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Los ojos de Allegra se nublaron y de pronto Niall abrió la puerta —¡Lo siento! Creí que alguien estaba encerrado —dijo avergonzado Allegra tenía los ojos puestos en Santiago con un gesto serio, después pasó a un lado empujándolo con su hombro y salió de ahí, mientras Niall se quedaba de piedra ante el acto —Así son —dijo tratando de darle por su lado al magnate—. Mi mujer también se enoja por todo y hace un drama. —Sí, pero ella no es mi mujer —dijo Santiago con ironía, sufriendo, luego salió de ahí, Niall se quedó consternado pensando que había cometido alguna indiscreción. Santiago volvió al salón, Allegra estaba del otro lado casi frente a él. Aprovechó para beber un trago de whisky, sentía tanta rabia, quería odiar a Allegra, era imposible, la adoraba. Él no podía soportar eso, que ella estuviera con otro, sabía que era por despecho, pero no hacía que doliera menos. Cuando alzó su vista encontró a Megan caminando a su dirección. Se puso nervioso y reparó que era justo que aho
Santiago cabalgaba de prisa, tenía terror de que los niños pudieran caerse, sobre todo de una yegua tan veloz y salvaje. Su corazón latía, estaba sudando. Desde niño sabía montar muy bien, su padre era un gran jinete, y lo había obligado a competir desde pequeño. Allegra corría como atleta, quería volver a ver a Santiago y a los niños, no quería desgracias en su vida, descubrió que su corazón estaba muy golpeado por la pérdida de su madre, tenía mucho miedo de la muerte y de perder a quienes amaba. Santiago iba a galope tendido, iba casi pisando el paso de la yegua, escuchaba los gritos de Lyla histérica, que con una mano se aferraba a la rienda y con la otra abrazaba al bebé con toda su fuerza, el bebé berreaba y Santiago creyó que le daría jaqueca. El hombre decidió acomodarse al lado de la yegua y se adelantó un poco, luego bajó la velocidad, para cuando se emparejó a la yegua, sostuvo con firmeza la rienda, mientras Lyla se aferraba abrazando la cruz del caballo. Pronto, Santiag
La fiesta terminó con una excelente recaudación y volvieron a la casa en Andersonville. Nina habló con Lyla, tranquilizándola y reconfortándola. Allegra fue a dormir a su habitación, no podía, no dejaba de pensar en todo lo acontecido, las palabras de Megan la aturdían. Cansada, decidió salir a tomar un poco de aire, apenas bajó las escaleras, encontró a Niall sentado sobre un sofá en el salón principal. —Buenas noches, Niall, ¿Estás bien? —Mejor, quiero disculparme, ha sido una noche pesada —dijo Niall Allegra se sentó en la silla frente a él —Lo sé. —¿Cómo está Lyla? —Bien, ha preguntado por ti —dijo Allegra —Estoy avergonzado, ella es una niña tan buena y yo dije tantas tonterías. Fue Lyla quien me ayudó para poder acercarme a Nina, yo no creía en el amor, ella me dio esperanza en esa noche de navidad, y le he pagado de esta manera. —No digas eso, ella sabe que ha sido un error, solo tienes que hacer lo correcto y mejorará. —Sí, pero, la situación es difícil, no sé cómo s
Andersonville era un barrio tranquilo y colorido, Allegra despertó temprano, salió a caminar por aquellas calles, le gustaba ese lugar, las personas eran cálidas y poco prejuiciosas, no sostenían el glamour de Miami, pero a ella no le importaba. Siguió caminando y se sintió acechada, cuando giró encontró a Santiago Sanders detrás —Tenías que ser tú. —Buenos días, Allegra. —Buenos días. —Si piensas que te estoy siguiendo estás equivocada —dijo Santiago, ella observó la canasta que cargaba en sus manos—. En realidad, voy de picnic. Allegra estaba confundida, entonces Lyla apareció corriendo y se detuvo junto a ellos —Listo, Santi, ya he traído nuestras frazadas —dijo la niña sonriente y miró a Allegra—. Hola, Allegra, ¿Vendrás con nosotros? —¿A dónde? —Iremos de picnic a la playa Oak. Allegra sonrió —Me alegro, diviértanse. —¡Por favor! ¡Ven con nosotros! —exclamó Lyla con una gran sonrisa blanca y los ojos brillantes, tenía un gesto de falso puchero que era tan tierno —Ven
Melanie y Max habían ido a una cafetería a dos cuadras del colegio —No puedo creer que nos volvamos a ver luego de estos años —dijo Melanie emocionada —Luego de que te fuiste, descubrí que te extrañaba, pero preferí fingir que nada pasaba. Ahora, Melanie, ya no puedo más, he cambiado soy un hombre distinto. —Sí es un cambio para bien, soy feliz por ti. —Es un cambio bueno para los dos. Melanie, me conoces bien, soy un hombre honesto y práctico. Estoy aquí porque eres la mujer con la que quiero pasar el resto de mi vida —Melanie escuchó aquellas palabras, no podía creerlas—. Ya estoy cansado de esa libertad que tanto presumía, quiero formar una familia a tu lado, Melanie ¿Quieres ser mi esposa? Melanie estaba impactada. ¿Cuántas veces ella había soñado con casarse con aquel hombre? Ella anhelaba formar una familia, criar hijos y vivir feliz al lado de su esposo, pero ¿Era Maxwell el hombre con el que ella quería compartir su vida? A su mente volvió el rostro de Michael, haciéndola
Denzel no había conciliado el sueño, se veía cansado, ojeras moradas se marcaban bajo sus ojos, le dolía la cabeza, el remordimiento y la confusión golpeaban al joven. No quería eso en su vida, porque siempre había anhelado la paz y plenitud, solo había soñado con tener una bella historia de amor correspondida, como sus padres y abuelos, no entendía porque frente a él encontraba aquella encrucijada, que lo llenaba de ansiedad. Solo recordar el nombre de Julia Greene le causaba dolor, no comprendía porque esa mujer había caído en una vida tan tormentosa. Se notaba que tenía dinero, pero Denzel pensaba que no sabía nada sobre ella y no se atrevía a juzgarla, iba rumbo a casa de Allegra, quería verla y así convencerse de lo que realmente sentía. No podía mentirle, Denzel estaba consiente que debía decir la verdad, pues ser un mentiroso no era opción para él. Denzel no era consciente de que Julia Greene lo seguía en su camioneta, desde que el joven había abandonado su lugar de trabajo. J
—¡Esa palabra te queda grande! ¡Ella es mía! ¡Me ama a mí! Denzel no entendía nada, en su mente había creído que Santiago no sentía nada por Allegra, pero frente a él tenía a un hombre enamorado, reclamando a una mujer que creía suya, y sabía que un hombre como Santiago Sanders no renunciaría a ella. Denzel no sabía si quería dar la pelea, pero su cabeza estaba confusa y ahora se dejaba arrastrar por la violenta pasión de la ira desatada —¡Ella no es tuya! La dejaste ir, Sanders, ¡Es mi novia! ¡Aléjate de ella! —¡Nunca, imbécil! ¡Ella y yo nos amamos, y tú solo eres un obstáculo! Hazte a un lado, sé inteligente. —¡Por favor, Santiago, vete! —Allegra lloraba, estaba asustada y sintió la ira ardiendo contra ella en la mirada de Sanders —Ya la oíste, genio, ella no te quiere, lárgate —dijo Denzel Santiago miraba a Allegra con rabia, era un duelo de miradas, entre la furia y el miedo. —Ya te dijo, Denzel, ya te dijo sobre nuestros ardientes momentos en Chicago —Santiago encestó un g
La ambulancia arribó al hospital, Allegra iba en una camilla, inconsciente, junto a ella estaban los paramédicos, pero también venían Santiago y Denzel. Descendieron la camilla a toda prisa, trasladándola dentro del hospital, iban rumbo al quirófano, Santiago y Denzel seguían ese rumbo, entonces Allegra ingresó, a ellos no se los permitieron. Santiago se descontroló, quería entrar, estaba fuera de sí, su mirada se perdía al observar como las puertas del quirófano se cerraban ante sus narices, era detenido por una doctora. La mente de Santiago estaba congelada ante la idea de perder al amor de su vida. Hasta que las palabras de la doctora lo volvieron al aquí y ahora —¿Saben cuál es su tipo de sangre? —Es tipo O negativo —dijo Denzel al verificar en la identificación de Allegra, pues el llevaba su cartera La doctora hizo una mueca de preocupación —¿Qué pasa? —Tenemos escasez de ese tipo de sangre y no sabemos si sea necesaria más. Además, es importante que consigan donadores, par