Los Ángeles, California
HENRY
―Flip, sírveme otro. ―Alzo el vaso indicando a qué me refiero. El cantinero del bar me observa desde su distancia; sé que quiere decirme algo, sin embargo, solo se limita a fruncir las cejas. ―Bien, recuérdame más tarde decirle a mi asistente que te dé un aumento ―digo mientras alcanzo la botella de ron que dejó del otro lado de la barra.
―Déjalo, yo te lo sirvo ―me arrebata la botella de la mano y procede a servirme de ese líquido ámbar que me quema la garganta, pero calma mis males. Tal vez no los sane, al menos funciona para olvidar por un momento. ―Y no quiero un aumento, es preferible no verte aquí bebiendo seguido.
Y ahí va. Flip es un viejo amigo y un buen empleado. Lleva más de veinte años trabajando en este hotel. Antes sirvió a mi padre, y ahora lo hace para mí.
― ¿Me estás echando de mi propio sitio, Flip? ―pregunto con una media sonrisa. ―Además, no he bebido tanto. Apenas voy por mi quinto trago, o cuarto, creo que era menos.
―Con este último son seis ―me informa.
―Da igual ―chasqueo la lengua al tiempo que hago un gesto sin importancia, incluso me parezco al abuelo hablando de esa manera, ―de hecho, hoy es un buen día para beberme todo el ron del almacén si así lo deseo. No te preocupes por el desabastecimiento. Mañana ordeno que pidan una flota completa de licor.
Flip simplemente suspira.
Si me viera el abuelo en este momento, estaría furioso, pero más que nada avergonzado. Nunca antes le he mostrado una apariencia así a nadie, ni siquiera a él, que es el único que me conoce demasiado. Sin embargo, sé que no me avergonzaría haciendo un escándalo delante de toda la gente que está en el bar. Supongo que él tendría suficiente viéndome arruinado.
Así es como me siento, roto y arruinado. Ella tomó todo lo mejor de mí y después formó una bola con todo lo lindo que le había entregado para terminar todo en la basura, de un día para otro, como si nunca hubiese significado nada para ella.
He tratado de mantenerme fuerte este tiempo, pero no ha sido nada fácil. Aun después de haberse ido, de haberme dejado, sigo esperando a que se arrepienta y vuelva a mi lado. Sé que es absurdo pensar eso, pues ella ya me ha dejado claro que no quiere verme por ahora.
Tal vez fue la monotonía, tantos años de noviazgo, y en los últimos días le entró el miedo al matrimonio. Sé que es tonto, ya que eso lo llevábamos planeando durante dos años. Se miraba segura y feliz, y al parecer solo fue una máscara suya que adaptó muy bien para que no me diera cuenta de lo que sentía en verdad.
Quise hablar bien con ella, resolver el problema, si había alguno que le molestara, porque ni enterado estaba de que tuviéramos problemas, todo marchaba bien. Rara vez llegamos a tener discusiones o algún disgusto, pero ella al final siguió manteniendo esa postura distante y esa frase: “No me siento lista, necesito un tiempo a solas para pensar sobre lo nuestro.”
Después de casi 5 años juntos me dice eso, ¿cómo es eso posible?
Es por eso que he terminado tres noches seguidas bebiendo en el bar de uno de mis hoteles. Había venido para una reunión, pero me quedé unos días más. No estoy listo para volver al lugar donde compartíamos el mismo espacio, la misma habitación, la misma cama.
**********
LEILA
No sé cómo sigo reprimiendo mis lágrimas; se habían acumulado muchas, aun así, en ningún momento dejé derramar una sola. Después de que Paul se fuera, esperé unos minutos para que desapareciera completamente de mi vista o de cualquier otro lugar cercano. No quiero que me vea o más bien no quiero que me vea en este modo deprimente.
Salgo del restaurante después de dejar una propina al mesero y me dirijo hacia los elevadores. En mi trayecto hacia allí, algo llama mi atención. La verdad es que lo que menos quiero es volver a mi habitación de hotel. Si lo hago, me romperé a llorar y mi mente estará llena de pensamientos negativos. Debo despejar un poco mi mente para olvido un poco lo que sucedió hace un momento.
Entro en el sitio. El entorno tiene una atmósfera menos intensa que el restaurante en el que estaba antes. No es oscuro, aun así, no se puede ver con claridad los rostros de todas las personas que están en ese bar. Mientras me acerco a alguien, puedo distinguir su aspecto.
Paso entre unas mesas y me acerco a la barra, no hay mucha gente en esta parte. Hago el taburete hacia atrás y lentamente me subo a él, cuidando de que mi falda no muestre más piel de la necesaria. Elegí ponerme un vestido sin escote, pero con un corte en la espalda que llega hasta la mitad de la misma, y una abertura en mi pierna izquierda que terminaba a mitad de mi muslo. Me siento arrepentida de haber comprado esta prenda, es elegante y costoso. Sé que trabajé mucho para eso, al igual por la reservación del restaurante, todo lo hice pensando en Paul. Qué tonta fui.
Lo mejor que puedo hacer ahora, es no pensar.
Levanto mi mano para atraer la atención del hombre que está al otro lado de la barra. No me mira en ese instante, o tal vez hasta me ignoró, ya que está lidiando con un cliente ebrio. Espero a que termine, mientras tanto, busco mi celular en mi pequeña bolsa. Había vibrado varias veces antes, aunque yo he ignorado todas las llamadas y mensajes que me han llegado.
¿Quién puede llamarme con tanta insistencia? No tengo a nadie, la única persona que tenía, me ha dejado y ya no quiere saber nada de mí.
Miro la pantalla, es un correo, en realidad son varios, pero no indago. Continúo ignorándolos, apago mi celular y lo vuelvo a guardar en mi bolso. Intento nuevamente conseguir que el hombre detrás de la barra me preste su atención.
Me he cansado, así que estoy a punto de levantarme para irme, ya que no logro nada.
―Diga, ¿qué desea que le sirva? ―Escucho la voz del hombre mayor.
Me giro, todavía ahí de pie.
―Pensé que no me atendería.
―Una disculpa por lo de hace rato ―se excusa el hombre con cortesía.
―Está bien, no importa ―respondo. ―Me puede servir un Martini seco, por favor. ―Miro hacia el otro lado de la barra, donde antes estaba el hombre de las bebidas. ― ¿Eso que está bebiendo él, es fuerte? ―El hombre mayor me mira con una expresión que indica que no tiene idea de lo que estoy hablando. ―¿Me refiero a si es potente, si terminare embriagada si bebo uno o dos vasos de ese licor?
Sus cejas se alzan con asombro, luego muestra una pequeña sonrisa y niega con la cabeza.
―Entiendo lo que quiere decir, señorita. Sin embargo, yo le recomendaría que no bebiera ese tipo de licor y menos solo.
―Entonces sírvame un vaso y llénelo hasta el borde.
Me imagino que debe hacer efecto, ya que me recomendó no beberlo. Lo único que quiero hacer esta noche es olvidarme de todo.
Sin añadir nada más, se va, supongo que a prepararme la bebida. Mientras espero, dirijo mi mirada a mi alrededor. El lugar es tranquilo, incluso la música que suena es relajante. Puedo beber hasta acabar inconsciente y en paz, si así lo deseo.
Mis ojos vuelven a fijarse en el hombre que está al otro lado de la barra. No consigo verle bien el rostro, solo noto que bebe y bebe sin reparo, incluso tiene dos botellas de licor sobre la barra, no sé si llenas o vacías, desde aquí no alcanzo a percatarme de ello.
―Flip, ese ron es mío, no se toca ―le dice ese hombre al empleado.
―La dama de allá pidió un vaso con ron ―le responde, me señala con la cabeza.
Quitó su atención del empleado y dirigió su mirada hacia mí. Me hago pequeña en mi asiento. Demonios, no quiero provocar problemas con un borracho y menos por una botella de licor.
―No importa, ―digo, me levanto de mi asiento y tomo mi bolso. ―De todas maneras, ya me iba. No necesito que me sirva nada.
― ¡Espera! ―una voz gruesa se eleva, y me detengo en seco. ―Flip, sírvele lo que pida, va por mi cuenta.
―No, en verdad no hay problema ―niego con ambas manos.
No logro irme, pues el empleado llega pronto con el vaso y lo pone enfrente de mí. No me queda de otra más que sentarme, con un ligero suspiro vuelvo al lugar. Me quedo perdida por unos minutos mientras veo el líquido dorado que hace en el vaso de cristal.
― ¿Por qué no bebes? ―Habla de nuevo ese hombre.
―Este… creo que mejor lo remplazaré por un vaso con agua.
De un segundo a otro cambio de opinión. Supongo que es lo mejor, he recordado algo y no debo beber alcohol en el estado que estoy actualmente.
―Buena decisión, ―alcance a ver una sonrisa en sus labios. ―No como yo, que últimamente no he elegido buenas decisiones.
De repente me lleno de curiosidad por saber más detalles de ese desconocido. Sí, soy chismosa.
―Es mejor no terminar borracho y haciendo el ridículo ―esas palabras salieron de mí sin previo aviso. Me cubro la boca cuando me doy cuenta.
Una risa resuena, no fue una carcajada, sino una risa sutil y divertida. Quiero pensar que no se ha sentido ofendido por lo que dije, eso espero.
―Tienes razón, pero hay personas que desconocen el significado de la ridiculez y no reconocen el error hasta que se exponen.
No estoy segura si entendí correctamente lo que trató de comunicarme. Cuando menciono, “hay personas”. ¿Se refirió a él?
Pueda que así sea, porque no se escuchó bien cuando lo dijo. Sin conocerlo pude notar algo de tristeza en su voz.
LEILALlegué a pensar que terminaría triste y deprimida en mi habitación, pero ahora me doy cuenta de todo lo contrario. Se siente como si un ángel se hubiera cruzado en mi camino, o al menos así lo siento yo. Llevo minutos, o tal vez horas, conversando con el hombre que conocí en el bar, Henry, que ahora sé su nombre porque se presentó después de haberse disculpado por lo anterior.Se ve que es un buen hombre, y a pesar de que al principio noté algo de tristeza en su voz, en este momento ya no hay ni una pizca de ello. Es como si hubiese borrado esa emoción de todo su ser, porque ahora se está riendo de mis malos chistes.—Es en serio, en ese preciso día llovió y me mojé toda —. Corrijo, no es chiste, se llama mala suerte.―¿Entonces llegaste tarde a tu sesión de fotos? —pregunta con una ligera risa.—Sí, y lo peor de todo es que llegué empapada y sin cambio de vestuario. —Continúa riendo. —Hey, no te rías, a cualquiera le puede pasar.Niega con la cabeza mientras hace un movimiento
LEILA Escucho un ruido. Me muevo, aún somnolienta. Esto me hace recordar mi ubicación. Me levanto de un salto y noto que el teléfono de la habitación está sonando. Entonces, eso era lo que generaba tanto ruido. ― ¿Hola? ―Alzo el auricular para responder. Una mujer me habla al otro lado, informándome sobre mi breve estadía en el hotel. No era necesario que me recordaran que debía desocupar la habitación en menos de una hora. ¿Qué? Me levanto por completo de la cama y me siento en el borde, me froto los ojos para quitarme el sueño. Miro el reloj digital que está en la mesita de noche y verifico la hora. Efectivamente, solo me quedan unos minutos para salir de aquí. ¿Cómo es que pude quedarme dormida? Aparto las sábanas con unos manotazos y vuelvo a colocar el teléfono en su lugar. Corro hacia el armario y saco mi maleta junto con toda mi ropa y otras pertenencias que había traído conmigo. Qué vergüenza parecerá si me echan a la calle. Inmediatamente, me pongo a trabajar en mi equip
HENRY—No voy a dejarle mi herencia a ese inútil —expreso mi abuelo con alteración. —Te consigues un hijo a la de ya, o pierdes mi fortuna. —Suelta esa amenaza que ha usado durante meses.Más bien lleva un largo tiempo haciéndolo. ¿Qué va a pasar si le cuento lo de Kendra? Que me dejó y ya no quiere saber nada de mí. Pueda que en algo le agrade la noticia, pero se enterará también que ya está más lejos de tener un bisnieto por parte mía.—Abuelo, tú no te vas a morir.—Tú qué sabes —lanza un ademán en el aire, como de costumbre. —Nadie tiene la vida asegurada, y no me vengas con esa estúpida frase: tú duraras mucho y nos enterraras a todos —hizo un intento de imitar.—Solo digo que —suspiro. —Todavía no es tu turno, te faltan varios años.—No eres Dios para saber eso, así que no me lances tus sermones, jovencito, solo yo puedo llamarte la atención a ti, no tú a mí. ¿De cuándo acá los patos le disparan a las escopetas? —añade con desdén. —Déjate de palabrerías y mejor ve a hacer un her
Tres meses después.LEILAMis pies ya no aguantan más y mi cabeza da vueltas con un mareo violento. Dejo caer las cosas que sostengo, sin prestar atención al sonido de las botellas de plástico y al líquido derramándose.El mareo me invade y mi vista se nubla mientras mi oído se agudiza.¿Qué me está pasando? ¿Por qué me siento mareada?Hace aproximadamente dos horas desayuné y me tomé mi tiempo de descanso. De repente, esta sensación desagradable se apodera de mí. No entiendo por qué. He asistido a todas mis revisiones prenatales cada cuatro semanas, y según la doctora, todo está bien con mi embarazo.Como puedo, busco algo a tientas para apoyarme. Encuentro la firme y fría cerámica, que parece ser el lavamanos del baño, y me aferró al borde como si fuera un salvavidas. Sin embargo, el mareo regresa con una corriente más intensa, y todo se vuelve oscuro en cuestión de segundos.*****HENRYDebería volver a Los Ángeles. Pero no puedo decirle no al abuelo; él no puede venir a este tipo
LEILA Un sonido extraño se escucha a lo lejos; no logro reconocer qué es. Cada vez es más claro, como si se acercara hasta mí, hasta el punto de volverse molesto. Comienzo a mover los ojos; una pesadez se posa sobre mis párpados y me cuesta abrirlos por completo. Después de un buen rato, consigo medio abrirlos, y una luz intensa me hace cerrarlos de nuevo.Suelto un pequeño jadeo de dolor mientras toco mi frente. Siento algo enredado en ella, ¿un pañuelo o un vendaje? No sé, solo percibo una tela suave.—¿Ella se encuentra bien? ¿No habrá complicaciones? —Logro reconocer un poco esa voz.—La paciente estará bien, solo debe reposar por un par de semanas, no hacer esfuerzos y mucho menos trabajar. —Alguien le responde, pero no la reconozco. —Solo hay un pequeño problema…Me obligo a abrir los ojos de nuevo. Mis párpados caen, y los mantengo así hasta que se acostumbran a la luz. Mientras tanto, me concentro en esa conversación.—¿Cuál es? —por fin, la voz es clara, y compruebo que es N
LEILAEstoy a punto de quedarme dormida cuando percibo el sonido de la puerta de la habitación donde aún sigo hospitalizada. Levanto la cabeza y observo a una enfermera que entra acompañada por un hombre.¿Quién será y qué hace aquí?El hombre es alto y viste un pantalón oscuro y una camisa blanca de botones, con las mangas remangadas. Detallo su apariencia mientras conversa con la enfermera junto a la puerta, dejándome ver solamente su espalda ancha. Cuando finalmente se gira, puedo ver su rostro.La confusión me invade, ya que su rostro me resulta familiar, aunque no puedo recordar de dónde. Puede ser debido al golpe en la cabeza que afectó algunos de mis recuerdos. Sin embargo, no olvidaría fácilmente a alguien como él, aunque lo haya visto solo una vez en mi vida.Es atractivo, con ojos verdes profundos, una barbilla firme y una barba corta y bien cuidada. Su peinado corto hacia atrás y su altura sobresalen. Su físico, marcado a través de la tela de la camisa, es impresionante.Se
LEILAMe desperté esa mañana en la habitación del hospital, sintiéndome aliviada de que finalmente me hubieran dado de alta. Mi embarazo está progresando normalmente y no hubo ninguna complicación por la caída, aunque no fue fuerte, fue más el golpe que me di en la cabeza, incluso la doctora me dijo que puedo tener falta de recuerdos cortos, no es como olvide mi nombre o mi vida, solamente no recordaré sucesos que vivir en los últimos meses, no todos, pueden ser solo ciertas partes.Por un instante, estuve emocionada por regresar a casa, pero recordé que ya no estoy con Paul, esa es una de las partes que mi mente olvidó un poco, de repente vienen imágenes a mi mente, de un restaurante, luego él y yo, discutiendo algo y después me vine a la mente lo de mi embarazo y que estuve apunto de contárselo.Lentamente, mis recuerdos actuales llegan, pero lo hacen en fragmentos, y se me complica armarlos.Ahora lo que me preocupa son las indicaciones que me han dado. Tengo que tomar reposo duran
LEILAA medida que pasan los minutos, mi mente vuelve a divagar sobre ese hombre misterioso y la empresa que pagó mi deuda. Decido investigar por mi cuenta, aunque sea un poco, solo para tratar de conseguir una pista. Cuando Nelly se va a su habitación, me dirijo a la mía y saco mi teléfono celular del bolso para empezar a buscar información sobre la compañía en Internet. Encuentro su página web y navego por ella, leyendo sobre sus servicios y proyectos.De repente, una foto en la sección de “equipo” llama mi atención. Es él, el hombre que pagó mi cuenta del hospital. Su nombre es Henry Koeman y es el director general de la empresa LuxeResorts Group. Ni siquiera conocía el nombre de la compañía del hotel donde trabajo. La imagen coincide perfectamente con el hombre que vi en mi habitación.Mi corazón se acelera y siento una extraña mezcla de emociones. ¿Por qué un director tan importante de esa empresa me ayudó de esa manera? ¿Qué relación tenemos? Mis recuerdos siguen fragmentados y