Entre Tacones y Miradas

Las siguientes horas fueron un torbellino de cambios de vestuario, poses, y consejos técnicos. Sofía dirigía cada movimiento de Valeria, corrigiendo la postura de sus hombros, la inclinación de su cuello, e incluso la forma en que sonreía. Cada vez que Valeria creía haber dominado una postura, Sofía encontraba algo que mejorar, exigiendo más de ella.

Daniel observaba desde un rincón de escondidas para que nadie lo viera, incluso cuando Valeria se hacía cambios de vestuarios, sus ojos fijos en Valeria mientras ella pasaba de un vestido a otro, cada vez más fascinante. No podía evitar admirar la forma en que cada prenda resaltaba su belleza natural, cómo la seda se deslizaba sobre su piel, acentuando sus curvas. Pero también notaba el esfuerzo que Valeria estaba poniendo en cada movimiento, y aunque sabía que ella era fuerte, no pudo evitar sentir una punzada de preocupación.

Finalmente, Sofía trajo un par de tacones especialmente altos. —Póntelos, —ordenó, extendiéndolos hacia Valeria—
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