollo, uno donde no iba a poder salir. Para colmo de males, Blatta prácticamente había convencido a todos que el zorro lo había atacado, era infeccioso y evidentemente no una mascota para una Duquesa. Y esto era solo el principio, aún ni se había casado. ¿Qué pasaría cuando ella estuviera lejos de nosotros… en casa de él? ¿En manos de él? Para tocarla y maltratarla a su antojo, como si fuera su propiedad. Respiro agitadamente y cierro los ojos para intentar componerme. —Lo estás haciendo
Layne—El Duque estaría alojando al enemigo sin saberlo. Poniéndonos a todos en riesgo— dice Roldán con voz queda. A todos y cada uno de nosotros. —Brock, entiendo que ustedes han hecho un estupendo trabajo, realmente si esto es verdad, estaremos en graves problemas… pero en fin, evitaríamos uno peor. Solo la Diosa sabe lo que pasaría si Blatta llegaba al consejo interno, o cercano a tener algún poder o noticias de nuestros planes. Pero para poder hablar con el Duque de Miraes, no podemos ir con las manos vacías. Tengo que tener pruebas, reales… — explico. Mi primo me extiende la mano y coloca en la mesa un objeto, por el sonido que hace al depositarse en la mesa de madera, supongo que es de metal, me acerco a verlo. Por la diosa y las estrellas… no puede ser.—¿Dónde encontraste esto?— pregunto anonadado. Sobre la mesa está un medallón, todo indica que es de oro, es un simple sello de un sol con rayos al rededor. Maldición. —Dashi encontró esto bajo la almohada de Aris, tío. Tal c
Brock— Imagino que debes estar muy contento— digo con voz agria mientras camino por la habitación como un demente. Roldán y Layne me miran con expresiones sorprendidas. Tienen las bocas abiertas, los ojos que se les salen y no dicen ni media palabra.Maldición, maldición, maldición. Cuando dije que me iba a casar con ella, me gustaría decir que no lo pensé bien, que fue algo del momento, un exabrupto, algo repentino, que no se veía a venir, y por ello evitable. Pero no, esto no era así, no sé si lo pensó mi mente o como diablos tomé la decisión, pero algo dentro de mí me decía que tenía que salvarla. Además, salvar la reputación de los Haggards ¿Pero era solo eso?No podía seguir escuchándola llorar, me mataba por dentro. Tampoco quería verla con otro, que cayera en manos de la diosa, sabe quien, solo de pensarlo, surge una poderosa rabia dentro de mí. A la vez, por nada del mundo quería casarme, la noche es testigo de que no. Sufrí e hice sufrir en mi matrimonio, no le desearía se