Capítulo 2

Los Ángeles, California

HENRY

―Flip, sírveme otro. ―Alzo el vaso indicando a qué me refiero. El cantinero del bar me observa desde su distancia; sé que quiere decirme algo, sin embargo, solo se limita a fruncir las cejas. ―Bien, recuérdame más tarde decirle a mi asistente que te dé un aumento ―digo mientras alcanzo la botella de ron que dejó del otro lado de la barra.

―Déjalo, yo te lo sirvo ―me arrebata la botella de la mano y procede a servirme de ese líquido ámbar que me quema la garganta, pero calma mis males. Tal vez no los sane, al menos funciona para olvidar por un momento. ―Y no quiero un aumento, es preferible no verte aquí bebiendo seguido.

Y ahí va. Flip es un viejo amigo y un buen empleado. Lleva más de veinte años trabajando en este hotel. Antes sirvió a mi padre, y ahora lo hace para mí.

― ¿Me estás echando de mi propio sitio, Flip? ―pregunto con una media sonrisa. ―Además, no he bebido tanto. Apenas voy por mi quinto trago, o cuarto, creo que era menos.

―Con este último son seis ―me informa.

―Da igual ―chasqueo la lengua al tiempo que hago un gesto sin importancia, incluso me parezco al abuelo hablando de esa manera, ―de hecho, hoy es un buen día para beberme todo el ron del almacén si así lo deseo. No te preocupes por el desabastecimiento. Mañana ordeno que pidan una flota completa de licor.

Flip simplemente suspira.

Si me viera el abuelo en este momento, estaría furioso, pero más que nada avergonzado. Nunca antes le he mostrado una apariencia así a nadie, ni siquiera a él, que es el único que me conoce demasiado. Sin embargo, sé que no me avergonzaría haciendo un escándalo delante de toda la gente que está en el bar. Supongo que él tendría suficiente viéndome arruinado.

Así es como me siento, roto y arruinado. Ella tomó todo lo mejor de mí y después formó una bola con todo lo lindo que le había entregado para terminar todo en la basura, de un día para otro, como si nunca hubiese significado nada para ella.

He tratado de mantenerme fuerte este tiempo, pero no ha sido nada fácil. Aun después de haberse ido, de haberme dejado, sigo esperando a que se arrepienta y vuelva a mi lado. Sé que es absurdo pensar eso, pues ella ya me ha dejado claro que no quiere verme por ahora.

Tal vez fue la monotonía, tantos años de noviazgo, y en los últimos días le entró el miedo al matrimonio. Sé que es tonto, ya que eso lo llevábamos planeando durante dos años. Se miraba segura y feliz, y al parecer solo fue una máscara suya que adaptó muy bien para que no me diera cuenta de lo que sentía en verdad.

Quise hablar bien con ella, resolver el problema, si había alguno que le molestara, porque ni enterado estaba de que tuviéramos problemas, todo marchaba bien. Rara vez llegamos a tener discusiones o algún disgusto, pero ella al final siguió manteniendo esa postura distante y esa frase: “No me siento lista, necesito un tiempo a solas para pensar sobre lo nuestro.”

Después de casi 5 años juntos me dice eso, ¿cómo es eso posible?

Es por eso que he terminado tres noches seguidas bebiendo en el bar de uno de mis hoteles. Había venido para una reunión, pero me quedé unos días más. No estoy listo para volver al lugar donde compartíamos el mismo espacio, la misma habitación, la misma cama.

**********

LEILA

No sé cómo sigo reprimiendo mis lágrimas; se habían acumulado muchas, aun así, en ningún momento dejé derramar una sola. Después de que Paul se fuera, esperé unos minutos para que desapareciera completamente de mi vista o de cualquier otro lugar cercano. No quiero que me vea o más bien no quiero que me vea en este modo deprimente.

Salgo del restaurante después de dejar una propina al mesero y me dirijo hacia los elevadores. En mi trayecto hacia allí, algo llama mi atención. La verdad es que lo que menos quiero es volver a mi habitación de hotel. Si lo hago, me romperé a llorar y mi mente estará llena de pensamientos negativos. Debo despejar un poco mi mente para olvido un poco lo que sucedió hace un momento.

Entro en el sitio. El entorno tiene una atmósfera menos intensa que el restaurante en el que estaba antes. No es oscuro, aun así, no se puede ver con claridad los rostros de todas las personas que están en ese bar. Mientras me acerco a alguien, puedo distinguir su aspecto.

Paso entre unas mesas y me acerco a la barra, no hay mucha gente en esta parte. Hago el taburete hacia atrás y lentamente me subo a él, cuidando de que mi falda no muestre más piel de la necesaria. Elegí ponerme un vestido sin escote, pero con un corte en la espalda que llega hasta la mitad de la misma, y una abertura en mi pierna izquierda que terminaba a mitad de mi muslo. Me siento arrepentida de haber comprado esta prenda, es elegante y costoso. Sé que trabajé mucho para eso, al igual por la reservación del restaurante, todo lo hice pensando en Paul. Qué tonta fui.

Lo mejor que puedo hacer ahora, es no pensar.

Levanto mi mano para atraer la atención del hombre que está al otro lado de la barra. No me mira en ese instante, o tal vez hasta me ignoró, ya que está lidiando con un cliente ebrio. Espero a que termine, mientras tanto, busco mi celular en mi pequeña bolsa. Había vibrado varias veces antes, aunque yo he ignorado todas las llamadas y mensajes que me han llegado.

¿Quién puede llamarme con tanta insistencia? No tengo a nadie, la única persona que tenía, me ha dejado y ya no quiere saber nada de mí.

Miro la pantalla, es un correo, en realidad son varios, pero no indago. Continúo ignorándolos, apago mi celular y lo vuelvo a guardar en mi bolso. Intento nuevamente conseguir que el hombre detrás de la barra me preste su atención.

Me he cansado, así que estoy a punto de levantarme para irme, ya que no logro nada.

―Diga, ¿qué desea que le sirva? ―Escucho la voz del hombre mayor.

Me giro, todavía ahí de pie.

―Pensé que no me atendería.

―Una disculpa por lo de hace rato ―se excusa el hombre con cortesía.

―Está bien, no importa ―respondo. ―Me puede servir un Martini seco, por favor. ―Miro hacia el otro lado de la barra, donde antes estaba el hombre de las bebidas. ― ¿Eso que está bebiendo él, es fuerte? ―El hombre mayor me mira con una expresión que indica que no tiene idea de lo que estoy hablando. ―¿Me refiero a si es potente, si terminare embriagada si bebo uno o dos vasos de ese licor?

Sus cejas se alzan con asombro, luego muestra una pequeña sonrisa y niega con la cabeza.

―Entiendo lo que quiere decir, señorita. Sin embargo, yo le recomendaría que no bebiera ese tipo de licor y menos solo.

―Entonces sírvame un vaso y llénelo hasta el borde.

Me imagino que debe hacer efecto, ya que me recomendó no beberlo. Lo único que quiero hacer esta noche es olvidarme de todo.

Sin añadir nada más, se va, supongo que a prepararme la bebida. Mientras espero, dirijo mi mirada a mi alrededor. El lugar es tranquilo, incluso la música que suena es relajante. Puedo beber hasta acabar inconsciente y en paz, si así lo deseo.

Mis ojos vuelven a fijarse en el hombre que está al otro lado de la barra. No consigo verle bien el rostro, solo noto que bebe y bebe sin reparo, incluso tiene dos botellas de licor sobre la barra, no sé si llenas o vacías, desde aquí no alcanzo a percatarme de ello.

―Flip, ese ron es mío, no se toca ―le dice ese hombre al empleado.

―La dama de allá pidió un vaso con ron ―le responde, me señala con la cabeza.

Quitó su atención del empleado y dirigió su mirada hacia mí. Me hago pequeña en mi asiento. Demonios, no quiero provocar problemas con un borracho y menos por una botella de licor.

―No importa, ―digo, me levanto de mi asiento y tomo mi bolso. ―De todas maneras, ya me iba. No necesito que me sirva nada.

― ¡Espera! ―una voz gruesa se eleva, y me detengo en seco. ―Flip, sírvele lo que pida, va por mi cuenta.

―No, en verdad no hay problema ―niego con ambas manos.

No logro irme, pues el empleado llega pronto con el vaso y lo pone enfrente de mí. No me queda de otra más que sentarme, con un ligero suspiro vuelvo al lugar. Me quedo perdida por unos minutos mientras veo el líquido dorado que hace en el vaso de cristal.

― ¿Por qué no bebes? ―Habla de nuevo ese hombre.

―Este… creo que mejor lo remplazaré por un vaso con agua.

De un segundo a otro cambio de opinión. Supongo que es lo mejor, he recordado algo y no debo beber alcohol en el estado que estoy actualmente.

―Buena decisión, ―alcance a ver una sonrisa en sus labios. ―No como yo, que últimamente no he elegido buenas decisiones.

De repente me lleno de curiosidad por saber más detalles de ese desconocido. Sí, soy chismosa.

―Es mejor no terminar borracho y haciendo el ridículo ―esas palabras salieron de mí sin previo aviso. Me cubro la boca cuando me doy cuenta.

Una risa resuena, no fue una carcajada, sino una risa sutil y divertida. Quiero pensar que no se ha sentido ofendido por lo que dije, eso espero.

―Tienes razón, pero hay personas que desconocen el significado de la ridiculez y no reconocen el error hasta que se exponen.

No estoy segura si entendí correctamente lo que trató de comunicarme. Cuando menciono, “hay personas”. ¿Se refirió a él?

Pueda que así sea, porque no se escuchó bien cuando lo dijo. Sin conocerlo pude notar algo de tristeza en su voz.

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