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Cuando llegaron a la mansión de Santiago, Michael fue instalado en una de las habitaciones, lucía muy avergonzado e incómodo de estar ahí. Los empleados más antiguos como Lorna, lo recibieron con felicidad y emoción de volverlo a ver después de varios años de ausencia. Santiago había permanecido en su despacho desde su llegada del hospital. Era el atardecer y Allegra deambulaba por el amplio jardín con enormes áreas verdes y plantíos de rosas. Admiraba la combinación de colores, entonces sintió una mirada sobre ella, cuando alzó su vista divisó a Michael Jones que al ser descubierto se alejó de la ventana. Allegra lanzó un suspiró, quería ayudar a aquel hombre. Le inspiraba una profunda compasión, ella sabía que necesitaba ayuda y amor. Ella, que alguna vez estuvo en una situación tan delicada lo comprendía muy bien. Así que subió hasta aquella habitación y golpeó la puerta. Michael apenas entreabrió la puerta, y cuando ella quiso entrar, él por cortesía salió de la habitación —La
Santiago bajó la mirada e hizo un gesto tan endeble que Michael se extrañó muchísimo de aquella conducta —. Estás enamorado —aseveró con tal seguridad que Santiago lo vio como si hablara con un loco —No… —dijo perplejo, pero dudoso Michael se acercó unos pasos a su amigo, ambas miradas de distinto color azul se observaron como si se intentarán reconocer —Aquí el que tiene que alejarse de ella, más que nadie, eres tú. Sabes que Allegra es demasiado buena para ti. Terminaras lastimándola —dijo Michael —¡A mí no me importa!, pero no quiero que mis empleados se mezclen con mi vida personal —Santiago intentó justificarse, como un infante descubierto—. Allegra es mi empleada, y no quiero que sepa más de mi vida que lo que yo quiera. ¡Ella no me importa! ¿Acaso piensas que me fijaría en una mujer tan insípida? —exclamó Sanders, mientras Michael entrecerraba los ojos disgustados. Santiago abrió la puerta para huir del enfrentamiento, pero ante la puerta encontró a Allegra, provocando que
Santiago y Allegra estaban hospedados muy cerca del Bósforo, la chica se había impresionado de lo hermoso que era aquel país, aunque apenas había visto poco de él. Se alojaron en dos habitaciones contiguas, aquella simple decisión había volado la imaginación de Allegra, creía que quizás Santiago estaba dándole a entender algo con eso. Pero no se atrevía a preguntarle en serio. A la mañana siguiente desayunaron en un restaurante frente al Bósforo, Allegra estaba maravillada de ver aquel río. Comieron y bebieron el famoso té turco. Pero a pesar de que querían conocer el lugar, tuvieron que hacer una parada, y dirigirse a la clínica donde los esperaría el doctor Bristein. Al llegar a la clínica, de inmediato se encontraron con el doctor. Allegra tuvo que quedarse en la recepción, mientras Santiago era atendido en el consultorio por el doctor. —Lamento no haber podido avisarte de mi viaje, pero todo fue demasiado repentino —dijo el doctor Bristein —Lo entiendo y le doy mis condolenci
Santiago caminó hasta salir del hotel y llegar al Bósforo, esta vez caminó entre las piedras cercanas al río, había salido con pijamas y unas sandalias, no hacía frío, pero un viento fresco comenzó a soplar con fuerza. Pasaba de la media noche. había algunas personas por ahí, pero nadie le prestaba atención. Se sentó sobre las rocas, estaba tan confundido que no podía hilar las ideas con cordura. Su cuerpo seguía preso de aquellas sensaciones, que viajaban a su mente reviviéndolas una y otra vez. «Ni siquiera Megan era capaz de tentarme así» admitió para sus adentros, y se tapó el rostro con las manos, se sentía desesperado y desarmado. No creyó que volvería a amar y ahora ante la evidencia estaba temeroso. De pronto, apareció Allegra, sentándose a su lado, iba vestida con un camisón largo de seda, de tirantes muy delgados. Se veía tan hermosa y sensual, que Santiago se sintió tan tentado, que su cuerpo comenzó a reaccionar. Ni siquiera podía creer que hubiera salido tras él con esa
Allegra estaba tan impactada, Santiago creyó que se alejaría de él. Conocía esas reacciones de rechazo que podía tener. Megan había sido la primera en rechazarle durante su confesión, así que se sentía capaz de tolerar el rechazo de Allegra, aunque fuera el más doloroso de toda su vida. Pero, la joven se arrojó a él abrazándolo con mucha intensidad —¡Lo siento tanto! Ojalá pudiera evitar tu sufrimiento —exclamó la joven entre el llanto y la conmoción. Santiago estaba desarmado, no tenía palabras ante esa sensación de compasión y ternura tan auténtica, que lo arropaba. Solo pudo abrazarla con fuerza —. Te amo, Santiago, ya no estás solo, estaré contigo —dijo la joven sin romper el abrazo. Cuando amaneció estaban en aquella habitación de hotel. Vestidos y abrazados, recostados sobre la cama. Santiago estaba despierto, Allegra dormía plácida entre sus brazos. Habían vuelto después de hablar, no dijeron más palabras, solo se envolvieron entre besos cálidos y tiernos, hasta que se quedar
Santiago deambulaba por la habitación, espiaba por la ventana, ya era muy noche, se sentía descontrolado. Toda su mente estaba enfocada en Allegra, no quería perderla. Iba más allá del deseo egoísta de no estar solo. Era algo en su presencia que le gustaba, lo hacía sentir tan vivo y tan en paz, como nunca. Tuvo temor, ¿Cómo sería su vida sin Allegra?, no lo sabía, pero tampoco quería saberlo. Determinado, caminó hasta la habitación de Allegra y llamó a la puerta. Allegra abrió, su rostro estaba sorprendido de observarlo ahí de pie, frente a ella. Santiago entró a la habitación despacio, llevaba arrugada su camisa color azul claro y con los tres primeros botones desprendidos, parecía cansado. Allegra le dio la espalda, no quería mirarlo —¿Qué necesitas? —preguntó ella con apenas algo de voz clara —No quiero perderte —dijo Santiago, cuando Allegra lo miró perturbada, descubrió su mirada suplicante —No entiendo ¿Qué dices? Santiago se acercó unos pasos hacia ella y la sostuvo de l
Comenzaba a amanecer, Santiago estaba recostado en su cama, Allegra estaba envuelta entre sus brazos. Estaban en Florida, era agosto, habían pasado dos meses desde que habían regresado de Turquía. El teléfono celular de Santiago sonaba a cada rato, incesante. El sonido molestaba a Allegra que comenzó a moverse, inquieta. Santiago abrió los ojos y observó alrededor, cuando descubrió al causante del escándalo tomó el móvil y se apuró a responder la llamada, sin siquiera verificar quien era. El hombre se levantó en ropa interior y caminó descalzo por el suelo —Hola —contestó con la voz adormilada, pero tras unos minutos de conversación su rostro se desencajó y terminó por despertar—. ¿En dónde está? ¡¿Aquí, en Florida?! —exclamó inquieto y provocó que Allegra terminara de despertar y se irguiera observando atenta Santiago continuó la plática. —Envíeme la dirección a mi correo electrónico de inmediato. Gracias, detective —colgó la llamada y se quedó enmudecido mirando a la nada por un
—No lo sabía —dijo Megan —¿Sabes que Michael se intentó suicidar? Megan abrió bien los ojos, negó con rapidez y una lágrima resbaló por su rostro —¡Dios mío!, no lo sabía. —Lo destruiste, Megan. —Hablemos adentro —pidió Megan y tomó una bata de baño que se colocó encima. Luego caminó adentro de la casa, guiando a Santiago hasta un salón con ventanales al exterior, por donde podía divisarse todo el jardín. Estaban de pie. Frente a frente. —¿Por qué me abandonaste, Megan? —Por favor, Santiago, no me hagas esto —dijo llorosa —Destruiste a mi mejor amigo, me destruiste a mí, ¿Y ahora pides piedad? —Creí que podía ser feliz al lado de Michael, pero no pude. —¿Por qué? —Porque… Porque te amo a ti, no podía olvidarte —dijo Megan con los ojos suplicantes y el rostro triste Santiago estaba sorprendido, no esperaba aquella respuesta, dio un paso atrás, confundido —¿Qué dices? ¡Me abandonaste, Megan! ¿Cómo podría creerte? —Es la verdad, te amo, aún te amo, Santiago. Me fui con Mic