Ayyyyyyyyyyyyyyy mi Valeria!!!!
AlessandroEl día siguiente llega con una pesadez que nunca había sentido antes. Apenas he dormido. Cada vez que cierro los ojos, veo el rostro de Valeria, su dolor, su decepción, y la desesperación en sus ojos cuando se desmayó anoche. He pasado la noche junto a su cama, observando su respiración constante, pero ni siquiera eso me ha dado paz.Estoy en un estado de agitación constante, como si estuviera a punto de perderlo todo y no tuviera la más mínima idea de cómo detener la avalancha que viene hacia mí.Mi mente está hecha un caos. La conversación que tuvimos antes de que se desmayara no ha dejado de repetirse en mi cabeza. No me deja en paz. La escucho una y otra vez, recordando cómo le dije que todo comenzó por la herencia. El dolor en su voz, su pregunta final: "¿Por qué nadie puede quererme de verdad?" Esa frase me persigue como un fantasma, y no sé si podré recuperarme de lo que hice.De repente, la puerta se abre, sacándome de mis pensamientos. Rosa entra en la habitación co
ValeriaMe despierto con un dolor de cabeza tan fuerte que me cuesta abrir los ojos. Todo está borroso, y lo primero que escucho es una discusión a lo lejos. Las voces son graves, tensas, aunque no logro identificar quiénes son. Intento levantarme de la cama, pero el mundo a mi alrededor comienza a tambalearse, como si estuviera en un barco en medio de una tormenta.Me sostengo de la cama, el vértigo golpeándome tan fuerte que siento que voy a desmayarme de nuevo. Sin pensar mucho más, corro hacia el baño, apenas llegando a tiempo para vaciar lo poco que tengo en el estómago.El sonido de la puerta abriéndose a mis espaldas me toma por sorpresa. Escucho los pasos apresurados de Rosa y su voz preocupada llenando el espacio.—¿Estás bien, niña? —pregunta mientras me sostiene el cabello.Asiento débilmente, tratando de calmar mi respiración entrecortada.—Solo me mareé al despertar —digo, aunque mi voz suena tan frágil como me siento.Rosa suspira, con una mezcla de preocupación y alivio.
AlessandroTodavía me resulta difícil procesar todo lo que ha pasado en las últimas horas. Estoy en el estudio con el abuelo, Valeria y Matteo, y los cuatro estamos en una especie de tregua incómoda. El abuelo ha insistido en que Valeria esté presente en la planificación del contraataque.Lo cierto es que después que le dije que ibamos a divoricarnos ella no ha dicho demasiado. Una parte de mi esperaba que se negara, que me dijera que no quería el divorico, pero supongo que eso es pedir demasiado.El punto es que el abuelo la convenció de estar presente y no tengo fuerza ni ánimo de llevar la contraria. Según él, es tan parte de esta guerra como cualquiera de nosotros, y merece saber cada detalle. Pero verla sentada al otro lado de la mesa, tan cerca y tan distante a la vez, me revuelve el estómago. Me he acostumbrado a tenerla cerca, a preocuparme por ella, y ahora parece que cada vez que me mira, ve un extraño.El abuelo se sienta con los hombros caídos, claramente afectado. La trai
RamónEl sol apenas asoma en el horizonte cuando llego a la empresa. La mañana es fría y el aire tiene un toque de humedad, pero yo me siento más vivo que nunca. El día de hoy marca el inicio de algo grande. La presidencia de la empresa finalmente ha caído en mis manos, y Alessandro, el inútil, me la ha entregado en bandeja de plata. Puedo ver el desconcierto en los ojos de algunos empleados mientras camino por los pasillos. Saben que algo ha cambiado, pero no tienen ni idea de cuánto.Cuando llego al vestíbulo principal, un grupo de empleados se reúne para escuchar el anuncio. La sala de reuniones está llena, y puedo sentir la tensión en el aire. A un lado, Alessandro, todavía en su silla de ruedas, hace un esfuerzo patético por mantener una expresión digna. Es casi irónico, teniendo en cuenta que hoy, de todos los días, ha tenido que bajar la cabeza.—Buenos días a todos —dice Alessandro con voz firme, aunque sé que le cuesta mantenerse en pie, al menos en sentido figurado—. Como mu
Valeria Estoy sola en la mansión, solo acompañada por el eco de mis propios pensamientos y los pasos suaves de Rosa en la planta baja. Alessandro se ha ido a la empresa para concluir el plan con Ramón, entregándole la presidencia temporalmente. Siento un nudo en el estómago desde que se fue. Sé que todo esto es parte de la estrategia para desenmascarar a mi tío, pero no puedo evitar preguntarme si no estoy a punto de perder mucho más.Decido que es el mejor momento para empezar a recoger mis cosas. Alessandro ha dicho que vamos a divorciarnos, y no tiene sentido seguir quedándome en esta casa que, al final del día, es suya. Mi corazón late con fuerza, pero trato de mantenerme firme. Me duele pensar que pronto ya no seré su esposa, que nuestra historia terminará antes de haber comenzado de verdad. Sin embargo, no voy a dejar que esto me destruya. Ya he sido humillada demasiadas veces en mi vida; no pienso permitir que esto sea una más.Mientras doblo una de mis camisas y la meto en la
AlessandroEstoy de pie en mi habitación, ajustando el cuello de la camisa y tratando de calmar el caos que arde dentro de mí. Todo parece estar desmoronándose a mi alrededor: la empresa, la difamación, la familia... y lo peor de todo, Valeria. No puedo dejar de pensar en ella, en lo que significará perderla. El simple pensamiento me asfixia, me da miedo reconocerlo, pero la mocosa es mucho más que mi esposa por conveniencia o la pieza clave para mi venganza. Es la persona que me importa más de lo que estoy dispuesto a admitir. Y la idea de verla con otro, de perderla de verdad, me aterra como nada más.Un golpe suave en la puerta interrumpe mis pensamientos. Respiro hondo, tratando de recuperar la compostura.—Adelante —digo, esperando que sea Rosa.Pero no es Rosa. Al girarme, me encuentro con Valeria en el umbral. Lleva un vestido veraniego suelto, de un azul pálido, que contrasta con su piel clara y sus ojos verdes. Se ve... impresionante, como la princesa Fiore que conocí cuando
ValeriaEstoy sentada sobre las piernas de Alessandro, y su mano acaricia suavemente mi espalda y mi abdomen. Cada roce de sus dedos me provoca un estremecimiento que recorre todo mi cuerpo. Me doy cuenta de que, aunque las cosas no están bien entre nosotros, no me quiero levantar. Permanecer aquí, con su calidez rodeándome, me da la fortaleza que necesito para enfrentar a mi tía y a Clara. Siento una paz extraña al saber que él está a mi lado, incluso si no deberíamos estar en esta situación.Cuando llega el momento de pasar a la mesa para la comida, sé que no puedo seguir refugiándome en sus brazos. Me pongo en pie, aunque una parte de mí quiere quedarse. Me inclino hacia él y le susurro:—Voy al baño un momento.Alessandro me mira con intensidad y, sin pensarlo dos veces, dice:—Te acompaño, mocosa.Antes de que pueda agradecerle, escuchamos al abuelo llamando a Alessandro desde el otro lado de la sala. Me doy cuenta de que podría ser importante, así que lo miro con una pequeña so
AlessandroEstamos en el auto, camino a la empresa de Valeria. No puedo evitar pensar en lo extraño y reconfortante que es que ella me haya pedido que la acompañara. A pesar de todo lo que ha sucedido entre nosotros, de las mentiras y los malentendidos, aquí estoy, a su lado. Sabe que la lastimé y seguramente no debería confiar en mí, pero aun así me pidió que estuviera aquí. Es un gesto que, sin querer, hace que algo cálido se encienda en mi interior.Durante el trayecto noto cómo Valeria se retuerce las manos, nerviosa. Sin pensarlo demasiado, estiro la mano y la coloco suavemente encima de la suya. Ella me mira, sus ojos verdes se posan en mí con una mezcla de sorpresa y gratitud.—Vas a hacerlo bien, mocosa —le digo con voz firme—. Lo llevas en la sangre, y no sé si sirva de mucho ahora mismo, pero yo creo en ti.Sus ojos brillan con una intensidad que nunca había visto antes, y siento un apretón leve en mi mano cuando susurra:—No debería importarme, pero lo hace, me importa. Así