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Allegra llegó al departamento, cerró la puerta y dejó su portafolio sobre un sofá, caminó a la cocina para beber agua, y después caminó a la pequeña terraza que estaba entreabierta, confundida y creyendo que no había nadie, intentó cerrarla, entonces cayó en cuenta de que había alguien ahí, la silueta de Santiago Sanders estaba ahí, sentado y sosteniendo una taza en sus manos, mirándola con un gesto esperanzador, Allegra sintió que todo su cuerpo temblaba —Hola. —¿Qué haces aquí? —Vine a ver a Michael, pero ha ido por el almuerzo —dijo Santiago, ella se limitó a asentir—. ¿Quieres un poco de café? Lo he preparado yo mismo. —Gracias, pero no. Bueno, pues estás en tu casa —dijo y dio media vuelta, luego se encerró en su habitación. Al entrar pensó en poner llave a la puerta, pero no quiso, en su interior se negaba a hacerlo, quería que Santiago fuera hasta ahí, Allegra quería tantas cosas, tan distintas a las que mostraba en el exterior. Se sentía extraña, confundida, se miró largo
Allegra y Denzel estaban en la heladería, compartían un delicioso helado de fresa y chocolate. —¿Y cómo está Julia? —preguntó Allegra, en un tono que Denzel percibió como tenso —Ella mejoró, se marchó apenas terminó el desayuno. —Y se fue así, nada más. —Me dio las gracias, pero, es rara, parece que necesita ayuda —dijo Denzel preocupado por la actitud de aquella mujer —Por lo que veo te ha dejado cautivado —dijo Allegra en un tono de doble sentido, que provocó que Denzel arqueara sus cejas en señal de confusión —No. —dijo determinado, no quería un mal entendido, pero le parecía que Allegra estaba teniendo uno—. Quise ayudarla, porque de verdad se veía mal, y siempre quise que alguien me ayudara de esa forma. Es solo eso. —Lo sé, pero no podemos negar, que de algún modo surge el amor —dijo Allegra sonriente, mientras tomaba un poco de helado con una cucharilla y lo comía. Denzel no abandonó el semblante perturbado, porque estaba incrédulo ante las ideas de Allegra —No, Allegra
Aquel era un miércoles lluvioso, habían anunciado la llegada de los remanentes de un huracán llamado Olivia, pero casi todos creían que era una lluvia pasajera y, sin embargo, había sido intensa y tormentosa, ahora todos corrían a resguardarse en casa. Mientras Allegra luchaba por conducir hasta la casa del señor Sanders. Su visión se nublaba por el empañado cristal, estaba nerviosa y quería hacer eterno ese viaje hasta llegar. Michael veía televisión, estaba preparado para ver un especial de su serie favorita. Antes de poder encender la televisión, recibió una llamada de Santiago, histérico, porque Allegra no llegaba y no le contestaba el teléfono, además había una tremenda lluvia, Michael tuvo que calmarlo y decirle que la joven ya estaba por llegar. Luego colgaron la llamada, Michael escuchó el timbre de la puerta, se paró a abrir y se encontró con Melanie —Hola. —Hola, bienvenida, sigue —dijo dejándola pasar, Melanie estaba totalmente empapada —Lo siento, ya ensucié tu sala.
Santiago le mostraba a Allegra fotografías del personal que administraba cada sede de la fundación. —Creo que los únicos que no asistirán son los administradores turcos. Anelisse Kalely acaba de convertirse en madre y no podrá viajar. Pero, vendrán representantes. —Seguro de que son personas maravillosas. —Así es, ayudan tanto y tienen un gran corazón, te agradarán. Luego salieron un momento al jardín, ya no llovía, pero el cielo seguía siendo gris y parecía que la lluvia volvería a caer. —¿Sabes qué significa Yakamoz? —preguntó Santiago —No. —Es la palabra turca para describir el reflejo de la luna sobre el agua. —No lo sabía, suena hermoso —dijo Allegra Volvieron de inmediato a la casa, pues la lluvia comenzó a caer con fuerza. Sin embargo, la lluvia había alcanzado a mojarles la ropa. Santiago le pidió que lo siguiera a su habitación y ella dudó —Será mejor que me quede aquí —dijo —¿Por qué? ¿Acaso me tienes miedo? Solo iremos por unas toallas para secarnos la ropa —dijo
Santiago se estaba bañando. Allegra dormía en aquella cama, cuando abrió bien los ojos ya estaba muy entrada la madrugada, observó su teléfono celular y descubrió que estaban por dar las cinco de la mañana. Se levantó de la cama y observó a Santiago salir del cuarto de baño —Buenos días —dijo esbozando una suave sonrisa, llevaba una toalla anudada a su cintura y tomaba de un cajón ropa para vestirse. —¿Puedo tomar un baño? —Claro —dijo Santiago con obviedad—. Esta es tu casa, siempre lo ha sido y puedes hacer lo que te plazca. Allegra lanzó un suspiro de frustración, pero fue al baño y tras cerrarlo con pasador, se dispuso a bañarse. Allegra salió del baño y peinó su cabello con rapidez, miró a Santiago que se había quedado observándola embelesado —Ya debo irme. Aquellas palabras rompieron todo el encanto dentro de Santiago —¿Irte? ¿A dónde? —preguntó incrédulo —A mi casa. —Pero, acaso no escuchaste que esta es tu casa, Allegra. Allegra frunció el ceño, fastidiada —Necesito
Santiago Sanders se había quedado ahí, de pie, observó como ella lo miró por el retrovisor y dibujó una sonrisa que se le antojaba maligna, como sensual. Puso las manos sobre su cabeza, aquellas palabras le hicieron recordar bien a lo que él mismo le había dicho cuando la conoció. ¿Acaso ella buscaba vengarse? Santiago tuvo mucho miedo cuando la idea cruzó su mente, porque sabía que era una guerra perdida, estaba a su merced, era capaz de ser su esclavo y su siervo fiel, porque todo lo que deseaba era tenerla en sus brazos, otra vez. Allegra llegó a su casa y se vistió con rapidez. Salió lista para ir a trabajar y se encontró con un desanimado Michael —Hola, ¿Qué te pasa? —Nada, tuve un mal día anoche, ¿Y tú? ¡Vas llegando! —exclamó sorprendido —No, bueno… —No te preocupes, hay que irnos que es tarde —inquirió Michael Luego se fueron rumbo a la escuela. Al terminar la jornada laboral, Melanie y Allegra decidieron ir a la playa, caminaron por Tahiti Beach. —¡No puedo creerlo!
Era viernes, y era asueto escolar. Así que aquel día Allegra manejó hasta la fundación Yakamoz, estaba tan enfurecida, que cuando observó a la recepcionista y confirmó que Santiago Sanders estaba en su oficina, ni siquiera esperó que la anunciaran. Allegra caminó de prisa y entró en aquella oficina, sin tocar la puerta. Santiago alzó la vista, se puso de pie, incrédulo de verla ahí —Allegra… —¿Por qué no me buscaste? ¿Acaso es una de tus artimañas? Santiago la miró con duda —No… —estaba confundido—. En un par de horas estaba por salir a tu casa, para informarte que todos los planes del evento de Yakamoz fueron aprobados, ¿Por qué dices eso? Allegra enmudeció —Esperaba que me llamaras ayer. —Bueno, supuse que estarías enojada y que querrías un día para calmarte. Allegra se acercó al escritorio —¡Yo quería que me llamaras! —dijo golpeando con rabia el escritorio, mientras Santiago la miraba confundido —Estabas tan furiosa. —¿Y qué tal que si por tu estupidez yo hubiese comet
Allegra sintió que su sangre se iba al piso, su corazón latía de prisa y comenzó a sudar, tenía tanta rabia dentro. Santiago llegó hasta la sala y la miró dudoso —¿Quién es? Allegra lo miró con frialdad y una rabia casi por explotar, quiso lanzarle el móvil a la cara, gritar y patalear —Tu encantadora novia fugitiva —espetó dejando el teléfono sobre la mesa Santiago la miró incrédulo y tomó el teléfono de prisa, para colgar la llamada —¿Qué dices, Allegra? —¡Así que sigues viendo a esa mujer! ¿Cuándo ibas a decírmelo? —exclamó, pero sus ojos ya no podían sostener las lágrimas—. Claro que nunca me lo dirías. —No es lo que piensas, ni siquiera sé por qué ha llamado. —¡No seas mentiroso! ¿Qué pasa, Santiago? ¡No quiere volver contigo! ¡Mientras, aquí tienes a la estúpida que te puede dar sexo sin compromiso! —¡Estás equivocada, será mejor que cuides tus palabras! —exclamó Santiago enojado —¡Tú a mí no me das ninguna orden! Lárgate de mi casa, no quiero verte —dijo con rabia y a