La noche está en calma, pero dentro de Lía se libra una tormenta. Sentada en la pequeña habitación que ha sido su refugio desde que llegó a Stormwood, observa el bolso que descansa a sus pies. Lo empacó hace una hora, metiendo solo lo necesario: ropa sencilla, documentos, y un par de recuerdos que no podía dejar atrás. La decisión está tomada, pero su corazón todavía lucha contra ella.Lía acaricia su vientre, sintiendo la suave curvatura que empieza a marcar su embarazo. En ese momento, su mente regresa a las palabras de Caleb, al encuentro que lo cambió todo.El ofrecimiento de CalebEsa tarde, Lía había salido a recoger algunas hierbas para la cocina de la manada. Había buscado un momento de tranquilidad lejos de la mirada constante de Einar, que en los últimos días parecía más intensa, más cargada de sospechas. Fue entonces cuando Caleb apareció, su figura destacándose entre los árboles como un espectro del destino.— No esperaba verte aq
El amanecer en el territorio de la manada Riverstone es distinto. Los rayos de sol no parecen atravesar un aire cargado de tensión como en Stormwood; aquí, el cielo es más amplio, la luz más cálida. Lía abre los ojos en su nueva cabaña y, por primera vez en mucho tiempo, siente una paz que le resulta extraña pero bien recibida.El espacio que ahora llama hogar es modesto pero acogedor. Caleb le asignó una cabaña cerca de las montañas, con ventanas grandes que dejan entrar la brisa fresca del bosque. En un rincón descansa un pequeño sillón donde ha comenzado a leer antes de dormir, algo que no hacía desde que era niña.Lía pasa los días explorando el territorio. Riverstone es una manada menos estricta, más abierta a la individualidad de sus miembros. Aquí, nadie la mira como si estuviera fuera de lugar, como si su existencia dependiera de un rol específico que debía cumplir.En su primer día, Caleb la acompaña al mercado comunitario, donde conoce a algunos miembros de la manada.— Todo
La vida en Riverstone empieza a tomar un ritmo estable para Lía. Cada día trae una nueva rutina, una nueva sensación de calma que no había conocido antes. A pesar de las dudas y los ecos de su pasado, encuentra consuelo en la presencia constante de Caleb.Una mañana de aprendizajeEn la clínica, Lía trabaja junto a Elara, concentrándose en clasificar hierbas para los remedios. Elara observa cómo Lía se inclina sobre su vientre ya notablemente redondeado, y su mirada se suaviza.— No estás sola, querida. Caleb cuida de su manada, y ahora también cuida de ti.Lía sonríe tímidamente, pero no responde. Las palabras de Elara despiertan algo en su pecho que no sabe cómo describir.Un gesto inesperadoEsa tarde, Caleb aparece en la cabaña de Lía con una pequeña bolsa en la mano.— Pensé que esto podría ayudarte —dice, extendiéndosela.Dentro, Lía encuentra un frasco de crema para aliviar la tensión en su piel y un
La noticia llega como un golpe inesperado, un puño invisible que se estrella contra el pecho de Einar. Está en su oficina, revisando informes sobre la seguridad de la frontera de su territorio, cuando uno de sus betas más leales, Darek, entra apresuradamente, con el rostro pálido y tenso.— Alfa, tengo noticias importantes —dice Darek, con la cabeza inclinada en señal de respeto, pero con evidente preocupación en la voz.Einar lo observa con frialdad, dejando los papeles sobre la mesa.— Habla, Darek.Darek vacila un momento antes de soltar la bomba.— Es Lía. Ella… se ha ido, Alfa. Abandonó la manada.El estallido de la tormentaEinar se pone de pie de inmediato, el sonido de la silla al ser empujada llena el despacho. Su mirada, habitualmente fría, ahora arde con una mezcla de furia y desconcierto.— ¿Qué estás diciendo? —gruñe, y su voz baja y amenazante hace temblar incluso a Darek, quien apenas puede s
Lía se encuentra sentada en el porche de la cabaña que Caleb le asignó en la manada Riverstone. Es un lugar tranquilo, rodeado de árboles que se mecen suavemente con la brisa, ofreciendo una paz que nunca experimentó en Stormwood. Por primera vez en semanas, siente que puede respirar sin el peso constante de las expectativas de Einar sobre sus hombros.De repente, una joven loba de la manada se acerca con paso ligero, llevando un sobre en la mano.— Esto llegó para ti, Lía —dice con una sonrisa antes de retirarse rápidamente.Lía observa el sobre con recelo. Lo reconoce de inmediato: el sello de la manada Stormwood es inconfundible. Su corazón se acelera. No necesita abrirlo para saber quién lo envió.La primera cartaHoras más tarde, cuando está sola en su habitación, cede a la curiosidad. Rompe el sello con manos temblorosas y despliega la carta. Reconoce la letra de Einar, firme y precisa, como si cada palabra estuviera escrita co
El sol se pone sobre el bosque Riverstone, bañando los árboles con tonos cálidos de dorado y rojo. Lía se encuentra sentada cerca del lago, observando cómo el agua refleja el cielo como un espejo. A pesar de la serenidad del entorno, su mente es un caos. Las cartas de Einar aún pesan sobre su corazón, aunque las haya guardado lejos de su vista.De repente, Caleb se acerca en silencio, llevando una cesta de madera en una mano. Su expresión es relajada, pero sus ojos, siempre atentos, captan la tensión en el rostro de Lía.— Pensé que podrías necesitar algo de compañía —dice, sentándose a su lado con una sonrisa cálida. Abre la cesta y saca algunas frutas frescas y una botella de té frío.Lía sonríe, agradecida por el gesto, aunque algo dentro de ella permanece inquieto.— Gracias, Caleb. Siempre sabes cómo animarme.— Es un talento especial —responde él con un guiño, aunque su tono se torna más serio mientras la observa. Después de un
El cielo sobre Stormwood está teñido de gris oscuro, reflejando el estado de ánimo de Einar. En su despacho, el alfa se pasea de un lado a otro, sus pensamientos dominados por una sola persona: Lía. Desde el momento en que descubrió que ella se había marchado, su mundo ha estado al borde del caos. Su manada lo observa con preocupación, pero nadie se atreve a mencionar el cambio en su comportamiento. Einar aprieta los puños mientras un mensajero entra en la habitación con informes de los exploradores enviados a buscarla. — ¿Algo nuevo? —pregunta, su tono cortante y lleno de impaciencia. El mensajero sacude la cabeza, bajando la mirada para evitar la furia evidente en los ojos del alfa. — Hemos rastreado su movimiento hasta los límites del territorio Riverstone, pero no pudimos seguir más allá. La manada local es muy territorial. Einar golpea la mesa con fuerza, haciendo temblar los papeles sobre ella. — ¡No quiero excusas! Encuéntrenla. Cueste lo que cueste. El deterioro de Ein
La rutina en la manada Riverstone comienza a adquirir un matiz diferente, un aire pesado que Lía no logra identificar del todo. Los primeros días después de su llegada fueron tranquilos; Caleb se mostraba amable y atento, dándole el espacio que necesitaba para adaptarse. Sin embargo, en las últimas semanas, algo ha cambiado. Las miradas de Caleb son más insistentes, sus preguntas más directas, y su actitud protectora parece haber cruzado una línea que la hace sentir incómoda. Esa tarde, Lía decide salir a caminar por el bosque que rodea la cabaña. Es un lugar que ha aprendido a apreciar, un refugio donde puede estar sola con sus pensamientos. Mientras avanza entre los árboles, escucha el crujir de hojas tras de sí. Se detiene y, al girarse, ve a Caleb caminando hacia ella. Su postura, con los brazos cruzados y los labios tensos, le provoca un nudo en el estómago. —¿Por qué estás aquí sola? —pregunta Caleb, sin preámbulos. Lía frunce el ceño, sorprendida por el tono. —Solo quería