Los labios de Alexander Murth se deslizaron por la boca de Selena con una voracidad animal, depredadora y bestial.
El hambre, enredado con las ansias y el deseo, se habían apoderado por completo de su alma.
Muy lejos había quedado el hombre bueno y caballeroso que rescató a una hermosa dama de un cruel destino.
Sin embargo, Selena no podía decir que aquello le disgustara.
Los labios del millonario eran precisos y seductores, mientras que su lengua demandante se deslizaba de manera tortuosa al interior de su boca, demostrándole con claridad lo que ocurriría si el llegaba a colocarse entre sus piernas.
Aquel pensamiento arrancó un gemido de los labios de la hermosa mujer; uno que rápidamente fue ahogado por el profundo y extasiado beso de Alexander.
La mente de ella daba vueltas, perdida en el frenesí de emociones y sensaciones, mientras sentía como las manos del millonario comenzaban a apretar su trasero, restregandolo con deleite tortuoso contra su considerable erección.
Hacía unos minutos atrás, el destino de Selena era, muy posiblemente, morir en las oscuras y asquerosas calles de la zona roja, luego de ser violada y brutalmente torturada por Maleck.
Sin embargo, a la vida le gusta jugar sus propias cartas, y sorprendernos en nuestros peores momentos.
Permitiendo que la embriagadora colonia de Alexander inundar sus pulmones y nublara su mente, alejando cualquier penoso recuerdo; ella deslizó los dedos por el sedoso cabello dorado del millonario, jalando con delicadeza de las hebras para arrancar bajos gemidos de sus labios.
Cuando el último de estos fue arrancado de las profundidades del pecho del hombre, el poco autocontrol que Selena tenía sobre sí misma también desapareció, algo que rara vez ocurría.
Ella mordió el carnoso labio inferior del hombre, mientras atrapaba su mirada esmeralda, la cual había adquirido un tono tan oscuro que bien podría confundirse con sus pupilas.
Con habilidad y simpleza, el hombre la elevó entre sus brazos, mientras las piernas de Selena se enredaban con decisión en su cintura, dejando expuestas sus zonas más erógenas.
Alexander no demoró en empujar el cuerpo de la dama contra la pared más cercana, mientras presionaba su erección contra la pelvis de ella.
—¿Qué te parece este lugar para hacer nuestro hijo?—ronroneo él con la voz afectada, mientras separaba sus labios de los de ella el tiempo justo para besar su mentón y cuello.
Sin embargo, las palabras del hermoso hombre de cabello color sol, se hundieron en la mente de la prostituta; y al igual que una semilla fértil, está hecho raíz.
Con brusquedad, la chica de mirada color gris, apartó al millonario de un fuerte empujón a la altura de sus hombros.
Una vez que la colonia del atractivo hombre estuvo fuera de su alcance, su mente comenzó a enfriarse, al igual que ciertas partes de su cuerpo.
—¡¿Hijo?!—dijo histérica la prostituta de cabello castaño rojizo—. Por favor, Alexander, no me digas que ibas en serio con esa m****a.
Dolido, el hombre de mirada esmeralda y cabello color sol dió un paso hacia atrás, mientras observaba atónito y perplejo el rostro de la hermosa mujer ante él.
—Te dije que te tenía una propuesta, yo asumí que aceptabas—respondió él sin comprender la situación—. ¿Por qué otro modo saltarias sobre mí de esa forma?
—¡Mierda, Alexander, creí que decir esas cosas era tu fetiche!—dijo perpleja Selena, mientras pasaba una mano por sus labios, para borrar el dulce sabor de sus besos—. No serías el primero que tiene esa clase de fetiches… pero un hijo real.
Selena negó varias veces con la cabeza, mientras aquella idea oscilaba en su mente, prometiendole colarle la cabeza en cualquier momento.
Sin embargo, aquel día ya había sido suficiente; las emociones habían logrado saturarla.
—¿Sabes que? A la m****a, yo me marcho—sentenció ella, mientras pasaba a su lado, con el rumbo fijado hacia la puerta de salida del ascensor.
Pero fue la mano de Alexander, la que se envolvió con gentileza pero decisión alrededor de su muñeca, impidiéndole seguir su camino.
—Por favor, Selena, no te vayas, eres mi única esperanza—imploro el millonario, con su mirada esmeralda colmada de desesperación.
La hermosa prostituta cuya mirada gris se asemejaba a una tempestuosa tormenta, volvió su rostro hacia él con firmeza y decisión.
—Mira, Alexander Murth. No me conoces ni yo a tí—comenzo a decir ella con el tono más cordial y amable que pudo—, por lo que me resulta imposible pensar la idea de tener un hijo así como así contigo.
El millonario soltó la mano de Selena, mientras un puñal se clavaba con fuerza en el centro de su corazón, arrebatándole el aire de sus pulmones y llenando todo su ser de dolor, mientras la esperanza lo abandonaba.
»—Entiendo, eres asquerosamente rico y ya no sabes qué demonios hacer con tu dinero; pero te aseguro que crear tu familia falsa no llenará ese vacío en el corazón que tienes… porque si, lo ví desde el primer momento en que nos conocimos, Alexander, estás hasta la cabeza de m****a.
Selena tenía razón, no en todo lo que decía, pero si en la última estrofa, ya que él estaba profundamente roto y vacío. De una forma que nadie sabía o tan siquiera conocía…
Nadie a excepción de la hermosa prostituta frente a él.
—Te equivocaste, Selena, yo no quiero un hijo para jugar a la familia feliz—escupió el hombre pasando una mano por su melena color sol—. Necesito un hijo para solidificar un trato billonario en mi empresa, y se me acaba el tiempo.
Las palabras se borraron de la mente de la hermosa mujer de mirada gris tormenta, mientras sus carnosos labios se separaban notablemente en forma de "O".
Es por esta reacción, y por el hecho de que ella no continuó con su partida, que Alexander Murth, decidió continuar con su propuesta:
—Te propongo algo, Selena—dijo el millonario pasando una mano por su cabello color sol—. Ten a mi hijo y a cambio te daré cualquier cosa que pidas.
Selena se quedó rígida, de piedra, ante completa y total sinceridad con la que hablaba el galán millonario ante ella.Aún así, la mera idea de pensar en concebir un hijo con aquel extraño, la aterraba más de lo que jamás quisiera admitir.A lo largo de su joven vida, nunca se le había pasado por la cabeza la idea de tener un hijo.No solo porque era en extremo difícil conseguir una pareja estable con su trabajo, si no que su propia experiencia formando para de una familia era simplemente pésima.Es por esto, que Selena jamás tomó en serio la idea de ser madre.Sin embargo allí estaba, con
Selena de quince años:Los ojos de la hermosa niña de cabellera castaña rojiza y mirada tormentosa, estaba repleta de lágrimas que empañaban su campo de visión, tanto así que amenazaban con nublarse por completo.La desesperación se había apoderado de ella, mientras los nervios y el estrés, revolvían sus intestinos a tal punto que tenía ganas de vomitar.Pero ella no lo haría, no vomitaria, no cuando aún tenía un claro y crucial trabajo que hacer.Quitar la notable mancha de sangre del colchón.Ella no había matado a nadie ni nada
Alexander de ocho años:Jamás había sido el niño perfecto, ni de cerca lograba asemejarse a los conceptos arcaicos con los que se suponía, debía estar relacionado un niño.Alexander amaba el ruido, amaba la música, el ruido de la ciudad en su momento de mayor esplendor y adoraba escuchar a las personas hablar a su alrededor.El caos que acompañaba el ruido, los sonidos, eso es lo que tanto le gustaba al niño de mirada esmeralda y cabello color sol, puesto que eso era lo único que le permitía ahogar la nube brumosa de pensamientos que hostigaban su mente a diario.Pero para su suerte, en el orfanato dónde vivía, le resultaba
Por primera vez en toda su vida, Selena durmió plácidamente toda la noche, sin sentir la más mínima inquietud, o temor en toda la noche.Incluso, sus sueños, fueron agradables y acogedores, como si le permitieran tener aquella agradable victoria, al menos por una noche.Un pequeño alivio a su alma atormentada, permitiéndole respirar algo de paz.Para el momento en que su mirada gris tormenta se abrió ante el mundo, un cálido y gentil rayo de sol se filtraba por la ventana medio abierta del dormitorio, besando la piel desnuda de su brazo.Somnolienta y algo dormida, Selena se sentó en la cama, recostando su espalda contra el cómodo respaldar de esta, mientras tiraba de las sá
Alexander:El millonario de mirada esmeralda y cabello dorado como el sol, observó el rostro de la hermosa mujer frente a él, sentada en su cama, medio desnuda, vistiendo su camisa.Las palabras que Selena acababa de pronunciar se deslizaron al interior de su mente, calando hasta lo más profundo de esta para generar una nueva ola de sentimientos y emociones que se retorcían en su interior.Aquella atractiva mujer, destrozada por la pésima vida que le tocó afrontar, le ofrecía algo simple y fácil, pero a su vez, algo que nadie le había propuesto jamás.Cuidarse mutuamente, velar por la seguridad el uno del otro. Al oír aquellas palabras, todo el cuerpo de Alexander Murth se tensó, mientras las pulsaciones cardíacas comenzaban a acelerarse en el medio de su pecho.La hermosa mujer frente a él acababa de decir las palabras que serían su salvación, la salvación de su imperio, del trabajo de sus sueños.Sin embargo, él no podía dejar de sentir una extraña sensación en su ser, como si de alguna forma él estuviera forzando las cosas, empujándola al peligro.—No tienes que hacerlo si no quieres, Selena—dijo él, sin poder evitar pensar en la cercanía de sus cuerpos, y en lo delicioso que era sentir el calor de las piernas desnudas de Selena contra él.Capítulo 11: Deseo y pasión.
El millonario no podía comprar, no luego de todas las veces que él había llevado a una bella dama a la cama. Aún así, le resultaba imposible no pensar en la hermosa mujer durmiendo desnuda a su lado, con una mano recostada plácidamente sobre su pecho. Alexander se había debatido seriamente si debía moverse para apartarse de su tacto, o simplemente, lo mejor sería que él pasará la noche en el sillón, igual que la noche anterior. Sin embargo, el chico de cabello dorado y mirada esmeralda, no hizo ninguna de las dos cosas. Él se quedó recostado, completamente desnudo, al igual que ella, mientras observaba cada detalle de su cuerpo. Su rostro, aunque parecía relajado, mantenía sus
El millonario, Alexander Murth quedó petrificado, sus músculos entumecidos, mientras permitía que las palabras de Alissa se deslizaran al interior de su mente, mezclandose con sus propias ideas, para darle paso a algo más, un sentimiento que atormentaba al hombre dia y noche. La desconfianza. Alexander, era por excelencia, la persona más desconfianza y escéptica que pudiera llegar a habitar en el mundo. El simplemente no confiaba en nadie, o al menos, su grupo era increíblemente reducido. La bella mujer de cabello castaño y mirada azul, había logrado capturar parte de su confianza, permitiéndole deslizarse a su vida sin ningún problema. Él sabía y era consciente de las ambiciones y deseos de la dama, sabía que ella aspirab