Rápidamente encendió la lámpara de la mesa de noche, se puso una bata para cubrir su desnudez y salió de la habitación. Entonces, vio una suave luz que provenía de la cocina.En silencio, se dirigió hacia allí y desde la puerta, vio que Lewis estaba apoyado en uno de los armarios de la cocina, con la espalda hacia ella. Samira estuvo a punto de llamarle, cuando se dio cuenta de que estaba hablando rápidamente por un pequeño teléfono móvil.—Bueno, vas a tener que conseguir apoyo firme de los accionistas — decía. Samira se dio cuenta de que el tono de voz era tenso. Entonces, Lewis se dio la vuelta y vio a Samira apoyada en el marco de la puerta—. Me mantendré en contacto —concluyó, cerrando precipitadamente el teléfono—. ¿Te he despertado, cariño?—No… no, pero me estaba preguntando dónde estabas. Pensé que podrías estar enfermo o algo por el estilo.—No me siento enfermo —respondió él—. ¡Nunca me he sentido mejor en toda mi vida! —añadió, dirigiéndose hacia ella para tomarla por la c
Ella asintió con la cabeza, esperando que se le pasaran las náuseas que acababa de experimentar en el estómago.—Estaré bien enseguida —musitó—. Olvídalo, ¿de acuerdo?—No, no pienso olvidarlo —le espetó él, muy serio—. ¿Te ha visto un médico? ¡Por amor de Dios, Sam! Podría ser apendicitis.—No, estoy segura de que no es nada de eso —le respondió ella—. Sin embargo, sí que voy a ir a ver a un médico. Francamente, creo que es algún tipo de virus. Nada por lo que merezca la pena preocuparse.—De acuerdo… mientras me prometas que vas a ir a ver a un médico—le dijo Henry, mirándola con preocupación—. Te conozco, Sam, y sé que me vendrás con unas cien excusas para no hacerlo.—¡No me regañes!Pero ella tendría que haber sabido que Henry no cejaría en su empeño. Consideraba que ocuparse de ella era uno de sus deberes, y se negó a dejar el tema. Así que, sólo por no oírle, cogió el teléfono y llamó al Harley Medical Centre, una consulta muy recomendada por Henry.Mientras esperaba que la re
Sintiéndose totalmente atónita por lo que había escuchado, Amira se marchó del despacho del presidente.De camino a su despacho, no se encontró con nadie, ya que era bastante tarde y todo el mundo se había marchado.Suspiró profundamente, se sentó en su sillón y trató de hacerse cargo de la situación que se avecinaba.—Tal vez puedas creer que te hemos dado un cáliz envenenado —le había dicho el presidente.Y así era, aunque, desde luego, no tenía ni idea de los problemas adicionales que aquella situación le planteaba. Todo se reducía a dos cuestiones vitales. La primera era que ella tenía un conflicto de intereses en aquel caso y la segunda era lo que iba a hacer al respecto.La batalla por la absorción de la empresa de Lewis por parte de otra iba a ser despiadada, tal y como se lo había dicho el presidente:—Broadwood Securities se ha expandido demasiado y se ha hecho vulnerable a una absorción. Estoy seguro de que te das cuenta de ello —le había explicado el presidente.—Bueno… no
La manera de superar sus problemas personales fue implicarse más en su trabajo. Así, aparte de afianzarse en su puesto, se cansaba y no podía pensar en nada.Tenía serias dudas sobre la habilidad de Henry para mantener la boca cerrada con respecto a la absorción, pero no podía hacer nada más que prevenirle sobre los peligros de su indiscreción.Además, los miembros de su departamento estaban muy emocionados por el desafío que tenían ante ellos, por lo que trabajaban duro para conseguir los datos que se necesitaban.«Hasta ahora todo va bien», pensó Amira mientras vertía un aceite de baño carísimo en la bañera. Relajándose en el agua caliente y perfumada, casi se podía sentir cómo la tensión acumulada a lo largo del día se le diluía a través de los poros de la piel.Completamente decidida a no pensar en Lewis, hizo un repaso mental de las cosas que tendría que hacer al día siguiente. Aparte de ir al médico a recoger los resultados de los análisis y a que le recetaran alguna medicina pa
—¿Y qué te puedo contar? —respondió Amira, secándose los ojos y sonándose la nariz—. He sido una estúpida y una descuidada. Eso es todo.—Yo creo que hay mucho más que eso. Toma, bébete el coñac poquito a poco y verás como te sientes mejor.—¿Cómo… cómo puedes tomarte todo esto con tanta tranquilidad? — preguntó Amira, haciendo lo que ella le decía.—Mira, todo esto no es el fin del mundo, ¿sabes? Me… me imagino que Lewis es el padre, ¿no? —dijo Elena. Amira asintió—. Bueno, yo no veo demasiados problemas. Está clarísimo que los dos os queréis con locura. Entonces, ¿qué os impide casaros y vivir felices?—¡Tú no lo entiendes! —gritó Amira, antes de cubrirse los ojos con el pañuelo otra vez—. ¡Dios mío! No soy el tipo de persona que se echa a llorar de esta manera. No sé lo que me pasa últimamente.—Son las hormonas. Pero dime, ¿qué es exactamente lo que yo no entiendo? Porque no hay ningún problema sin solución, créeme.Sin embargo, tras persuadir a Amira para que le contara el proble
Él debería haber sabido por aquel entonces la amenaza de absorción.¿Cómo podría asegurarse de que iba a ganar aquella batalla? Todo lo que tenía que hacer era seducir a una estúpida mujer, que, además, podría inclinar la balanza a su lado y persuadirla de que él y su empresa eran lo mejor del mundo.Además, si ella no hubiese estado metida tanto en el asunto, podría haber caído en sus redes. Desgraciadamente, por la presión de los negocios, había descuidado un poco a su víctima, permitiéndola que se diera cuenta de la situación. Y aquel había sido un grave error, y pronto lo descubriría.Amira se prometió venganza antes de que Henry la hiciera volver al presente con una tosecita.—Pensé que debía mencionarte… el hecho es que no estoy seguro si esto es lo correcto… —musitó él, algo inseguro.—¡Vamos, Henry! ¿Qué has hecho ahora? —preguntó ella.—Bueno, veras… lo que ocurre es…—¡Vamos, cuéntamelo! —exclamó ella impaciente—. Aunque si has seducido a la hija del presidente, no hay nada
Sin embargo, a medida que pasaba la tarde, le resultó más difícil mantener el nivel de su enojo. Se sentía triste, deprimida, tanto que, si no hubiera necesitado aquel trabajo para mantener a su hijo, hubiera tirado la toalla allí mismo.—¿Te apetece venir a cenar conmigo? —le preguntó Henry, cuando la jornada llegaba a su fin.—Gracias —dijo Amira—. Pero estoy completamente agotada. Sólo quiero irme a casa, tomarme algo caliente, darme un baño y meterme en la cama.—Yo tampoco me encuentro con ganas —asintió él, mientras se metían en el ascensor—. Ha sido un día muy largo. Por cierto, me ha parecido que ese tipo, Lewishew Warner, defendía muy bien su caso.—Fue sólo obra de las relaciones públicas —le dijo Amira mientras salían a la calle—. Es muy fácil dejarse influir por la publicidad, así que convéncete de que eso es todo lo que viste.—No te preocupes, te entiendo perfectamente —respondió Henry, con una sonrisa, mientras la tomaba por la cintura y le daba un beso en la mejilla—.
El roce de sus manos y de sus labios le había seducido completamente mientras él la acariciaba y le besaba los senos, pero al tocarle los pezones, ella sintió una molestia que le hizo recobrar la consciencia y volver al mundo real.—Cariño, ¿qué te pasa? —musitó él, mirándola con preocupación—. No quería hacerte daño, cielo… —añadió él, mirándole los pechos, que parecían ser más turgentes de lo que él recordaba.—¡Déjame en paz! —exclamó ella, sin escucharle, mientras le empujaba para poder sentarse e intentaba volver a ponerse la ropa. Pero no parecía ni ser capaz de eso, por lo que tuvo que dejar que Lewis le ajustara el sujetador.—Lo siento. No debería haberme dejado llevar de esa manera —se disculpó él—. De hecho, yo debería de haberme imaginado lo que iba a pasar. Cada vez que quiero tener una conversación larga y seria contigo, siempre parece que acabamos haciendo el amor.—¡Habla por ti mismo! —le espetó ella, mientras intentaba recogerse el pelo.—Sí, claro. Hablaba por mí mi