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Santiago había contactado al mismo detective que le ayudó en el pasado, quería averiguar a donde se había ido a vivir Michael Jones. No fue difícil para el investigador, pero Santiago enloqueció cuando supo que estaba viviendo bajo el mismo techo que Allegra. Así, se trasladó de inmediato a aquel departamento, esta vez movido por un impulso atroz. Condujo su auto hasta llegar al barrio Doral, se estacionó al lado de aquel edificio y bajó, pero cuando observó alrededor, se encontró con aquella escena impactante. Sintió que se quedaba sin aliento, su corazón palpitaba tan fuerte, que incluso podía sentirlo en su sien. Sudaba, tenía demasiado calor, y una furia descomunal se apoderaba de todo su ser. No podía apartar su vista, mientras todo lo que quería era alejar a Allegra de aquel joven que estaba tan cerca de ella. Santiago sentía su estómago revuelto y se sintió tan enfermo. Pero se mantuvo de pie, con la mirada firme y dura, su gesto era helado, hasta que Allegra se giró a mirarl
Michael estaba sentado sobre la banca, tenía sus codos apoyados en sus piernas y con sus manos se sostenía la barbilla. Su rostro estaba de piedra, congelado miles de emociones desoladoras golpeaban cada recoveco de su alma. Santiago estaba a su lado, silencioso y con la vista perdida en el horizonte, oscurecido —No me puedo creer que Julia… ¡Julia Greene!, la misma que conocimos, haya sido capaz de algo así —dijo Michael trastornado por el relato que recién había terminado Santiago—. Claro que siempre supimos que ella te amaba, pero, ¡Llegar a ese punto! —exclamó casi como si fuera a echarse a llorar —La lastimé demasiado, sin darme cuenta, y me odió hasta el punto de hacerme daño. —¡Eso no la justifica!, Santiago, tu fuiste honesto, Julia sabía que tú no la amabas, ella sabía que tú estabas comprometido con Megan y aun así siguió contigo, ¡No es una víctima! —No la justifico, pero ambos sabemos que el miserable aquí soy yo. —Puedes decir lo que quieras, pero, lo que ella hizo fu
Los guardias ayudaron a Denzel y a la mujer a tomar un taxi. Denzel que estaba confundido de su propia actitud, tuvo que pedir que lo llevaran a su casa, cuando tocó la frente de la joven descubrió que estaba ardiendo en fiebre. Cuando llegaron a casa de Denzel, el optó por cargarla en sus brazos, aquella mujer estaba débil y balbuceaba palabras incoherentes. Denzel casi tuvo que arrastrarla y llevarla hasta el sofá, la chica cayó recostada y liberó su cartera que fue a dar al suelo, él la levantó, buscó cualquier documento de identidad, se topó con su licencia de conducir —Julia Greene —leyó Denzel, ya no le cabía duda de que fuera la misma chica que lo había acusado injustamente. Julia abrió los ojos, comenzó a hablar tonterías, Denzel se acercó a ella —¿Estás bien? Estás ardiendo en fiebre. —¿Estoy muerta? ¿Es el cielo o el infierno? ¿Acaso eres un ángel? —No… —titubeó Denzel, acorralado por las hermosas y grandes pupilas de Julia Pero, ella volvió a cerrar sus ojos, quedán
Allegra y Melanie estaban en una cafetería, habían terminado de dar sus clases, Melanie estaba desconcertada por la decisión de Allegra y la observaba implacable —¡Es que no me lo puedo creer! Habías dejado al patán y de buenas a primeras, porque te ha buscado corres a sus brazos. —No corrí a sus brazos —repuso Allegra defensiva—. Solo lo ayudaré con la fundación, tú sabes que ellos ayudaron mucho a mi madre. —Allegra Ferrez no puedes engañarme, ese hombre tuvo un pretexto, pero tú también lo aceptaste. Ambas sabemos que lo haces porque quieres estar cerca de él. —Basta, Mel, por favor. —Por lo visto sigues enamorada, amiga, no quiero que te lastime de nuevo, menos cuando sabes que es un tóxico que puede engañarte. —No voy a volver con él, es verdad que aún siento algo por él, pero ya no soy tan débil, no caeré en sus brazos como dices. Melanie estaba fastidiada, ella sabía que Allegra mentía, por supuesto que seguía enamorada de Santiago y estaba convencida de que ese hombre qu
Allegra llegó al departamento, cerró la puerta y dejó su portafolio sobre un sofá, caminó a la cocina para beber agua, y después caminó a la pequeña terraza que estaba entreabierta, confundida y creyendo que no había nadie, intentó cerrarla, entonces cayó en cuenta de que había alguien ahí, la silueta de Santiago Sanders estaba ahí, sentado y sosteniendo una taza en sus manos, mirándola con un gesto esperanzador, Allegra sintió que todo su cuerpo temblaba —Hola. —¿Qué haces aquí? —Vine a ver a Michael, pero ha ido por el almuerzo —dijo Santiago, ella se limitó a asentir—. ¿Quieres un poco de café? Lo he preparado yo mismo. —Gracias, pero no. Bueno, pues estás en tu casa —dijo y dio media vuelta, luego se encerró en su habitación. Al entrar pensó en poner llave a la puerta, pero no quiso, en su interior se negaba a hacerlo, quería que Santiago fuera hasta ahí, Allegra quería tantas cosas, tan distintas a las que mostraba en el exterior. Se sentía extraña, confundida, se miró largo
Allegra y Denzel estaban en la heladería, compartían un delicioso helado de fresa y chocolate. —¿Y cómo está Julia? —preguntó Allegra, en un tono que Denzel percibió como tenso —Ella mejoró, se marchó apenas terminó el desayuno. —Y se fue así, nada más. —Me dio las gracias, pero, es rara, parece que necesita ayuda —dijo Denzel preocupado por la actitud de aquella mujer —Por lo que veo te ha dejado cautivado —dijo Allegra en un tono de doble sentido, que provocó que Denzel arqueara sus cejas en señal de confusión —No. —dijo determinado, no quería un mal entendido, pero le parecía que Allegra estaba teniendo uno—. Quise ayudarla, porque de verdad se veía mal, y siempre quise que alguien me ayudara de esa forma. Es solo eso. —Lo sé, pero no podemos negar, que de algún modo surge el amor —dijo Allegra sonriente, mientras tomaba un poco de helado con una cucharilla y lo comía. Denzel no abandonó el semblante perturbado, porque estaba incrédulo ante las ideas de Allegra —No, Allegra
Aquel era un miércoles lluvioso, habían anunciado la llegada de los remanentes de un huracán llamado Olivia, pero casi todos creían que era una lluvia pasajera y, sin embargo, había sido intensa y tormentosa, ahora todos corrían a resguardarse en casa. Mientras Allegra luchaba por conducir hasta la casa del señor Sanders. Su visión se nublaba por el empañado cristal, estaba nerviosa y quería hacer eterno ese viaje hasta llegar. Michael veía televisión, estaba preparado para ver un especial de su serie favorita. Antes de poder encender la televisión, recibió una llamada de Santiago, histérico, porque Allegra no llegaba y no le contestaba el teléfono, además había una tremenda lluvia, Michael tuvo que calmarlo y decirle que la joven ya estaba por llegar. Luego colgaron la llamada, Michael escuchó el timbre de la puerta, se paró a abrir y se encontró con Melanie —Hola. —Hola, bienvenida, sigue —dijo dejándola pasar, Melanie estaba totalmente empapada —Lo siento, ya ensucié tu sala.
Santiago le mostraba a Allegra fotografías del personal que administraba cada sede de la fundación. —Creo que los únicos que no asistirán son los administradores turcos. Anelisse Kalely acaba de convertirse en madre y no podrá viajar. Pero, vendrán representantes. —Seguro de que son personas maravillosas. —Así es, ayudan tanto y tienen un gran corazón, te agradarán. Luego salieron un momento al jardín, ya no llovía, pero el cielo seguía siendo gris y parecía que la lluvia volvería a caer. —¿Sabes qué significa Yakamoz? —preguntó Santiago —No. —Es la palabra turca para describir el reflejo de la luna sobre el agua. —No lo sabía, suena hermoso —dijo Allegra Volvieron de inmediato a la casa, pues la lluvia comenzó a caer con fuerza. Sin embargo, la lluvia había alcanzado a mojarles la ropa. Santiago le pidió que lo siguiera a su habitación y ella dudó —Será mejor que me quede aquí —dijo —¿Por qué? ¿Acaso me tienes miedo? Solo iremos por unas toallas para secarnos la ropa —dijo