Hola mis bellas, aquí les dejo el primer capítulo del día, nos vemos más tarde. Un abrazo.
Nos bajamos y Dania toca la puerta, abre una mujer mayor. —¿En qué puedo ayudarles jovencitas? —nos pregunta mirándonos de pies a cabeza. —Somos agentes del FBI —le explica Dania y le mostramos nuestras placas—. Me notificaron que usted ha hecho varias denuncias acerca de un posible sospechoso. —Sí —responde la mujer—. Hay un tipo que viene al parque todos los días, justo a la hora que salen y entran los pequeños de la escuela —señala la escuela a unas cuadras—. Se queda aquí en el parque y yo creo que toma fotografías con su teléfono. —¿A qué hora salen de la escuela? —le pregunto. —Falta media hora —responde mirando su reloj. Dania sigue haciéndole algunas preguntas y yo cruzo la calle para ir al parque. —¿Qué haces? —cuestiona Dania alcanzándome. —¿Te dio más información? —le pregunto. —No, lo que ya le había dicho a la policía, aunque ellos creen que por ser mayor, está exagerando, todos los días llama y siempre hay patrullas cerca que no encuentran nada —me informa
Al llegar a mi apartamento, mi padre e Irina ya tienen todo listo para el viaje. —Milly, ¿qué te pasó en las manos? —me interroga Irina preocupada. —Nada de cuidado, estoy bien. —¿De verdad hija? —insiste mi padre. —Sí, de verdad, solo son unos rasguños, un cristal se rompió en el trabajo y mis manos estaban en el lugar equivocado —les explico y saludan a Nathan. —Ahora regreso —me disculpo para ir a mi habitación y guardar mi arma en la caja de seguridad. Al volver, ya está la mesa lista, cenamos y al cabo de unas horas, se llega la hora de la despedida. El avión de Enzo ya los está esperando en el aeropuerto, al parecer también viajarán los padres de Arya y no quieren hacerlos esperar. —Nos vemos pronto mi pequeña —dice mi padre abrazándome. —Te quiero, papá —le doy un enorme beso en la mejilla que lo hace reír. —Adiós, pequeña —me abraza Irina—. Cuídate, te quiero mucho. —Yo también, Irina —le doy un beso en la mejilla—. Gracias por todo. Se despiden de Nathan y l
Empezamos a recoger la mesa y tenerlo con el torso desnudo frente a mí, me provoca demasiado calor. Regresa de la cocina y lo empujo con cuidado para que vuelva a sentarse, al notar mis intenciones sonríe de medio lado. Me pongo de rodillas y me facilita la tarea de bajarle el pantalón y el bóxer. —Milly —murmura y antes de que pueda hacer algo, tomo su miembrø entre mis manos y paso mi lengua por toda su longitud, saboreando y chupando la punta. Noto que su respiración se acelera y lo introduzco en mi boca, lo atormento con la ayuda de mis manos sin dejar de presionar con los labios. Pasan unos minutos y me pone de pie, me baja el pantalón de la pijama junto con la ropa interior y me toma de la cintura para que pueda montarlo. Me deslizo despacio en su miembrø y jadeo al sentirlo por completo. Sus manos me ayudan para bajar y subir, estoy completamente perdida en el placer que me provoca, la fricción es demasiado intensa, toma uno de mis pezones entre sus labios y juntos estallamos
Nathan… No tuve manera de avisar a mi equipo que Lovouis, el dueño de una de las cadenas de ropa más famosa en Estados Unidos, se retrasó. Él y Corntelo, un inversionista que lava dinero de las drogas para los carteles de México, son los mayores “benefactores” de esta red, digamos que le pagan a sus seguidores para que ellos se encarguen del trabajo sucio, que consiste en tomar fotos y videos de niñøs, parece que no se conforman con todo lo que encuentran en internet. Aunque hacen varias reuniones al año, ellos solo asisten a dos, no quieren exponerse, pero lo hacen con el fin de motivar a todos los miembrøs, como si fuera algo muy normal. Una de las reuniones es a la que asistí hace unas semanas, y ahora esta, que es muy especial porque no faltará nadie, y por supuesto, es nuestra única oportunidad de detenerlos a todos. Soy consciente de que existen miles de redes más en el mundo, pero si logramos nuestro propósito, será un gran golpe a todos estos enfermos, y así, seguiremos con
Bajo las escaleras y hay una chica con el uniforme del servicio limpiando los muebles. —¿Se le ofrece algo joven? —me pregunta. —¿Por qué limpian a esta hora? —la interrogo ya que todavía falta para que amanezca. —A la señorita Justine no le gusta que haya polvo por la mañana —me explica. —Podría regalarme un café, por favor —le pido. —Claro, sígame. Lo hago y entramos a una cocina muy espaciosa, no sé si tenía la cafetera encendida o qué hizo, pero no tarda en poner una taza con café frente a mí. —¿Usted vive aquí? —le pregunto y niega. —Por la mañana me voy a mi casa. —Debe estar muy alejada ¿verdad? —digo dando un sorbo al café. —No, por la parte de atrás de la casa, hay una calle pequeña que lleva a la avenida principal, ahí tomo el autobús y no tardo en llegar a mi casa. Me quedo unas horas en la cocina y los rayos del sol empiezan a entrar por la ventana. Si mi equipo no tiene mi ubicación, me será muy complicado salir de aquí sin dejar rastro, así que la infor
Nos quitamos la ropa y entramos a la ducha, abro la llave dejando correr el agua y la beso ansioso recorriendo cada rincón de su boca, sus labios son tan dulces que nunca tengo suficiente de ellos. La pego a la pared y lleno de besos su cuello bajando hasta llegar a sus pezones, saboreándolos hasta endurecerlos. —Nathan —murmura con su voz excitada—. Te necesito, ahora. No tiene que decirlo dos veces, ya que de inmediato la alzo para que pase sus piernas por mi cintura y entro en ella de un solo movimiento. Jadea y eso es música para mis oídos, empiezo a moverme despacio para intentar controlarme o estoy seguro que me voy a correr en unos segundos. Se aferra a mis hombros enterrando un poco las uñas, incremento mis movimientos ya que noto como su interior se contrae. Muerdo ligeramente su labio y arquea la espalda gimiendo cuando llega su orgasmo, en ese momento me dejo ir sintiendo como mi cuerpo entero vibra con la llegada del clímax. Mi corazón se quiere salir del pecho, está c
Paso mis manos por el abdomen de Milly y siento un pequeño borde de una de sus cicatrices, de inmediato vienen a mi mente los recuerdos de su enfrentamiento con Massimo. Me quedé sorprendido cuando la vi en la sala de interrogatorios frente a un hombre en silla de ruedas, estaba pálida, parecía en shock, hasta el momento en que él intentó tocarla, fue cuando reaccionó y lo abofeteó con una rabia que jamás le había visto. Tuve que intervenir y sacarla de ahí casi cargándola, estábamos trabajando y eso podría perjudicarla, por suerte los guardias no prestaron atención. Mientras la llevaba al coche, parecía que estaba luchando por estar consciente, pero no lo lograba, no reaccionaba por más que le hablaba, estaba tan mal que se quedó dormida en el trayecto de regreso al hotel. La bajé en los brazos, la llevé a su habitación y la dejé con cuidado sobre la cama, le quité los zapatos y la cubrí con una manta. No podía irme a mi habitación y dejarla en ese estado. Estaba confundido y furios
Regresamos a Miami y todo se siente mucho mejor, la tensión de una misión difícil ha pasado, y aunque sabemos que vendrán otras, podemos respirar con tranquilidad al saber que esos tipos están fuera de las calles. Nos reunimos en la oficina y les doy la noticia de que tendremos algunos días libres, pero, por supuesto tenemos que dejar todo en perfecto orden antes de irnos. Así que por primera vez en mucho tiempo, todos están en sus puestos de trabajo bastante ocupados, ansiosos por tomarse sus merecidos días de descanso. Mi teléfono suena y me llama la atención ver el número de Mitch. —Hola, Mitch, ¿cómo estás? —la saludo. —Bien —su respuesta tan seria me preocupa. —¿Mitch? ¿Está bien Ian? —indago—. ¿Mis padres? —Sí, todos estamos bien —responde—. Me dijo mi padre que habló contigo hace unos días. —Sí, me comentó que tenías que darme una noticia, pero que esperara a que lo hicieras tú. —Estoy aquí —dice. —¿En Miami? —replico. —Sí —confirma. Me pongo de pie de inmediato