Vanessa estaba sentada en el sofá de la casa, rodeada de papeles, fotos antiguas y el misterioso diario que Alex le había mostrado. La caja de madera con las iniciales “M.M.” estaba abierta frente a ella, revelando cartas y una pequeña llave envejecida que parecía contener secretos de otro tiempo.Mientras pasaba los dedos por la gastada tinta de una de las cartas, un sonido repentino la sacó de su concentración: el timbre de la casa sonó con insistencia.Nico, que hasta ese momento estaba echado tranquilamente cerca de la chimenea, levantó la cabeza con alerta y salió disparado hacia la puerta con emoción.—Nico, espera… —Vanessa intentó detenerlo, pero ya era demasiado tarde.Al abrir la puerta, una figura elegante y altiva se encontraba en el umbral: Victoria Montenegro.—Ah, estupendo… —murmuró Vanessa para sí misma justo antes de que Nico, en su entusiasmo, saltara hacia Victoria, apoyando sus patas en su costoso abrigo de diseñador.—¡¿Pero qué demonios?! —exclamó Victoria, tamb
Después de que Victoria se fuera, dejando una tensión palpable en el aire, Alex se dio cuenta de que Vanessa estaba un poco más callada de lo usual. La vio darle una última mirada a la puerta, como si esperara que algo más sucediera. Sin pensarlo, caminó hacia ella, con esa sonrisa que siempre hacía que su estómago se agitara.—¿Aún molesta por lo de antes? —preguntó Alex, acercándose lentamente a ella, notando cómo su cuerpo se tensaba ligeramente.Vanessa lo miró, tratando de ocultar su incomodidad con una sonrisa que no consiguió ocultar la ligera inquietud en sus ojos.—No estoy molesta... Solo... No me gustan las conversaciones con tu madre.Alex sonrió con comprensión, pero no dejó que la tensión se apoderara del momento.—Déjame distraerte —dijo mientras daba un paso más cerca. Aprovechó que Vanessa estaba cerca de la isla de la cocina para rodearla con sus brazos, atrapándola entre él y la encimera.—¡Alex! —protestó Vanessa entre risas, sintiendo cómo la situación cambiaba de
El día había sido agotador. Entre los preparativos para la graduación y los diseños que debían estar listos para el desfile, Vanessa sentía que apenas podía con todo. Cuando por fin llegó a casa, solo quería una ducha caliente y algo de comida que no fuera café y galletas.Pero lo primero que recibió fue el golpe del aroma delicioso que venía de la cocina.—¿Estoy en la casa correcta? —murmuró, dejando sus cosas en la entrada.Nico corrió a recibirla, moviendo la cola con emoción y empujándola con su cuerpo musculoso. Vanessa rió y le rascó la cabeza, pero justo cuando iba a seguir caminando, su perro decidió que el momento ameritaba más efusividad… y terminó tumbándola al suelo.—¡Nico! —se quejó, riendo desde el suelo.—Parece que alguien está más emocionado que yo de verte —la voz de Alexandro sonó divertida desde la cocina.Vanessa alzó la vista y lo encontró recargado en el marco de la puerta, con una sonrisa ladeada y los brazos cruzados sobre el pecho.—Podrías ayudarme en vez
El auditorio estaba lleno. Estudiantes con sus togas y birretes se acomodaban en sus asientos mientras los familiares y amigos tomaban fotos desde sus lugares. La emoción en el ambiente era palpable.Vanessa sentía los nervios en el estómago, pero no por la graduación en sí, sino porque sabía que Alex y sus padres estaban en la audiencia.—No puedo creer que este día finalmente llegó —susurró Sofía a su lado.—Después de todo lo que pasamos, sí, es un milagro —añadió Mariana, ajustándose el birrete.Vanessa sonrió, pero su mirada se movió automáticamente hacia el público. Y ahí estaba él.Alexandro Montenegro, sentado con una postura impecable, vestido con un traje perfectamente entallado y con esa expresión de orgullo que la hacía sentir mariposas. En otra fila se encontraban los padres de vanessa quienes conversaba animada mente con su hermana mayor y su cuñado . Cuando sus ojos se encontraron, Alex le guiñó un ojo, y Vanessa sintió que su corazón daba un vuelco.La ceremonia trans
Victoria Montenegro estaba sentada en un exclusivo café de la ciudad, con su postura elegante y su mirada calculadora. Frente a ella, una mujer rubia de ojos verdes removía su té con lentitud, sin disimular su interés.—Hacía tiempo que no me llamabas, Victoria —dijo la mujer con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. ¿A qué se debe este encuentro tan… especial?Victoria le dedicó una mirada afilada antes de soltar la bomba.—Es Alexandro. Necesito que lo recuperes.La mujer dejó la cucharilla sobre el platillo con un leve cling y ladeó la cabeza con fingida inocencia.—¿Recuperarlo? Pensé que él ya había pasado página.Victoria apretó los labios.—Está ilusionado con una diseñadora… una advenediza que apareció gracias a mi suegro. Su herencia la metió en nuestra vida, y ahora cree que puede quedarse ahí.La rubia sonrió con diversión.—Interesante. ¿Y quién es la afortunada?Victoria dejó su taza sobre la mesa y se inclinó ligeramente hacia ella.—Vanessa. Su abuela fue una mujer a
Vanessa no entendió lo que pasaba hasta que la puerta del auto se cerró y Alexandro arrancó sin darle oportunidad de protestar. —¿Secuestro express? —preguntó, cruzándose de brazos. —Llamémoslo una intervención necesaria. —¿Para qué? —Para sacarte de la locura del desfile y recordarte que mereces un respiro. Vanessa resopló, aunque en el fondo, la idea no sonaba tan mal. —¿Y si tengo cosas que hacer? —Ya hablé con Mariana. Hoy eres mía. Vanessa entrecerró los ojos. —Sospechoso. —Te propongo un reto —anunció, con una sonrisa peligrosa—. Si resistes a mí todo el día sin rendirte, te daré lo que quieras. Vanessa arqueó una ceja. —¿Resistirme a ti? ¿Así de egocéntrico eres? —Llámalo como quieras, nena —dijo con una sonrisa arrogante—. Pero hay una condición. Sacó su celular del bolsillo y, sin dudarlo, lo apagó. Luego extendió la mano. —Apágalo. Sin distracciones, solo tú y yo. Vanessa lo miró con desconfianza, pero la promesa de ganarle era tentadora. —Tr
El ambiente en Montenegro Luxe estaba cargado de emoción y estrés por los últimos preparativos del desfile. Vanessa, Mariana y Sofía ultimaban detalles, entre telas, bocetos y ajustes de último minuto. Todo iba bien… hasta que ella apareció.Lucía.Alta, rubia, con una elegancia estudiada y una sonrisa que destilaba suficiencia. Caminó por la oficina como si nunca se hubiera ido, con un vestido ajustado y un perfume demasiado intenso.—Alex… qué sorpresa verte aquí —dijo Lucía con voz melosa cuando lo vio en la sala de juntas.Vanessa arqueó una ceja. ¿Sorpresa? Si Montenegro Luxe era su empresa, ¿dónde más iba a estar?Alexandro se tensó, dejando los papeles sobre la mesa.—Lucía…—No digas mi nombre así, Alex —ronroneó ella—. Me trae demasiados recuerdos.Oh, no. ¿Así que esa era la jugada?Vanessa cruzó los brazos y la observó en silencio. A ver con qué más salía.—Quería hablar contigo sobre una propuesta —continuó Lucía, ignorando por completo a Vanessa—. Sé que he estado lejos,
El sol entraba tímidamente por las cortinas, iluminando la habitación con una luz suave. Vanessa se estiró en la cama y sonrió al ver a Alex durmiendo a su lado, con el cabello revuelto y el pecho descubierto. No podía negar lo increíblemente atractivo que era, pero lo que más le gustaba de él era lo que sentía cuando estaban juntos. Habían pasado por muchas cosas, pero en ese momento, sabía que era el indicado. Se levantó con cuidado, sin despertarlo, y bajó a la cocina con una idea clara en mente. Hoy haría oficial su relación. —Ven, Nico, necesito tu ayuda —susurró, mientras el perro la seguía moviendo la cola. Preparó un desayuno especial: café, tostadas con aguacate, frutas y un croissant con chocolate, su favorito. Luego, con una sonrisa traviesa, subió la bandeja a la habitación y se acomodó a su lado en la cama. —Alex… despierta. Él gruñó, removiéndose entre las sábanas. —Cinco minutos más… Vanessa rodó los ojos y tomó un pedazo de croissant, pasándoselo suaveme