Christian
Estaba enrabiado al ver los motes oscuros en la muñeca de Blake. Intenté controlarme, por primera vez sentía que mis entrañas ardían de ira, no podía evitar no mostrar mi furia.
—Estoy bien, Christian. —susurró Blake sacándome de mis pensamientos. Sé que lo dice para evitar problemas, pero Charles, había cruzado la línea. Una línea que no iba a tolerar. Miré a Blake que daba un sorbo a su bebida, luego se me quedó mirando en espera a que dijera algo.
— ¿Qué tal tu día? —ella arrugó su ceño, se veía hermosa con su moño rojizo y recogido a la perfección, la camisa blanca salía de su traje, tenía dos botones abiertos, desde aquí pude ver el comienzo de la línea de sus pechos, desvié la mirada hacia
Blake— ¿Ya terminaste? —preguntó George cuando se puso frente a mi escritorio, levanté la mirada y noté su rostro cargado de ira, la vena de su cuello resaltó.—Acabo de terminar, ¿Pasó algo? —lanza una mirada hacia el elevador.—Vamos. —arrugué mi ceño y no me moví, sentí como el escalofrío me recorrió de pies a cabeza al escucharlo, el tono era de exigencia cargada de frialdad.— ¿A dónde? —su rostro enrojeció.—Vamos. —repitió esa palabra, me levanté, miré la superficie del escritorio para no olvidar nada, alcancé mi bolso y luego mi gabardina color café oscuro.— ¿Puedes decir que pasó? ¿Por qué luces molesto?
Christian—Señor Haggard, aquí tiene los últimos informes que me ha pedido—acepté la documentación cuando extendí mi mano hacia mi secretaria. Le agradecí con un movimiento de barbilla, miré la pantalla de mi computadora por unos segundos, perdido en mis pensamientos. — ¿Señor Haggard, se encuentra bien? —salí de mi trance y miré a mi secretaria.—Sí, claro, —intenté despabilarme—Cuando llegue Charles, no quiero que nadie me interrumpa, no quiero ni llamadas.—Sí, señor. ¿Necesita algo más? —negué, le di las gracias, luego ella se retiró, me dejé caer en el respaldo de mi silla, estaba esperando el momento en que tenía que enfrentar a Charles, exigirle una explicación por el acoso hacia Blake. Después
BlakeCaminé hacia al lobby al terminar mi turno en Wellington, era mi último trabajo del día, escuché mis tacones golpear el mármol negro del lugar, me ajusté mi gabardina negra, llevaba mi traje ejecutivo en azul marino de dos piezas, mi cabello rojo, suelto. Agité mi mano en despedida a la chica de recepción, solté un largo suspiro pensando concentrada en desempacar las cajas de mudanza en mi nuevo y pequeño departamento a media hora de Wellington, empujé la puerta de cristal para salir del edificio, me detuve casi en seco al ver la camioneta blindada de Christian, su guardaespaldas tenía la puerta abierta para que subiese, pero no lo hice.—Buenas noches, señorita Harper.—Buenas noches. —Se asomó Christian al ver que no subí.—Hola, hermosa—sonreí a medias, era l
Christian—Acepto—susurró Blake sin dejar de mirarme, mi corazón se agitó como un loco desenfrenado, mis labios se acercaron a los suyos, atrapándolos, había ansiaba volverlos a besar, a probar, escuché un gemido, me separé, miré a nuestro alrededor, la gente que pasaba a nuestro lado nos miraba, pero por primera vez, no me importaba, inclusive si había fotógrafos a nuestro alrededor. Regresé mi mirada hacia a ella.—Gracias, es nuestro comienzo...—ella sonrió, sus mejillas estaban coloradas, se mordió el labio, volví a besarla, la abracé a mi cuerpo, sentí como sus brazos me rodearon por mi cintura, debajo de mi americana, se sentía su cuerpo tan cálido, tan…tan…no tenía palabras. Besé su mejilla, luego la otra, ella sonrió. —Bueno, hace
Blake— ¿Qué? —dije para mí misma al ver el periódico en el puesto de revistas, iba camino a mi trabajo con George. Sentí como mi corazón se agitó cuando leí las letras en mayúsculas en la primera plana: “Corazón de HAGGARD atrapado finalmente” Christian sostiene mi rostro, pero no puedo verme del todo ya que su cuerpo alto casi me cubre la mitad de mí, es de anoche. Vaya, sí que le persiguen cuando menos uno lo piensa. No recuerdo haber visto a alguien rondándonos. Le entregué el pago al hombre del puesto para pagarle el periódico. Caminé a toda prisa hacia la oficina, cuando entré al elevador, me giré para presionar el botón, pero me detuve cuando un hombre en traje negro y elegante, iba a entrar, entonces reconocí que era de seguridad de George, me hice a un lado, entonces en
ChristianLancé otra corbata sobre la cama, regresé al interior de mi gran armario, tiré del cajón ya irritado al no encontrar una corbata perfecta.— ¿Por qué no puedo encontrar una corbata perfecta? —me quejé, la puerta se escuchó a lo lejos, detuve la búsqueda y grité más irritado. — ¡¿Qué?!—Señor Haggard, el auto está listo. —anunció mi jefe de seguridad. Cerré los ojos y solté un suspiro dramático.—Dame cinco minutos y bajo. —iba a retomar en la búsqueda de otra corbata, pero me detuve. — ¿Y Blake? —grité en dirección a la salida.—Me han informado que acaba de salir de su departamento —le agradezco la información, me miré en el espejo, ten&iacu
Blake— ¿Y a que te dedicas? —preguntó la madre de Christian, terminé de dar un sorbo a la copa de vino blanco, me limpié los labios con la servilleta de tela, luego miré hacia la señora.—Soy asistente en Wellington y...—Y en otra empresa. —terminó de decir Christian por mí, miré hacia a él, sorprendida.—Oh, ¿Y también eres asistente en esa…otra empresa? —preguntó su padre, luego hacia Christian.—También…—contesté antes que Christian, sentí su mano en mi muslo, miré de reojo discretamente, pude ver tensión en él.— ¿Y qué tal el trabajo, padre? —preguntó Keira hacia su padre, desviando su atención de mí.Pero fue interrumpida p
Christian—No lo pienso hacer, Blake. —la besé, la besé con tanto deseo, que me abrumó.Ella poco a poco terminó el beso, estaba a punto de hacer combustión ahí mismo. Me separé unos cuantos centímetros de su boca, abrí mis ojos y ella estaba abriendo los suyos, nos quedamos mirándonos fijamente.—Creo que…—puse mi dedo índice con delicadeza contra sus labios.—Lo sé. —dejé un beso en la punta de su nariz, ella me regaló una sonrisa, bajamos ambos del mini auto que tiene, lo rodeó hasta quedar a mi lado, se acomodó la gabardina y su bolso. Me puse frente a ella para despedirme. —Es hora de ir a dormir. —sus mejillas se sonrojaron, acaricié una con mi pulgar. —Me refiero que hay que ir a descansar…—ella asinti&oa