Narra Dalila:Aquella mañana, desperté aún abrumada por aquella imponente presencia que repentinamente se había aparecido en medio de mis sueños…o mis pesadillas. El sol finalmente se había alzado tan triunfal como un rey en medio de su victoria, en medio de las nevadas montañas que nos rodeaban en aquel lugar. Todo me parecía, sin embargo, tan diferente, tan extraño, como si hubiese despertado de un letargo en el que hubiera dormido por años, y el mundo me deslumbrara por primera vez.Aquel hombre de mis sueños me había impresionado, pero no de una manera placentera…más bien, me causaba temor…un temor tan profundo que me revolvía las entrañas, y me hacía temblar el cuerpo, un terror como nunca, ni siquiera en mis días más oscuros dentro de la manada Raksha, había sentido antes.Mirando a mi costado, pude ver a mi Alfa Kingsley durmiendo. Sus cabellos de plata tan suaves como la seda contrastaban hermosamente con su piel morena. Mi rey era un hombre hermoso, y él era el único que me h
Narra Elikai:Finalmente había amanecido, y junto al sol, aquel aroma exquisito e inconfundible llenaba por completo mis sentidos; el olor que emanaba del cuerpo de Dalila me embriagaba, sin embargo, aun y cuando amaba aquel delicado perfume natural de su piel, pude oler algo más que me despertó por completo: ella olía a miedo.Levantándome de la cama, caminé hacia el enorme vestidor guiado por el aroma de mi hembra, y la encontré sentada, mirando hacia el maquillaje que le había regalado mi madre, y en medio de las penumbras.—Eres hermosa… — le dije abrazándola por detrás.Sin embargo, entre mis brazos pude sentir como su pequeño cuerpo temblaba, y el olor de su miedo inundó mis sentidos. Dalila estaba aterrada; temblaba por un miedo genuino, pero no decía palabra alguna.—¿Qué es lo que ocurre? — le pregunté angustiado, pues nunca había sentido en ella tanto miedo.—Elikai, no me dejes sola, te lo pido. — murmuró apenas sin voz, y yo tan solo pude abrazarla fuertemente.Tomándola a
Narra la autora:Yo soy aquel que trae consigo la niebla y la muerte…yo soy aquel al que temen los hombres que caminan bajo el manto de la luz…aquel al que Dios ha rechazado.En aquellos oscuros bosques, aquella vieja abadía se erigía tan antigua y orgullosa, despojada de la gloria de sus viejos días. Aquel solitario Conde, observaba la danza de los grandes pinos y los oscurecidos abedules de blancos troncos que la luna apenas alcanzaba a iluminar, mecidos por los gentiles vientos de aquella madrugada.El fantasma de las viejas memorias recorría aquellos pasillos sumergidos en la penumbra, en donde una historia de amor se había contado hacía ya tanto tiempo, que casi había caído en el más dulce olvido. Izebel Bennet, aquella novicia que al que una vez fue solitario vampiro, un príncipe, le había recordado que poseía un corazón, se había perdido entre el paso de los siglos, y su recuerdo se había transformado en nada más que memorias de tiempos que no volverían jamás…Isobel, su consort
Narra la autora:El viento, se colaba gentilmente entre las altas copas de los árboles y los abedules con sus troncos blancos, parecían resplandecer casi de manera mística bañados a la luz de la luna. La noche y su manto de penumbra, eran el refugio del vampiro; el único momento en que podían caminar por la vasta tierra del señor sin sufrir el castigo del sol…aquel sol al que existían anhelando.Jenica Petre admiraba con sus ojos tristes el resplandor de la luna llena que bañaba los bosques esa noche, y sus nublados pensamientos se enternecían de su pasado ya tan lejano, cuando era tan solo una monja que dedicaba su vida a los niños enfermos en el hospital en donde trabajaba como médico. Alguna vez su sueño había sido unir tanto ciencia como religión, creyendo fielmente que la fe y el progreso podían ir tomados de la mano…pero aquello, se había quedado tan atrás como sus memorias se iban desvaneciendo cada noche, y su sed de sangre fresca se volvía insoportable.¡Que existencia tan mi
Narra la autora:Los murmullos atemorizados, se escuchaban como ecos lejanos en aquellas tierras de las que estaban ya descendiendo para encaminarse hacia Rumania, en donde los montes Cárpatos reinaban con sus enormes y vetustos bosques. Todos lo sabían, en aquellas tierras los esperaban tan solo dos diosas y nadie sabía con cuál de ellas se iban a encontrar. La muerte o la victoria eran sus únicas posibilidades, y después de llevar aquella lucha durante tantos años había mermado las fuerzas de los licántropos, Elikai sabía que la mayoría de aquellos hombres de rostros cansados, ni guardaban demasiada esperanza.¿Realmente valía la pena haber comenzado aquella guerra en contra de los vampiros?Alguna vez Elikai le había hecho aquella pregunta a su padre, sin embargo, tan solo recibió la misma respuesta de siempre.“Este es tu destino”Mirando a Dalila durmiendo a su costado dentro de aquella lujosa camioneta que los transportaba, sabía que era demasiado pedirle a ella el soportar el p
Narra Dalila:Está noche, he decidido morir.Miré hacia abajo, y vi como algunas personas caminaban distraídas está madrugada, sin prestar atención a lo que estoy a punto de hacer.Las lágrimas caen y resbalan de mis mejillas. Ya no tiene ningún sentido vivir, pues ya perdí lo único que me mantenía atada a este mundo cruel que solo me ha dado miserias y dolor. Así que, ahora en lo alto de ese edificio de poco más de cuarenta pisos, sé que voy a morir al caer sin importar el hecho de que soy una mestiza, y a nadie en el mundo le va a importar que yo deje de existir, después de todo, estoy maldita.Abrí mis brazos, mientras siento como me tambaleó y el viento frío de esta noche me empuja hacia adelante, aún y cuando mi viejo vestido de novia me mantiene anclada en el suelo, y me impide caer al vacío, quiero morir, pero el remordimiento de una vida de sufrimiento, me golpea la mente sin piedad...quizás, esa es mi última tortura, que mis últimos pensamientos estén dirigidos a todos ellos.
Narra Dalila:Los recuerdos de aquella tarde, nuevamente me golpearon, mientras aquel Alfa...el Rey Alfa, me sostenía sin soltarme. Aquella tarde de mi ruina, mirando a Antonia, la miré tan altiva, cruel y orgullosa, como había sido desde que éramos niñas. Su sonrisa de suficiencia y satisfacción, me hacia ver que ella, al igual que siempre, estaba disfrutando con mi sufrimiento.— Considera esto como un último acto de piedad, Cyrus ahora es el nuevo Alfa y tu solo eres una mestiza, ahora, arrodíllate ante mí, la Luna del Alfa, y besa mis pies, niégate a hacerlo y haré que te azoten como castigo. Mira esto y entiéndelo, solo fuiste un juego para mí hombre. —Vi como Antonia sonreía diciéndome aquello, mientras orgullosa me mostraba en su cuello la marca que Cyrus le había hecho para que todos supieran que ella era su compañera...aquella marca que me prometió a mí.Detrás de mí, escuchaba las risas de todos; la manada Raksha, nuevamente, se estaba burlando de mi…de mi miseria.— ¿Qué
Narra Elikai:Ella era diferente. Dalila Alcalá, era diferente.Lo supe de inmediato al sentir su olor y ver sus extraños ojos color rosado. Su cabello negro era tan oscuro como el ébano, y su piel blanca parecía la de una figurilla de porcelana: fría y despojada de color.Era hermosa, pensé para mí mismo, y aun usando aquellos tristes trapos viejos y desgastados que simulaban un intento de vestido, y que parecían una burla intencionada a su hermosura, resaltaba del resto de las mujeres que había en esa habitación.— La manada Raksha no va a involucrarse en una guerra sin sentido, Rey Kingsley, ya hemos perdido mucho por apoyar a su causa, y su padre prometió que no nos involucraría más en esta pelea sin cuartel. —Me dijo el Alfa Calixto aquella tarde hacía ya dos años atrás, mientras su mimado hijo, Cyrus, me miraba con desprecio. Tenía que visitar nuevamente a aquella manada, ahora que Calixto había muerto, y que Cyrus era el nuevo Alfa, debía de hacer un nuevo intento, aunque tamb