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Los guardias ayudaron a Denzel y a la mujer a tomar un taxi. Denzel que estaba confundido de su propia actitud, tuvo que pedir que lo llevaran a su casa, cuando tocó la frente de la joven descubrió que estaba ardiendo en fiebre. Cuando llegaron a casa de Denzel, el optó por cargarla en sus brazos, aquella mujer estaba débil y balbuceaba palabras incoherentes. Denzel casi tuvo que arrastrarla y llevarla hasta el sofá, la chica cayó recostada y liberó su cartera que fue a dar al suelo, él la levantó, buscó cualquier documento de identidad, se topó con su licencia de conducir —Julia Greene —leyó Denzel, ya no le cabía duda de que fuera la misma chica que lo había acusado injustamente. Julia abrió los ojos, comenzó a hablar tonterías, Denzel se acercó a ella —¿Estás bien? Estás ardiendo en fiebre. —¿Estoy muerta? ¿Es el cielo o el infierno? ¿Acaso eres un ángel? —No… —titubeó Denzel, acorralado por las hermosas y grandes pupilas de Julia Pero, ella volvió a cerrar sus ojos, quedán
Allegra y Melanie estaban en una cafetería, habían terminado de dar sus clases, Melanie estaba desconcertada por la decisión de Allegra y la observaba implacable —¡Es que no me lo puedo creer! Habías dejado al patán y de buenas a primeras, porque te ha buscado corres a sus brazos. —No corrí a sus brazos —repuso Allegra defensiva—. Solo lo ayudaré con la fundación, tú sabes que ellos ayudaron mucho a mi madre. —Allegra Ferrez no puedes engañarme, ese hombre tuvo un pretexto, pero tú también lo aceptaste. Ambas sabemos que lo haces porque quieres estar cerca de él. —Basta, Mel, por favor. —Por lo visto sigues enamorada, amiga, no quiero que te lastime de nuevo, menos cuando sabes que es un tóxico que puede engañarte. —No voy a volver con él, es verdad que aún siento algo por él, pero ya no soy tan débil, no caeré en sus brazos como dices. Melanie estaba fastidiada, ella sabía que Allegra mentía, por supuesto que seguía enamorada de Santiago y estaba convencida de que ese hombre qu
Allegra llegó al departamento, cerró la puerta y dejó su portafolio sobre un sofá, caminó a la cocina para beber agua, y después caminó a la pequeña terraza que estaba entreabierta, confundida y creyendo que no había nadie, intentó cerrarla, entonces cayó en cuenta de que había alguien ahí, la silueta de Santiago Sanders estaba ahí, sentado y sosteniendo una taza en sus manos, mirándola con un gesto esperanzador, Allegra sintió que todo su cuerpo temblaba —Hola. —¿Qué haces aquí? —Vine a ver a Michael, pero ha ido por el almuerzo —dijo Santiago, ella se limitó a asentir—. ¿Quieres un poco de café? Lo he preparado yo mismo. —Gracias, pero no. Bueno, pues estás en tu casa —dijo y dio media vuelta, luego se encerró en su habitación. Al entrar pensó en poner llave a la puerta, pero no quiso, en su interior se negaba a hacerlo, quería que Santiago fuera hasta ahí, Allegra quería tantas cosas, tan distintas a las que mostraba en el exterior. Se sentía extraña, confundida, se miró largo
Allegra y Denzel estaban en la heladería, compartían un delicioso helado de fresa y chocolate. —¿Y cómo está Julia? —preguntó Allegra, en un tono que Denzel percibió como tenso —Ella mejoró, se marchó apenas terminó el desayuno. —Y se fue así, nada más. —Me dio las gracias, pero, es rara, parece que necesita ayuda —dijo Denzel preocupado por la actitud de aquella mujer —Por lo que veo te ha dejado cautivado —dijo Allegra en un tono de doble sentido, que provocó que Denzel arqueara sus cejas en señal de confusión —No. —dijo determinado, no quería un mal entendido, pero le parecía que Allegra estaba teniendo uno—. Quise ayudarla, porque de verdad se veía mal, y siempre quise que alguien me ayudara de esa forma. Es solo eso. —Lo sé, pero no podemos negar, que de algún modo surge el amor —dijo Allegra sonriente, mientras tomaba un poco de helado con una cucharilla y lo comía. Denzel no abandonó el semblante perturbado, porque estaba incrédulo ante las ideas de Allegra —No, Allegra
Aquel era un miércoles lluvioso, habían anunciado la llegada de los remanentes de un huracán llamado Olivia, pero casi todos creían que era una lluvia pasajera y, sin embargo, había sido intensa y tormentosa, ahora todos corrían a resguardarse en casa. Mientras Allegra luchaba por conducir hasta la casa del señor Sanders. Su visión se nublaba por el empañado cristal, estaba nerviosa y quería hacer eterno ese viaje hasta llegar. Michael veía televisión, estaba preparado para ver un especial de su serie favorita. Antes de poder encender la televisión, recibió una llamada de Santiago, histérico, porque Allegra no llegaba y no le contestaba el teléfono, además había una tremenda lluvia, Michael tuvo que calmarlo y decirle que la joven ya estaba por llegar. Luego colgaron la llamada, Michael escuchó el timbre de la puerta, se paró a abrir y se encontró con Melanie —Hola. —Hola, bienvenida, sigue —dijo dejándola pasar, Melanie estaba totalmente empapada —Lo siento, ya ensucié tu sala.
Santiago le mostraba a Allegra fotografías del personal que administraba cada sede de la fundación. —Creo que los únicos que no asistirán son los administradores turcos. Anelisse Kalely acaba de convertirse en madre y no podrá viajar. Pero, vendrán representantes. —Seguro de que son personas maravillosas. —Así es, ayudan tanto y tienen un gran corazón, te agradarán. Luego salieron un momento al jardín, ya no llovía, pero el cielo seguía siendo gris y parecía que la lluvia volvería a caer. —¿Sabes qué significa Yakamoz? —preguntó Santiago —No. —Es la palabra turca para describir el reflejo de la luna sobre el agua. —No lo sabía, suena hermoso —dijo Allegra Volvieron de inmediato a la casa, pues la lluvia comenzó a caer con fuerza. Sin embargo, la lluvia había alcanzado a mojarles la ropa. Santiago le pidió que lo siguiera a su habitación y ella dudó —Será mejor que me quede aquí —dijo —¿Por qué? ¿Acaso me tienes miedo? Solo iremos por unas toallas para secarnos la ropa —dijo
Santiago se estaba bañando. Allegra dormía en aquella cama, cuando abrió bien los ojos ya estaba muy entrada la madrugada, observó su teléfono celular y descubrió que estaban por dar las cinco de la mañana. Se levantó de la cama y observó a Santiago salir del cuarto de baño —Buenos días —dijo esbozando una suave sonrisa, llevaba una toalla anudada a su cintura y tomaba de un cajón ropa para vestirse. —¿Puedo tomar un baño? —Claro —dijo Santiago con obviedad—. Esta es tu casa, siempre lo ha sido y puedes hacer lo que te plazca. Allegra lanzó un suspiro de frustración, pero fue al baño y tras cerrarlo con pasador, se dispuso a bañarse. Allegra salió del baño y peinó su cabello con rapidez, miró a Santiago que se había quedado observándola embelesado —Ya debo irme. Aquellas palabras rompieron todo el encanto dentro de Santiago —¿Irte? ¿A dónde? —preguntó incrédulo —A mi casa. —Pero, acaso no escuchaste que esta es tu casa, Allegra. Allegra frunció el ceño, fastidiada —Necesito
Santiago Sanders se había quedado ahí, de pie, observó como ella lo miró por el retrovisor y dibujó una sonrisa que se le antojaba maligna, como sensual. Puso las manos sobre su cabeza, aquellas palabras le hicieron recordar bien a lo que él mismo le había dicho cuando la conoció. ¿Acaso ella buscaba vengarse? Santiago tuvo mucho miedo cuando la idea cruzó su mente, porque sabía que era una guerra perdida, estaba a su merced, era capaz de ser su esclavo y su siervo fiel, porque todo lo que deseaba era tenerla en sus brazos, otra vez. Allegra llegó a su casa y se vistió con rapidez. Salió lista para ir a trabajar y se encontró con un desanimado Michael —Hola, ¿Qué te pasa? —Nada, tuve un mal día anoche, ¿Y tú? ¡Vas llegando! —exclamó sorprendido —No, bueno… —No te preocupes, hay que irnos que es tarde —inquirió Michael Luego se fueron rumbo a la escuela. Al terminar la jornada laboral, Melanie y Allegra decidieron ir a la playa, caminaron por Tahiti Beach. —¡No puedo creerlo!