Los Ángeles, California
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LEILA
Estoy sentada en una mesa de un restaurante muy lujoso, todos mis fondos se han ido en esta reservación, ¿para qué? Bueno, tiene sentido, es la noche que le diré a mi novio que he decidido dar otro paso con él en nuestra relación, pues muy pronto tendremos una gran razón para fortalecer lo nuestro.
Paul es el hombre de mi vida, con el que me fugue de mi casa aquel día. No me gusta pensar en eso, ya que me trae muy malos recuerdos y hoy es un día para tener alegrías, no tristezas. Así que no quiero estropear el momento con mi pasado.
No lamento nada, aunque debería de hacerlo, ya que tome una decisión que cambio toda mi vida entera y más ahora…
Despejo mi mente y me concentro en Paul y en mí. Miro hacia la puerta varias veces, ansiosa porque ponto se reúna conmigo. Sigo sin entender por qué quiso que viniéramos por separado, no quise hacerle un berrinche, así que no replique e hice lo que considere bueno para los dos.
Tal vez me tenga una sorpresa y solo fue por ella.
Con una enorme sonrisa le hago una seña al mesero para que se acerque. Había pensado esperar a que Paul llegara para ordenar juntos, pero con los nervios al tope al menos necesito un vaso con agua para refrescar mis labios y mi garganta seca.
Una vez que pido mi vaso con agua, el chico se va dejándome otra vez sola. Tomo mi bolso y saco mi móvil para ver la hora, son las 9:20 de la noche, bueno solo se ha demorado veinte minutos, no es mucho.
Eso quiero pensar.
Comienzo a preocuparme cuando pasan veinte minutos más, incluso ya me bebí dos vasos con agua y estuve tentada a pedir algo dulce para que se me bajara el sabor amargo que comencé a degustar en la lengua hace minutos atrás. Con algo de frustración me levanto de mi asiento y en el momento que estoy por enderezarme, Paul pasa la puerta del restaurante, con ese caminar suyo de: “el mundo me pertenece”. De hecho, hay muchas personas que me cuestionan por haberlo elegido como pareja: es muy presuntuoso, ¿Qué le viste?, ¿a poco te gustan los hombres así? Es lindo, pero pobre, en serio, ¿qué fue lo que te gusto de él, tiene algo interesante? Esas eran unas de las tantas preguntas que me hacían.
Mi respuesta siempre era la misma, “simplemente me enamoré”. Cosa que nunca me creían.
Paul no es feo, de hecho, no tiene nada de feo, a lo que a mí respecta es guapo, su belleza es peculiar, incluso algo varonil, eso sí, es demasiado exigente con su apariencia, tal vez sea por eso que la gente suele criticarlo a sus espaldas. O pueda que sea su manera de ser con los demás, no es alguien muy amigable, es de pocos amigos y muy reservado con su vida, incluso lo ha sido conmigo, con decir que no sé muchas cosas de su familia, solamente sé que tiene un hermano en alguna parte de Los Ángeles, pero rara vez lo menciona.
―Mi amor, llegaste ―digo sonriendo, finalmente me pongo de pie y me acerco para besarlo, sin embargo, él gira la cabeza y termino besándolo en la mejilla. Lo noto extraño. ― ¿Ocurrió algo?
Él hace un gesto para que regrese a mi asiento, permanezco atenta a su expresión, sería excesiva, por lo general siempre responde mi saludo y me recibe del mismo modo que yo lo hice hace un momento.
―Tenemos que hablar ―suelta nada más, mientras se sienta en la silla de enfrente. Sus ojos se clavan en mí. ―Leila…
―Espera, ―intervengo en su sorpresa, porque eso es lo que creo que está por darme, una gran y linda sorpresa. ―Primero quiero que sepas algo, es muy importante…
―Leila, ―me corta, ―no tengo tiempo para estas cosas, ya no más.
Mi sonrisa se borra cuando capto ese tono en su voz, al parecer no es algo lindo lo que está por decirme; sin embargo, permanezco esperanzada a que sea una noticia buena.
― ¿Qué pasa? ¿Quieres que vayamos a otro sitio?, tal vez uno privado ―echo una mirada rápida a nuestro alrededor.
Todos están distraídos en sus asuntos, nadie nos presta ni un mínimo de su atención, así que no le veo la razón para irnos del restaurante, aun así, estoy dispuesta a irme con él a otro lugar si así lo prefiere.
―He dicho que ya no más. ―Debo mostrarme confundida porque él niega con la cabeza y continua. ―He decidido terminar contigo. ―Su voz se escucha a lo lejos, como si estuviera a varios metros de distancia de mí. ―Ya no podemos estar juntos.
¿En verdad dijo eso?
―Perdón, ¿qué dijiste? ―quiero creer que mi sentido del oído me falla o la compresión de entender sus palabras.
Algo no está bien. ¿Le paso algo? ¿Por qué ese cambio repentino?
Suspira hondo y de nuevo sacude la cabeza.
―Hemos terminado, Leila. Entiéndelo.
De la nada me siento pequeña, como una hormiga delante de esa mirada calculadora que al principio me volvió loca.
―No, no puedo entenderlo. Necesito una explicación, necesito saber que ha cambiado entre nosotros para que vengas y digas eso. Hace horas atrás estábamos bien, abrazándonos y besándonos muy felices, incluso estábamos a punto de hacer el amor, solo que esa llamada nos interrumpió y ya no continuamos. ¿Qué pasa realmente, Paul? ¿Acaso fue esa llamada la que te hizo cambiar?
―¡No entiendo como no te das cuenta! ―contesta en un tono muy alto, y ahora si estoy segura de que sí tenemos la atención de varias personas de nuestro alrededor. ―He dejado de quererte, ya no siento nada por ti, se acabó.
Quisiera que esas palabras no me dañaran, pero lo hacen, me duelen y mucho.
―Todavía en la mañana me dijiste que me querías, ¿cómo es que quieres que entienda? ―Me obligo a tragar las agujas en mi garganta, sintiendo que las lágrimas empiezan a acumularse en mis ojos, pero no las dejo salir. ― ¿Entonces todo era una mentira, siempre lo fue? ―Mi barbilla tiembla y hago el esfuerzo para que no me vea rota. ―Nunca me amaste…
Esa ya no es una pregunta, es una afirmación muy segura. Ya me quedo claro y por eso no lo voy a retener. ¿Pero si le doy la noticia que tenía pensado decirle, algo cambiara entre nosotros? ¿De qué servirá?, de nada, solo dirá que es una excusa para mantenerlo a mi lado y no es así, jamás haría algo como eso.
El silencio lo dice todo, Paul nunca me amo. Baja su cabeza y suspira de nuevo, sé que trata de calmarse, pero yo ya he perdido la calma y si esto ya se acabó, ya no tiene caso que siga aquí sentada esperando a que se arrepienta. No hay vuelta atrás, ya lo dejo claro.
Hemos llegado al final de esta relación y no hay más que decir. Me levanto empujando la silla sin un mínimo de cuidado. La frustración vuelve a mí, pero ahora de un modo abrumador que hasta me quema las entrañas. Como puedo reprimo las náuseas que se acumulan en la boca de mi estómago.
¿De qué sirve que sepas lo que está pasando, lo que está por pasar en ocho meses?
―No, quédate ―dice, negando con su mano.
Una pequeña esperanza se instala dentro de mí, ¿se está arrepintiendo?
Estoy por hablar, pero él añade:
―Me iré yo, tú quédate a disfrutar la cena. De todas maneras, ya está pagado todo.
Sí, gracias a mí. Qué considerado. Más, sin embargo, solo lo pienso, no le digo nada.
¿Quedarme a disfrutar? Por Dios, no me encuentro en un estado de tranquilidad como ahora lo está él.
Me quedo parada mientras lo observo ponerse de pie, me da una última mirada y después se gira. Pero antes de irse pronuncia lo último:
―Puedes ir por tus cosas cuando quieras, no te presionaré, ya sé que no tienes a donde más a ir, así que tomate tu tiempo.
Sigue fingiendo amabilidad conmigo, que lindo de su parte. Mis pensamientos sarcásticos no se quedan atrás. Ya no quiero creer en Paul, ya no quiero creer en su cariño y su amabilidad porque todo es mentira.
―No te preocupes, sacaré mis cosas de tu apartamento mañana mismo ―respondo con dureza y manteniéndome derecha.
Gira su cabeza y me echa una breve mirada por arriba de su hombro, aprieta sus labios, pero no dice nada, se vuelve otra vez hacia enfrente y finalmente se va, saliendo por la misma puerta que entro antes.
Y lo último que pienso es en: Estoy embarazada y ahora tendré a tu hijo sola.
*****
(Asi arranca esta historia, espero les guste)
Los Ángeles, CaliforniaHENRY―Flip, sírveme otro. ―Alzo el vaso indicando a qué me refiero. El cantinero del bar me observa desde su distancia; sé que quiere decirme algo, sin embargo, solo se limita a fruncir las cejas. ―Bien, recuérdame más tarde decirle a mi asistente que te dé un aumento ―digo mientras alcanzo la botella de ron que dejó del otro lado de la barra.―Déjalo, yo te lo sirvo ―me arrebata la botella de la mano y procede a servirme de ese líquido ámbar que me quema la garganta, pero calma mis males. Tal vez no los sane, al menos funciona para olvidar por un momento. ―Y no quiero un aumento, es preferible no verte aquí bebiendo seguido.Y ahí va. Flip es un viejo amigo y un buen empleado. Lleva más de veinte años trabajando en este hotel. Antes sirvió a mi padre, y ahora lo hace para mí.― ¿Me estás echando de mi propio sitio, Flip? ―pregunto con una media sonrisa. ―Además, no he bebido tanto. Apenas voy por mi quinto trago, o cuarto, creo que era menos.―Con este último
LEILALlegué a pensar que terminaría triste y deprimida en mi habitación, pero ahora me doy cuenta de todo lo contrario. Se siente como si un ángel se hubiera cruzado en mi camino, o al menos así lo siento yo. Llevo minutos, o tal vez horas, conversando con el hombre que conocí en el bar, Henry, que ahora sé su nombre porque se presentó después de haberse disculpado por lo anterior.Se ve que es un buen hombre, y a pesar de que al principio noté algo de tristeza en su voz, en este momento ya no hay ni una pizca de ello. Es como si hubiese borrado esa emoción de todo su ser, porque ahora se está riendo de mis malos chistes.—Es en serio, en ese preciso día llovió y me mojé toda —. Corrijo, no es chiste, se llama mala suerte.―¿Entonces llegaste tarde a tu sesión de fotos? —pregunta con una ligera risa.—Sí, y lo peor de todo es que llegué empapada y sin cambio de vestuario. —Continúa riendo. —Hey, no te rías, a cualquiera le puede pasar.Niega con la cabeza mientras hace un movimiento
LEILA Escucho un ruido. Me muevo, aún somnolienta. Esto me hace recordar mi ubicación. Me levanto de un salto y noto que el teléfono de la habitación está sonando. Entonces, eso era lo que generaba tanto ruido. ― ¿Hola? ―Alzo el auricular para responder. Una mujer me habla al otro lado, informándome sobre mi breve estadía en el hotel. No era necesario que me recordaran que debía desocupar la habitación en menos de una hora. ¿Qué? Me levanto por completo de la cama y me siento en el borde, me froto los ojos para quitarme el sueño. Miro el reloj digital que está en la mesita de noche y verifico la hora. Efectivamente, solo me quedan unos minutos para salir de aquí. ¿Cómo es que pude quedarme dormida? Aparto las sábanas con unos manotazos y vuelvo a colocar el teléfono en su lugar. Corro hacia el armario y saco mi maleta junto con toda mi ropa y otras pertenencias que había traído conmigo. Qué vergüenza parecerá si me echan a la calle. Inmediatamente, me pongo a trabajar en mi equip
HENRY—No voy a dejarle mi herencia a ese inútil —expreso mi abuelo con alteración. —Te consigues un hijo a la de ya, o pierdes mi fortuna. —Suelta esa amenaza que ha usado durante meses.Más bien lleva un largo tiempo haciéndolo. ¿Qué va a pasar si le cuento lo de Kendra? Que me dejó y ya no quiere saber nada de mí. Pueda que en algo le agrade la noticia, pero se enterará también que ya está más lejos de tener un bisnieto por parte mía.—Abuelo, tú no te vas a morir.—Tú qué sabes —lanza un ademán en el aire, como de costumbre. —Nadie tiene la vida asegurada, y no me vengas con esa estúpida frase: tú duraras mucho y nos enterraras a todos —hizo un intento de imitar.—Solo digo que —suspiro. —Todavía no es tu turno, te faltan varios años.—No eres Dios para saber eso, así que no me lances tus sermones, jovencito, solo yo puedo llamarte la atención a ti, no tú a mí. ¿De cuándo acá los patos le disparan a las escopetas? —añade con desdén. —Déjate de palabrerías y mejor ve a hacer un her
Tres meses después.LEILAMis pies ya no aguantan más y mi cabeza da vueltas con un mareo violento. Dejo caer las cosas que sostengo, sin prestar atención al sonido de las botellas de plástico y al líquido derramándose.El mareo me invade y mi vista se nubla mientras mi oído se agudiza.¿Qué me está pasando? ¿Por qué me siento mareada?Hace aproximadamente dos horas desayuné y me tomé mi tiempo de descanso. De repente, esta sensación desagradable se apodera de mí. No entiendo por qué. He asistido a todas mis revisiones prenatales cada cuatro semanas, y según la doctora, todo está bien con mi embarazo.Como puedo, busco algo a tientas para apoyarme. Encuentro la firme y fría cerámica, que parece ser el lavamanos del baño, y me aferró al borde como si fuera un salvavidas. Sin embargo, el mareo regresa con una corriente más intensa, y todo se vuelve oscuro en cuestión de segundos.*****HENRYDebería volver a Los Ángeles. Pero no puedo decirle no al abuelo; él no puede venir a este tipo
LEILA Un sonido extraño se escucha a lo lejos; no logro reconocer qué es. Cada vez es más claro, como si se acercara hasta mí, hasta el punto de volverse molesto. Comienzo a mover los ojos; una pesadez se posa sobre mis párpados y me cuesta abrirlos por completo. Después de un buen rato, consigo medio abrirlos, y una luz intensa me hace cerrarlos de nuevo.Suelto un pequeño jadeo de dolor mientras toco mi frente. Siento algo enredado en ella, ¿un pañuelo o un vendaje? No sé, solo percibo una tela suave.—¿Ella se encuentra bien? ¿No habrá complicaciones? —Logro reconocer un poco esa voz.—La paciente estará bien, solo debe reposar por un par de semanas, no hacer esfuerzos y mucho menos trabajar. —Alguien le responde, pero no la reconozco. —Solo hay un pequeño problema…Me obligo a abrir los ojos de nuevo. Mis párpados caen, y los mantengo así hasta que se acostumbran a la luz. Mientras tanto, me concentro en esa conversación.—¿Cuál es? —por fin, la voz es clara, y compruebo que es N
LEILAEstoy a punto de quedarme dormida cuando percibo el sonido de la puerta de la habitación donde aún sigo hospitalizada. Levanto la cabeza y observo a una enfermera que entra acompañada por un hombre.¿Quién será y qué hace aquí?El hombre es alto y viste un pantalón oscuro y una camisa blanca de botones, con las mangas remangadas. Detallo su apariencia mientras conversa con la enfermera junto a la puerta, dejándome ver solamente su espalda ancha. Cuando finalmente se gira, puedo ver su rostro.La confusión me invade, ya que su rostro me resulta familiar, aunque no puedo recordar de dónde. Puede ser debido al golpe en la cabeza que afectó algunos de mis recuerdos. Sin embargo, no olvidaría fácilmente a alguien como él, aunque lo haya visto solo una vez en mi vida.Es atractivo, con ojos verdes profundos, una barbilla firme y una barba corta y bien cuidada. Su peinado corto hacia atrás y su altura sobresalen. Su físico, marcado a través de la tela de la camisa, es impresionante.Se
LEILAMe desperté esa mañana en la habitación del hospital, sintiéndome aliviada de que finalmente me hubieran dado de alta. Mi embarazo está progresando normalmente y no hubo ninguna complicación por la caída, aunque no fue fuerte, fue más el golpe que me di en la cabeza, incluso la doctora me dijo que puedo tener falta de recuerdos cortos, no es como olvide mi nombre o mi vida, solamente no recordaré sucesos que vivir en los últimos meses, no todos, pueden ser solo ciertas partes.Por un instante, estuve emocionada por regresar a casa, pero recordé que ya no estoy con Paul, esa es una de las partes que mi mente olvidó un poco, de repente vienen imágenes a mi mente, de un restaurante, luego él y yo, discutiendo algo y después me vine a la mente lo de mi embarazo y que estuve apunto de contárselo.Lentamente, mis recuerdos actuales llegan, pero lo hacen en fragmentos, y se me complica armarlos.Ahora lo que me preocupa son las indicaciones que me han dado. Tengo que tomar reposo duran