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Santiago Sanders se había quedado ahí, de pie, observó como ella lo miró por el retrovisor y dibujó una sonrisa que se le antojaba maligna, como sensual. Puso las manos sobre su cabeza, aquellas palabras le hicieron recordar bien a lo que él mismo le había dicho cuando la conoció. ¿Acaso ella buscaba vengarse? Santiago tuvo mucho miedo cuando la idea cruzó su mente, porque sabía que era una guerra perdida, estaba a su merced, era capaz de ser su esclavo y su siervo fiel, porque todo lo que deseaba era tenerla en sus brazos, otra vez. Allegra llegó a su casa y se vistió con rapidez. Salió lista para ir a trabajar y se encontró con un desanimado Michael —Hola, ¿Qué te pasa? —Nada, tuve un mal día anoche, ¿Y tú? ¡Vas llegando! —exclamó sorprendido —No, bueno… —No te preocupes, hay que irnos que es tarde —inquirió Michael Luego se fueron rumbo a la escuela. Al terminar la jornada laboral, Melanie y Allegra decidieron ir a la playa, caminaron por Tahiti Beach. —¡No puedo creerlo!
Era viernes, y era asueto escolar. Así que aquel día Allegra manejó hasta la fundación Yakamoz, estaba tan enfurecida, que cuando observó a la recepcionista y confirmó que Santiago Sanders estaba en su oficina, ni siquiera esperó que la anunciaran. Allegra caminó de prisa y entró en aquella oficina, sin tocar la puerta. Santiago alzó la vista, se puso de pie, incrédulo de verla ahí —Allegra… —¿Por qué no me buscaste? ¿Acaso es una de tus artimañas? Santiago la miró con duda —No… —estaba confundido—. En un par de horas estaba por salir a tu casa, para informarte que todos los planes del evento de Yakamoz fueron aprobados, ¿Por qué dices eso? Allegra enmudeció —Esperaba que me llamaras ayer. —Bueno, supuse que estarías enojada y que querrías un día para calmarte. Allegra se acercó al escritorio —¡Yo quería que me llamaras! —dijo golpeando con rabia el escritorio, mientras Santiago la miraba confundido —Estabas tan furiosa. —¿Y qué tal que si por tu estupidez yo hubiese comet
Allegra sintió que su sangre se iba al piso, su corazón latía de prisa y comenzó a sudar, tenía tanta rabia dentro. Santiago llegó hasta la sala y la miró dudoso —¿Quién es? Allegra lo miró con frialdad y una rabia casi por explotar, quiso lanzarle el móvil a la cara, gritar y patalear —Tu encantadora novia fugitiva —espetó dejando el teléfono sobre la mesa Santiago la miró incrédulo y tomó el teléfono de prisa, para colgar la llamada —¿Qué dices, Allegra? —¡Así que sigues viendo a esa mujer! ¿Cuándo ibas a decírmelo? —exclamó, pero sus ojos ya no podían sostener las lágrimas—. Claro que nunca me lo dirías. —No es lo que piensas, ni siquiera sé por qué ha llamado. —¡No seas mentiroso! ¿Qué pasa, Santiago? ¡No quiere volver contigo! ¡Mientras, aquí tienes a la estúpida que te puede dar sexo sin compromiso! —¡Estás equivocada, será mejor que cuides tus palabras! —exclamó Santiago enojado —¡Tú a mí no me das ninguna orden! Lárgate de mi casa, no quiero verte —dijo con rabia y a
Allegra y Denzel se abrazaban con fuerza, ella lloraba mucho y una llovizna comenzó a empaparlos. Denzel quería consolarla, al cabo de un rato, ella se controló —¿Qué pasó Allegra? —Nada —dijo evasiva —¿De verdad? Creí que éramos amigos. —Estoy triste, Denzel, las cosas me van muy mal, eso es todo. —¿Por qué? Déjame ayudarte —dijo abrazándola, estando frente a ella, tomó su rostro entre sus manos—. Allegra, yo solo quiero hacerte feliz. Los ojos de Denzel la miraban con ternura, y Allegra se sentía hecha pedazos. Sentía tanta furia dentro de sí, culpaba a Santiago y a esa mujer; Megan. Allegra pensaba que Santiago era capaz de estar con ella y aun así pensar en otra, eso le provocaba unos terribles celos, que hacían que se debilitara, hasta pensar en las peores bajezas, así, sin medir las consecuencias, abandonando la sensatez que siempre la había caracterizado, besó a Denzel, pero aquel beso no le sabía tan bien, porque sabía a rabia, lágrimas y despecho. Fue un beso corto, fu
Cuando escucharon el anuncio de su vuelo, la plática terminó y Santiago tuvo que contentarse, con esperar a estar en Chicago para poder hablar, porque el resto del vuelo Allegra lo ignoró. Tras cuatro horas de vuelo, llegaron a Chicago. Antes de salir del aeropuerto de Midway, se encontraron con Nina Wayne y Niall Grimmer. Cuando se presentaron, sostuvieron un saludo bastante cálido. El matrimonio Grimmer era muy joven, llevaban apenas dos años de casados. Niall era dueño de las inmobiliarias Girmmer y Nina era la única hija del señor Edward Wayne, fundador de Yakamoz —¡Bienvenidos! —esbozó Nina —Gracias —dijo Santiago —Los alojaremos en la casa de Yakamoz, esperemos que ahí se sientan tan cómodos como en un hotel —dijo Nina —Seguro de que sí —dijo Allegra —¿Ustedes son pareja? —Sí. —No. Nina y Niall tuvieron que reír ante esas respuestas. Santiago estaba decepcionado por la respuesta de Allegra. —Niall puedes ser más discreto —dijo Nina reprendiendo a su esposo por aquella
Allegra corrió ayudar a Santiago, dándole la mano para que se levantara del suelo —¿Estás bien? —Sí. Se acercaron a la niña que sollozaba aún asustada —Está bien —dijo Nina—. Lyla debes tener cuidado. —¡Lyla qué terrible susto nos has dado! Ya te hemos dicho muchas veces que dejes de ser tan traviesa —recriminó Niall —Lo importante es que ella está bien —dijo Santiago acariciando la coronilla de la niña con dulzura, mientras Allegra sonreía ante su gesto tierno. Después todos acudieron a arreglarse para el evento. Santiago estaba afuera de la recámara de Allegra, aquella casa era enorme, de tres pisos y sus habitaciones estaban una a lado de la otra, en la segunda planta. Santiago portaba un perfecto esmoquin negro, hecho a la medida, se había afeitado bien y esperaba impaciente por Allegra, cuando ella abrió la puerta y estuvo frente a él, tuvo que reprimir el deseo de tomarla entre sus brazos, se veía preciosa con aquel vestido dorado que se ceñía a su perfecta y grácil figur
Santiago se apuró a bajar del podio y siguió a Allegra que se había alejado caminando con rabia. Ella caminaba de prisa, abandonando el salón y Santiago caminó detrás de ella, casi alcanzándola. Allegra entró a un baño y antes de que pudiera cerrar la puerta, Santiago se adentró —¿Acaso no ves que es un baño de mujeres? ¡Sal ahora mismo! Ve a bailar con tu querida prometida, cumple tu sueño realidad —dijo Allegra con los ojos furiosos Santiago cerró la puerta, tenía un gesto serio, pero sereno, parecía de algún modo estar disfrutando aquella escena. Lyla que los había observado entrar ahí, tuvo una gran idea, así que tomó una de las sillas y la arrastró hasta la puerta del baño, reclinándola contra la aldaba, así la puerta no abriría y Lyla que era lista, pensaba que tendrían tiempo suficiente para poder hablar y así, el enojo pasaría, «Cuando mis amigos y yo peleamos, y tenemos que estar en un mismo espacio juntos, siempre terminamos por reconciliarnos» pensó creyendo que con los
Los ojos de Allegra se nublaron y de pronto Niall abrió la puerta —¡Lo siento! Creí que alguien estaba encerrado —dijo avergonzado Allegra tenía los ojos puestos en Santiago con un gesto serio, después pasó a un lado empujándolo con su hombro y salió de ahí, mientras Niall se quedaba de piedra ante el acto —Así son —dijo tratando de darle por su lado al magnate—. Mi mujer también se enoja por todo y hace un drama. —Sí, pero ella no es mi mujer —dijo Santiago con ironía, sufriendo, luego salió de ahí, Niall se quedó consternado pensando que había cometido alguna indiscreción. Santiago volvió al salón, Allegra estaba del otro lado casi frente a él. Aprovechó para beber un trago de whisky, sentía tanta rabia, quería odiar a Allegra, era imposible, la adoraba. Él no podía soportar eso, que ella estuviera con otro, sabía que era por despecho, pero no hacía que doliera menos. Cuando alzó su vista encontró a Megan caminando a su dirección. Se puso nervioso y reparó que era justo que aho