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Cuando escucharon el anuncio de su vuelo, la plática terminó y Santiago tuvo que contentarse, con esperar a estar en Chicago para poder hablar, porque el resto del vuelo Allegra lo ignoró. Tras cuatro horas de vuelo, llegaron a Chicago. Antes de salir del aeropuerto de Midway, se encontraron con Nina Wayne y Niall Grimmer. Cuando se presentaron, sostuvieron un saludo bastante cálido. El matrimonio Grimmer era muy joven, llevaban apenas dos años de casados. Niall era dueño de las inmobiliarias Girmmer y Nina era la única hija del señor Edward Wayne, fundador de Yakamoz —¡Bienvenidos! —esbozó Nina —Gracias —dijo Santiago —Los alojaremos en la casa de Yakamoz, esperemos que ahí se sientan tan cómodos como en un hotel —dijo Nina —Seguro de que sí —dijo Allegra —¿Ustedes son pareja? —Sí. —No. Nina y Niall tuvieron que reír ante esas respuestas. Santiago estaba decepcionado por la respuesta de Allegra. —Niall puedes ser más discreto —dijo Nina reprendiendo a su esposo por aquella
Allegra corrió ayudar a Santiago, dándole la mano para que se levantara del suelo —¿Estás bien? —Sí. Se acercaron a la niña que sollozaba aún asustada —Está bien —dijo Nina—. Lyla debes tener cuidado. —¡Lyla qué terrible susto nos has dado! Ya te hemos dicho muchas veces que dejes de ser tan traviesa —recriminó Niall —Lo importante es que ella está bien —dijo Santiago acariciando la coronilla de la niña con dulzura, mientras Allegra sonreía ante su gesto tierno. Después todos acudieron a arreglarse para el evento. Santiago estaba afuera de la recámara de Allegra, aquella casa era enorme, de tres pisos y sus habitaciones estaban una a lado de la otra, en la segunda planta. Santiago portaba un perfecto esmoquin negro, hecho a la medida, se había afeitado bien y esperaba impaciente por Allegra, cuando ella abrió la puerta y estuvo frente a él, tuvo que reprimir el deseo de tomarla entre sus brazos, se veía preciosa con aquel vestido dorado que se ceñía a su perfecta y grácil figur
Santiago se apuró a bajar del podio y siguió a Allegra que se había alejado caminando con rabia. Ella caminaba de prisa, abandonando el salón y Santiago caminó detrás de ella, casi alcanzándola. Allegra entró a un baño y antes de que pudiera cerrar la puerta, Santiago se adentró —¿Acaso no ves que es un baño de mujeres? ¡Sal ahora mismo! Ve a bailar con tu querida prometida, cumple tu sueño realidad —dijo Allegra con los ojos furiosos Santiago cerró la puerta, tenía un gesto serio, pero sereno, parecía de algún modo estar disfrutando aquella escena. Lyla que los había observado entrar ahí, tuvo una gran idea, así que tomó una de las sillas y la arrastró hasta la puerta del baño, reclinándola contra la aldaba, así la puerta no abriría y Lyla que era lista, pensaba que tendrían tiempo suficiente para poder hablar y así, el enojo pasaría, «Cuando mis amigos y yo peleamos, y tenemos que estar en un mismo espacio juntos, siempre terminamos por reconciliarnos» pensó creyendo que con los
Los ojos de Allegra se nublaron y de pronto Niall abrió la puerta —¡Lo siento! Creí que alguien estaba encerrado —dijo avergonzado Allegra tenía los ojos puestos en Santiago con un gesto serio, después pasó a un lado empujándolo con su hombro y salió de ahí, mientras Niall se quedaba de piedra ante el acto —Así son —dijo tratando de darle por su lado al magnate—. Mi mujer también se enoja por todo y hace un drama. —Sí, pero ella no es mi mujer —dijo Santiago con ironía, sufriendo, luego salió de ahí, Niall se quedó consternado pensando que había cometido alguna indiscreción. Santiago volvió al salón, Allegra estaba del otro lado casi frente a él. Aprovechó para beber un trago de whisky, sentía tanta rabia, quería odiar a Allegra, era imposible, la adoraba. Él no podía soportar eso, que ella estuviera con otro, sabía que era por despecho, pero no hacía que doliera menos. Cuando alzó su vista encontró a Megan caminando a su dirección. Se puso nervioso y reparó que era justo que aho
Santiago cabalgaba de prisa, tenía terror de que los niños pudieran caerse, sobre todo de una yegua tan veloz y salvaje. Su corazón latía, estaba sudando. Desde niño sabía montar muy bien, su padre era un gran jinete, y lo había obligado a competir desde pequeño. Allegra corría como atleta, quería volver a ver a Santiago y a los niños, no quería desgracias en su vida, descubrió que su corazón estaba muy golpeado por la pérdida de su madre, tenía mucho miedo de la muerte y de perder a quienes amaba. Santiago iba a galope tendido, iba casi pisando el paso de la yegua, escuchaba los gritos de Lyla histérica, que con una mano se aferraba a la rienda y con la otra abrazaba al bebé con toda su fuerza, el bebé berreaba y Santiago creyó que le daría jaqueca. El hombre decidió acomodarse al lado de la yegua y se adelantó un poco, luego bajó la velocidad, para cuando se emparejó a la yegua, sostuvo con firmeza la rienda, mientras Lyla se aferraba abrazando la cruz del caballo. Pronto, Santiag
La fiesta terminó con una excelente recaudación y volvieron a la casa en Andersonville. Nina habló con Lyla, tranquilizándola y reconfortándola. Allegra fue a dormir a su habitación, no podía, no dejaba de pensar en todo lo acontecido, las palabras de Megan la aturdían. Cansada, decidió salir a tomar un poco de aire, apenas bajó las escaleras, encontró a Niall sentado sobre un sofá en el salón principal. —Buenas noches, Niall, ¿Estás bien? —Mejor, quiero disculparme, ha sido una noche pesada —dijo Niall Allegra se sentó en la silla frente a él —Lo sé. —¿Cómo está Lyla? —Bien, ha preguntado por ti —dijo Allegra —Estoy avergonzado, ella es una niña tan buena y yo dije tantas tonterías. Fue Lyla quien me ayudó para poder acercarme a Nina, yo no creía en el amor, ella me dio esperanza en esa noche de navidad, y le he pagado de esta manera. —No digas eso, ella sabe que ha sido un error, solo tienes que hacer lo correcto y mejorará. —Sí, pero, la situación es difícil, no sé cómo s
Andersonville era un barrio tranquilo y colorido, Allegra despertó temprano, salió a caminar por aquellas calles, le gustaba ese lugar, las personas eran cálidas y poco prejuiciosas, no sostenían el glamour de Miami, pero a ella no le importaba. Siguió caminando y se sintió acechada, cuando giró encontró a Santiago Sanders detrás —Tenías que ser tú. —Buenos días, Allegra. —Buenos días. —Si piensas que te estoy siguiendo estás equivocada —dijo Santiago, ella observó la canasta que cargaba en sus manos—. En realidad, voy de picnic. Allegra estaba confundida, entonces Lyla apareció corriendo y se detuvo junto a ellos —Listo, Santi, ya he traído nuestras frazadas —dijo la niña sonriente y miró a Allegra—. Hola, Allegra, ¿Vendrás con nosotros? —¿A dónde? —Iremos de picnic a la playa Oak. Allegra sonrió —Me alegro, diviértanse. —¡Por favor! ¡Ven con nosotros! —exclamó Lyla con una gran sonrisa blanca y los ojos brillantes, tenía un gesto de falso puchero que era tan tierno —Ven
Melanie y Max habían ido a una cafetería a dos cuadras del colegio —No puedo creer que nos volvamos a ver luego de estos años —dijo Melanie emocionada —Luego de que te fuiste, descubrí que te extrañaba, pero preferí fingir que nada pasaba. Ahora, Melanie, ya no puedo más, he cambiado soy un hombre distinto. —Sí es un cambio para bien, soy feliz por ti. —Es un cambio bueno para los dos. Melanie, me conoces bien, soy un hombre honesto y práctico. Estoy aquí porque eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida —Melanie escuchó aquellas palabras, no podía creerlas—. Ya estoy cansado de esa libertad que tanto presumía, quiero formar una familia a tu lado, Melanie ¿Quieres ser mi esposa? Melanie estaba impactada. ¿Cuántas veces ella había soñado con casarse con aquel hombre? Ella anhelaba formar una familia, criar hijos y vivir feliz al lado de su esposo, pero ¿Era Maxwell el hombre con el que ella quería compartir su vida? A su mente volvió el rostro de Michael, haciéndola