Pablo Carnelutti Salgo de la tienda de Dina con los nervios a flor de piel. No tanto por la aparición de papá (que espero tenga todo que ver con las disculpas que le debe a Dina), sino por Jaspe y mis sentimientos. ¿Qué se supone que hago? ¡Estoy enloqueciendo! Mi teléfono vibra en mi bolsillo y suspiro cuando veo que es un mensaje del detective privado que contraté para que ubicara a la causante de todos mis problemas. Está de camino a SU casa. Mi corazón da una voltereta mortal dentro de mi caja torácica. ¿Ella va de camino a mi casa? Subo a mi carro y, sin pensarlo, acelero a fondo. Mi cabeza es un revoltijo de pensamientos de camino a casa. Jaspe; cuando la conocí, el dolor en mi frente, luego ella sacando copias, ella dañando la impresora; yo pidiéndole un café, ella partiendo mi taza favorita; ella rompiendo los cristales del recibidor, yo ayudándola a subir las escaleras; los dos cayendo por las escaleras… Okay, quizá tengo unos recuerdos muy peligrosos de nosotros ju
Bajo del carro y cierro la puerta detrás de mí. — ¡Mamá, Papi!— escucho la voz más hermosa del mundo. A través del cristal de la tienda de Dina, veo a Daniela saltar alegremente, mirándome con los ojos brillantes, y a Dina caminar, rápidamente, hacia la sala de los espejos donde las novias se prueban los vestidos. Está huyendo de mí. Lo último que veo son sus caderas redondas enfundadas en un vestido alejándose rápidamente y desapareciendo tras una de las puertas de los vestidores. Suspiro, recordando cómo me gustaba pasar horas y horas sólo admirando su belleza. — ¡Papi, hola!—escucho decir a mi hija, ella me invita desde la puerta; la ha abierto, invitándome a entrar. Corto la distancia entre mi hija y yo, y la cargo en brazos. Decir que me encuentro un poco feliz por los avances en la comunicación con Daniela es un eufemismo, me siento eufórico ante tal logro. Parece querer hablar más, y decirnos todo lo que quiere, siente y piensa. —Hola, princesa mía…— susurro contra su
A pesar de mi dolor, ordené un par de bebidas y unas bombitas (panes dulces, rellenos de crema) al chico que nos atendió. — ¿Qué haces? ¿Cómo le vas a invitar golosinas a una chica que te golpeó con una puerta? ¿Te volviste loco?— chilló ella y yo sonreí, de seguro que como idiota. —No todas las chicas que te golpean con una puerta son así de lindas. — susurré y ella se sonrojó, mucho. De nuevo, me sentí desfallecer y, por suerte, el chico trajo las bebidas con rapidez. Destapé mi botella de Coca—Cola y me tomé la mitad del contenido en dos largos tragos. La sangre de mi nariz tenía a mi boca con un sabor metálico asqueroso, pero ni eso me importó. Gracias a Dios… Sentí cómo la bebida hacía su trabajo y sonreí agradecido. Me fijé en la chica frente a mí y fruncí el ceño, ella me miró por largo rato, sin siquiera tocar su botella. — ¿Por qué no bebes?—pregunté, un poco nervioso por su mirada escrutadora. — ¿Qué crees que haces?—preguntó. —Es de mala educación responder con un
Victoria Torralba — ¡¿Qué hicieron qué?!—chillo y el teléfono casi se me cae de la mano. David dice algo al otro lado de la línea y yo gruño. —Dina me va a matar por ayudarlos con esto. No pensé que ustedes se emocionaran al nivel de ser tan creativos con el contrato. — susurro conmocionada y David ríe nerviosamente. —No te va a matar, mujer, no hagas drama. — dice y yo frunzo el ceño. —Comienza a encargarte de los preparativos, pronto tendremos boda por todo lo alto. — informa y yo ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros, porque somos una bola de mentirosos. Escucho las llaves en la entrada y luego la puerta ser abierta, unos pasos acercándose. —Necesito de tu ayuda, Vicky. — Pablo aparece en mi campo de visión y yo abro la boca espantada por la imagen frente a mí. Un niño de unos ocho o diez años, de cabello castaño claro y mejillas pecosas, está delante de Pablo y me mira con los ojos vidriosos, húmedos. Tiene un puchero, que muerde cada tanto, intentando no llorar y
Grito sin poderme contener. — ¡TÚ Y TU PAPÁ ESTÁN MUEEEEERTOS!— grito y me abalanzo hacia Pablo, detrás de mamá. — ¡AUXILIOOOOO!— grita Pablo aterrorizado. La chica se me une y comenzamos a corretear a Pablo. Cuando lo alcancemos, hacerle mucho daño es nuestra meta. -------- Daniel Carnelutti Mientras mi hermano es perseguido por dos mujeres furiosas, miro a Victoria que chilla aterrorizada. — Hola. — dice una vocecita a mi lado. Abro la boca para saludar al niño, pero las palabras mueren en mi boca. — Hola…— dice mi hija, sacudiendo su manito en el aire y le sonríe al niño. ¡¿Qué no venía dormida la pioja ésta?! — ¿Cómo te llamas?— pregunta el niñito y yo me alejo de él, sentándome con Daniela en brazos en el sofá. ¡Pero qué descarado éste chiquillo! ¿Qué no ve que el padre de Daniela está presente? —Nani. — escucho decir bajito a la muy sinvergüenza. ¡Que estoy aquí y soy su padre! —Y yo soy Daniel, el padre de “Nani” así que si no te alejas llamaré a la policía y te ll
Daniel Carnelutti (una semana después) El Pastor José me mira y yo trago grueso. Va a darme una negativa. —Dina necesita a Dios, no casarse obligada contigo, Daniel. —responde calmadamente el Pastor. —Pero, la familia es el primer ministerio, ¿no?— susurro apresuradamente. —Ella quiere divorciarse, pero eso no es de Dios. Es del diablo. —digo con seguridad, resaltando cada punto al chocar mi dedo contra la mesa. —A ver, debes orar a Dios; yo no hago nada, sólo soy un recipiente que es usado por Dios… ¿Cómo crees que voy a casarla bajo engaño? ¡Ora a Dios por tu esposa!... Vaya, jamás pensé que ésta frase se ajustara a un matrimonio... Pero sí, ora por tu esposa. Los engaños y la mentira nos llevan directito a más errores. — explica y yo asiento. — ¿Solo debo orar y ya? Porque debo tomar cartas en el asunto con rapidez. — murmuro, sentándome hasta atrás en la silla. — ¿Por qué no la enamoras?— pregunta el Pastor y yo suspiro. —No es tan fácil, Dina es un hueso duro de roer… ¿Cuá
Pablo Carnelutti Me giro por milésima vez en la cama y gruño sintiéndome frustrado. Tener una familia… Mi propia familia. Esto lleva días dándome vueltas en la cabeza, una semana entera, para ser exacto. No duermo bien desde el último día en que vi a Jaspe. El ser humano, cuando llega a cierta edad, siente el deseo de formar su propia familia. Es algo que nace, que se siente profundo y correcto; se siente cómo si el simple hecho de tener tu propia familia te hiciera auto realizado, te completara. Sé que Dios creó al hombre con la capacidad de reproducirse, que una familia en bendición es el plan perfecto de Dios para mí y para cada ser humano… Entonces… ¿Me llegó la hora? ¿Por qué Jaspe no quiere casarse conmigo? Porque en mi huesos siento que me ha llegado la hora… Continúo pensando en mí, con una familia de pecosos niños y amable esposa, en mí sintiéndome pleno, rodeado de amor… Una vez entrada ya la madrugada es que consigo quedarme dormido. Con la imagen de Jaspe llegando
Pablo Carnelutti Hago la fila para cancelar las entradas mientras Jaspe y los niños eligen los dulces. El cine tiene varias opciones en la cartelera, pero mis acompañantes decidieron antes de que siquiera llegáramos al centro comercial. Jaspe se ve tan natural hablando con ellos, los escucha cual adultos y los atiende como si en lugar de volverlos dependientes quisiera que comenzaran a desprenderse y quemar sus etapas. De camino a acá, noté un sinfín de actitudes en ella que me gustaron… Con los niños, es como si quisiera enseñarles a valerse por sí mismos, es paciente, y, aunque a veces le cuesta escucharme, cuando escucha respeta tu opinión; repito, cuando te escucha (“escucha” es la palabra clave, por cierto). Sonrío y vuelvo a mirar a Jaspe. ¿Soy el único al que le atrapan terriblemente las pecas esparcidas armoniosamente sobre la nariz? — ¿Va a dejar la fila o avanzará? No todos tenemos todo el día para perder. — murmura alguien detrás de mí y yo vuelvo a la realidad; avan