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—¿Qué quieres decir? ¿Crees que Allegra no lo sabe? —Ella lo sabe, estoy seguro de ello. Pero, ¿Entiendes que jamás podrás hacerla feliz? —dijo Denzel provocando con sus palabras que un nudo se formara en la garganta del señor Sanders—. Mírala, por Dios —dijo y ambos miraron a Allegra tras la ventana —Ella merece una buena vida, merece lo mejor del mundo, la felicidad. Seamos honestos, señor Sanders, no puedes dársela. ¿Qué clase de vida podría tener a tu lado? Esas palabras martirizaban a Santiago quien no dejaba de mirar a Allegra, sus ojos estaban llenos de lágrimas contenidas, negándose a derramar —Si me dices que puedes hacerla feliz, soy capaz de hacerme a un lado y dejarte el camino libre, incluso, aunque este seguro de que yo puedo hacerla más feliz —dijo Denzel acercándose a Santiago y observando a Allegra, cuando miró de reojo a Sanders pudo ver el reflejo de un hombre destrozado, un corazón carcomido por el dolor de perder a quien ama, y en ese momento por primera vez De
Allegra estaba sentada, mirando por la ventana, era un día de diciembre, habían pasado cuatro meses desde aquel incidente que casi le costaba la vida, ahora estaba recuperada de salud, pero no de ánimo. La inundaba la nostalgia. Todo lo que vivió y todo lo que quizás no podría vivir. Él venía a su mente, una y otra vez, lo extrañaba. «Ojalá pudiera tener alas para volar a dónde estás» pensó Allegra, pero aquellos pensamientos no aminoraron su dolor. Santiago se había esfumado de su vida, en un abrir y cerrar de ojos, tal como llegó. Cuando lo buscó y descubrió que simplemente se había largado de viaje, se dio por vencida. ¿Acaso no la amaba? ¿Acaso todo lo vivido era una mentira? Para Allegra no hubo necesidad de explicaciones, después de todo, con el mítico señor Sanders nunca sabría a qué atenerse o por lo menos era lo que imaginaba. Días después descubrió en los medios de comunicación que Santiago había revelado al mundo que era portador de VIH y que ahora era indetectable, ademá
Allegra estaba durmiendo, llegó el amanecer, el clima era fresco, alguien tocó a la puerta y la joven se apuró a levantarse, se puso su bata de dormir y caminó al salón, recordó que Michael ya no vivía a su lado, el hombre arrendó su propio departamento. La joven abrió la puerta encontró a Denzel con el gesto vulnerable y suplicante —¿Denzel, estás bien? Denzel no respondió, ni esperó que le permitiera ingresar, entró por su propio pie —Necesito que hablemos —dijo Denzel, su voz sonaba apresurada —¿A esta hora? —Allegra comprobó que estaban por dar las seis de la mañana —¡No puedo más! —exclamó Denzel con la voz en un hilo Allegra sintió un hueco en el estómago, era preocupación —¿Quieres un poco de café? —No. Por favor, solo siéntate a mi lado y escúchame, temo perder el valor —dijo Denzel tomando asiento, Allegra angustiada, tomó asiento frente a él. Miró su rostro desencajado, pálido y lloroso, su reflejo era de un hombre desamparado que perdió todo, Allegra no entendía lo q
Unos minutos después Megan llegó, Michael la esperaba en la mesa y en la contigua estaba Melanie sufriendo en silencio. —Gracias por venir —dijo Megan tomando asiento frente a Michael —Me extrañó tu llamada, pero no dudé en venir, era algo necesario. —Lo sé, Michael, te hice mucho daño y quiero disculparme —dijo Megan —Me hiciste daño, Megan, fingiste un amor que no sentías por mí, yo fui tu opción para no quedarte sola y al final no funcionó, pero admito que yo también tuve culpa, cuando dejé que me amaran a medias, sabiendo que merecía algo mejor. —Michael quise hacerte feliz, y quiero que sepas que lamento tu sufrimiento, supe que… intentaste… —Intenté suicidarme, Megan, porque sufrí depresión profunda, ahora estoy curado y trabajo duro para nunca volver a ese oscuro lugar. Megan tenía el rostro suplicante por un perdón que no salía de los labios de Michael —De verdad te amé, Michael, pero no pude hacerte feliz. —Eso ya es pasado, Megan, quería decirte que te perdono y espe
Allegra temblaba, su corazón latía veloz y el aire le faltaba. Frente a él, había perdido el valor que la hizo llegar hasta ahí. «¿Y si me ha olvidado? ¿Si ya no me ama?» esos pensamientos la enloquecían de ansiedad Santiago expectante intentó hacerla hablar —¿Estás bien? —Sí… —asintió la mujer reponiéndose de esa mirada azul que la escudriñaba—. Necesito hablar contigo. Santiago asintió incómodo, le pidió que fueran a la biblioteca. Apenas entraron, los recuerdos invadieron a Allegra, tomó asiento, observó el lugar, ahí nada cambiaba —¿Quieres hablar sobre la boda de Melanie y Michael? —No… quiero decir sí, pero antes quiero hablar de otra cosa. —Claro, puedes decirme. —¿Por qué te fuiste? Me abandonaste en el hospital. Santiago bajó la mirada, avergonzado, no quería hablar de eso, tomó aire —¿Qué quieres que diga, Allegra? Sabes que soy un desgraciado, no esperes nada de mí —dijo severo —¿Por qué mientes? —Santiago incrédulo enderezó su postura —¿Qué dices? —Te fuiste
Denzel estaba por terminar su turno de trabajo, cerró su laptop y marcó la salida, solo quería ir a casa, estaba cansado. Tenía días sin ver a sus amigos del The Miracle group. Lo negaba, pero su ánimo decaía, sabía que debía ayudarse a no caer en la depresión que como un monstruo estaba acechándolo. Lo haría, pero no ahora. Cuando llegó a casa calentó una sopa y comió con el móvil en las manos, se distraía con las redes sociales. De pronto encontró el perfil en línea de Santiago Sanders, era un perfil antiguo y en desuso, curioso espió entre las publicaciones que eran de seis años atrás, eran fotos de fiestas en bares lujosos, en todas aparecía Santiago Sanders con ropa ostentosa, rodeado de amigos y hermosas mujeres. Una de esas fotos capturó su atención porque en ella aparecía Santiago abrazado de Julia, más joven y elegante, pero de verdad era Julia, sus ojos verdes lo afirmaban. Las alarmas de Denzel resonaron en su interior. ¿Cómo se conocían esos dos? Denzel tuvo un presentimi
Cuando Denzel despertó estaba en una clínica, ya era de día, aletargado, pronto los recuerdos de ayer vinieron a su mente, entró en pánico, sabía que Santiago y Allegra corrían peligro. Sin que lo pudieran detener salió de la clínica y tomó un taxi pidió ser llevado hasta Palm Beach, había sido invitado a la boda de Melanie y Michael. Creía que Julia estaría ahí. Melanie y Michael estaban bailando el vals. Era el día de su boda, habían pasado por el altar y después por el juez, ahora estaban en la casa de Palm Beach disfrutando de la recepción. Había casi doscientos invitados, los novios lucían enamorados y les auguraban mucha felicidad. Allegra se alejó de Santiago en busca del baño, estaba emocionada por su amiga y soñaba con su propia boda que sería en dos meses. Aquella casa era enorme, se podía perder con facilidad. Después de ir al baño caminó por el pasillo con espejos y se detuvo para acomodar sus rizos cobrizos, de pronto la silueta de una mujer se reflejó, por instinto sonr
Allegra lloraba, ante la mirada de odio de Julia, tenía por seguro de que nunca olvidaría aquellos ojos verdes, era increíble como una mujer hermosa podía destruir su vida de esa manera —¿Te doy lástima, Allegra? —preguntó Julia—. Alguna vez fui una mujer enamorada como tú. —Eso no es amor, Julia. —Lo fue, lo amé demasiado, di todo de mí y solo recibí rechazos y traiciones, jamás me dio una oportunidad —dijo y se acercó a la joven, quien asustada atinó a arrastrarse hacia atrás topando con la pared, sintió como los dedos largos de Julia acariciaban sus labios—. A ti también te volvió loca como a mí, sus besos, sus caricias, esa forma de hacer el amor como si no hubiera un mañana, ¿Acaso creías que solo contigo lo hacía de esa forma? —Julia se mofaba y disfrutaba viendo sufrir a Allegra, cuyos ojos lloraban —Puedes decir lo que sea, pero a ti jamás te dijo que te amaba. Julia borró su sonrisa, se sintió extraña, no sentía rabia o celos. Acarició el cabello casi rojizo de Allegra y