Capítulo 3

LEILA

Llegué a pensar que terminaría triste y deprimida en mi habitación, pero ahora me doy cuenta de todo lo contrario. Se siente como si un ángel se hubiera cruzado en mi camino, o al menos así lo siento yo. Llevo minutos, o tal vez horas, conversando con el hombre que conocí en el bar, Henry, que ahora sé su nombre porque se presentó después de haberse disculpado por lo anterior.

Se ve que es un buen hombre, y a pesar de que al principio noté algo de tristeza en su voz, en este momento ya no hay ni una pizca de ello. Es como si hubiese borrado esa emoción de todo su ser, porque ahora se está riendo de mis malos chistes.

—Es en serio, en ese preciso día llovió y me mojé toda —. Corrijo, no es chiste, se llama mala suerte.

―¿Entonces llegaste tarde a tu sesión de fotos? —pregunta con una ligera risa.

—Sí, y lo peor de todo es que llegué empapada y sin cambio de vestuario. —Continúa riendo. —Hey, no te rías, a cualquiera le puede pasar.

Niega con la cabeza mientras hace un movimiento con sus manos de que ya no dirá nada, pero su sonrisa sigue apareciendo. No sé cómo es que pude terminar contándole cosas de mí, incluso le dije que fui modelo en algún momento de mi vida. Sin embargo, es tan fácil hablar con él, la conversación fluyó sola, y cuando me di cuenta de que estaba hablando de más, ya no había retorno, y tampoco quería detenerme.

Qué extraño.

―De todas maneras, el modelaje pasará a un último plano para mí, de ahora en adelante ―murmuro. Lo suelto antes de detenerlo. Eso es a lo que me refiero, mis palabras salen por sí solas.

― ¿Dejarás de modelar? ―indaga, dejo de ver mi vaso de cristal que ahora está vacío y lo miro a él. Su mirada está puesta sobre mí, una de sus cejas está alzada, con una expresión de duda, me imagino. ―No deberías dejar de hacer lo que te gusta por errores o decisiones equivocadas que has tomado en el pasado, dejas de ser tú misma cuando abandones lo que amas, y yo veo en ti que amas ser modelo.

Abro los ojos asombrados. ¿Tan fácil soy de leer o es que él logra descifrar a las personas muy pronto? Por Dios, he sido muy obvia con este hombre. No solamente es simpático, también es muy inteligente y parece que es alguien que tiene muy bien plantados los pies en la tierra, incluso puedo imaginar que tiene su futuro seguro o si no es que ya lo tiene.

―No es algo que pueda elegir ahora, en realidad no tengo más opciones ―encogí los hombros.

No puedo contarle de mi nueva situación, aunque en unos meses sea visible para los demás, pueda que a él ya no lo vuelva a ver. Por supuesto, es un extraño agradable, pero que pasará al olvido después de que nos despidamos.

―Si lo deseas, yo te podría ayudar ―dice. Desconcertada, lo miro. ―Digo, no soy dueño de una compañía de modelaje, lo mío son los hoteles, pero tengo un amigo que tiene una, es de lencería, no sé si eso te sirva.

Nunca he modelado para una compañía de lencería, solo de maquillajes y perfumes, admito que ya he salido en paños menores, así que no es difícil para mí salir solo con un corpiño y bragas. Pero ese no es el problema, lo que pasa es que dentro de tres meses o tal vez menos tiempo, ya no voy a poder tomarme fotografías y menos con el vientre descubierto.

―Gracias, pero…

―Señor ―nos interrumpe el hombre que nos sirvió las bebidas. Agradezco que haya llegado esa interrupción, si no hubiese contado más detalles de mi vida. ―Ya pasan de las dos de la mañana.

Es cierto. Olvide que cerraron el bar después de las doce, a Henry no le importó y siguió conversando conmigo, incluso le dijo a la mayoría de sus empleados que se podían ir, solo el hombre de la barra y un mesero, se quedaron. El tiempo pasó muy rápido y ninguno de los dos nos dimos cuenta, si el hombre de la barra no nos lo dice, nosotros seguiríamos charlando sin ningún problema.

―Creo que nos está echando ―dice con una expresión divertida Henry mientras ladea su cabeza en dirección al hombre mayor.

―Señor, solo digo…

―Está bien, Flip, estamos de acuerdo que deben regresar a casa. No quiero que después me apoden el jefe tirano.

―Eso jamás pasará, señor.

―Bien ―asiente aún con una sonrisa en sus labios. ― ¿La acompaño a su habitación, señorita? ―Me tiende su mano en cuanto llega a mi lado, actúa como si me estuviera viendo por primera vez. ―Solo la guiaré hasta allí, si lo desea.

―Me encantaría, caballero ―le sigo el juego y coloco mi mano sobre la suya para dejar que me ayude a levantarme del taburete.

Ambos reímos mientras salimos del bar. Caminamos hacia la planta de las habitaciones, Henry camina a mi lado, con sus manos en los bolsillos de su pantalón y viendo hacia enfrente. No sé por qué de repente me siento tímida, y las palabras ya no salen como antes, puede ser por los nervios, ¿pero por qué estoy nerviosa?

―Aquí es ―digo, deteniéndome enfrente de la puerta de mi habitación.

Comienzo a buscar la tarjeta en mi bolso, mientras la saco escucho su voz detrás de mí:

― ¿Te gustaría venir conmigo a mi suite? ―Me detengo cuando lo oigo. ¿Me está ofreciendo que estemos solos en su dormitorio? No quiero malinterpretar lo que dijo. ―Para continuar con lo que dejamos en el bar, seguir conversando, a eso me refiero. Me gustaría ayudarte, en verdad.

Mi mente ya estaba imaginando otras cosas. Qué mal pensada soy.

―Ah… ―artículo solamente mientras me giro. Mejor pongo otra expresión y digo algo más, si no va a creer que soy una pervertida. ―Ya es tarde, ¿no? ―le recuerdo. ―Mañana debo salir temprano.

Olvide que debo ir al apartamento de Paul y sacar mis cosas antes de que él me eche. No estoy dispuesta a pasar por otra situación vergonzosa; aparte de eso, mi estancia aquí finaliza mañana temprano, y tampoco quiero ser echada de ningún otro sitio. Ya tuve suficiente de pasar por escenas vergonzosas, al menos por ahora las puedo evitar.

―Entiendo, ―asiente, apretando los labios, pero al final de eso sale una pequeña sonrisa. ―Entonces te dejo para que descanses.

No digo nada, yo también asiento y me dirijo hacia la puerta para introducir la tarjeta y abro mi puerta. Cruzo el umbral, me detengo antes de cerrar y lo miro.

―Gracias por esta noche ―le digo con sinceridad. ―La pasé muy bien. Buenas noches, Henry.

―Buenas noches para ti también, Leila ―contesta con una bella sonrisa. Y luego se va.

En lugar de entrar, me quedo mirando su figura. Es tan alto y su espalda es algo ancha de arriba, no me di cuenta de que lleva puesto un traje; su saco azul oscuro está abierto y su cabello castaño es un poco desordenado, como si hubiera pasado los dedos varias veces. En pocas palabras, Henry es un hombre muy guapo, tanto que cualquier mujer se puede enamorar con solo mirarlo, excepto yo.

Si no estuviera enamorada y dolida por alguien que acaba de echarme de su vida, tal vez hoy me hubiese enamorado a primera vista de este hombre caballeroso.

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