Me sentí éxtasis, recorrer su cuerpo de nuevo y sentir su piel fue una sensación inexplicable, pero justo cuando me decidí a desabotonar su camisa, para sentir su piel cerca de la mía, se apartó de mí rápidamente como si volviera en sí, y se arrepintiera. —! Qué estoy haciendo! — Exclamó dando la vuelta, tomando su saco y poniéndoselo rápidamente, antes que atravesara la puerta le grité: — Ojalá fuera una de esas malditas prostitutas que te encantan — Y empecé a llorar, había sido una idiota por haberme dejado llevar, por no recordar que él se vaciaba en otros cuerpos y que despreciaba el mío. — !Maldita sea esto! — repetí una y otra vez entre llanto, tomé mi toalla, ya la piel se había secado por estar desnuda expuesta al aire, al calor, y como si no fuese un ser humano que siente y padece me levanté a buscar la ropa que debía usar, y me vestí en silencio, solo dejando que cada lágrima bajara por mi rostro, me obligué a calmarme, a no seguir llorando, limpié mi cara, me maquillé,
Tras que Eduardo me escuchó se levantó rápido, me tomó del brazo y sin querer me giré de golpe, encontrándome con su mirada de nuevo cerca de mí. — No, no hagas tonterías — suplicó en voz baja, sin mostrar su ira y sin lastimarme — Necesito a Lucrecia — Señalé de nuevo sintiéndome nerviosa por estar tan pegada a él, podía sentir su respiración en mi cara— Solo no pude traerla, he estado muy ocupado, vendrá después, lo prometo — Afirmó en un tono de voz lleno de ternura, que me hizo creer que no mentía, fue conmovedor. — Ella es todo para mí, lo único bueno que tengo — Señalé titubeando por nervios, pero con tranquilidad, pues era como si estuviéramos conversando en confianza con normalidad, como si no fuera una patética farsa nuestra relación — Vendrá Lucrecia, lo prometo que vendrá, pero ahora no puedo — Contestó mirándome con bondad, como si en ese momento volviera a ser quien era, yo no pude evitar las lágrimas, una emoción contradictoria se apoderó, pues la misma persona que
— En verdad quieres… — titubeé antes de tomar la última decisión— Sí, quiero eso, quiero que te vayas — me interrumpió en total desesperación, mientras pasaba por mi lado — vete, llévate toda la ropa que necesites, aquí incluso hay un bolso que puedes ocupar para llevarla — dijo abriendo el armario y sacando toda la ropa como un completo loco, verlo me alteró de la misma forma, pero tenía que luchar contra todo — Está bien - Dije obligándome a calmar mi llanto, me acerqué al armario, cogí el bolso y metí la ropa sin mirar, abrí la maleta que había llevado cuando llegué de España y saqué mis zapatos y mis botas, y las metí en el bolso, todo lo hice automáticamente, sin sentir más que dolor o resignación. Tras que cerré el síper, sentí que lo perdía nuevamente, me levanté del piso, pues ahí estaba acomodando todo, lo vi observando el techo mientras suspiraba, fue una imagen terrible, otra despedida silenciosa y fúnebre, me apreté la nariz y tapé mi boca para que ya no salieran más lá
Eran posiblemente las tres de la tarde cuando di mis primeros pasos y me situé en la acera, no tenía ni la menor idea de dónde estaba, solo me acompañaban los latidos de mi corazón y mi respiración que era lo único que me recordaba que todavía seguía viviendo. — ¿Sabe cómo puedo llegar a la estación de tren? — Pregunté al hombre que continuaba observándome atónito, sin embargo, este a través de señas me hizo comprender que no hablaba mi idioma !Maldición, estoy perdida aquí nadie habla mi idioma ni yo conozco ese! — Me dije, mientras el viento me golpeaba la cara llevando mi cabello de un lugar a otro. El bolso pesaba demasiado, y mi mente estaba llena de ideas locas. Solo esperaba que Eduardo se arrepintiera de todo, que abriera esa puerta y mencionara mi nombre de nuevo. Me quedé detenida ahí, viendo a enorme calle, sin saber qué hacer. !Adónde voy! !Adónde voy! Repetía una y otra vez hasta que decidí caminar, Eduardo no correría tras de mí, y ya no quise mirar hacia atrás solo
El silencio de Luis me pareció abrumador, necesitaba escuchar una respuesta en referencia a Lucrecia pero prefirió evadirme. — No sé nada, Mary — Comentó Luis sin darme la cara yo lo miré extenuada, como no iba a saberlo. — Me preocupa no saber con exactitud donde se encuentra ahora — Dudé mientras me colocaba más cerca de la mesa para reposar mi barbilla en mis manos, estaba demasiado abrumada— Pues mira, no sé realmente dónde esté, pero puedes buscarla después — Señaló Luis, un poco fastidiado por mi insistencia, lo dijo como si fuera algo realmente normal, para él lo era, pues no sabía de qué era capaz Eduardo y de todo lo que estaba sucediendo en mi vida — Tienes razón— Señalé para no entrar en contienda; sin embargo, mi corazón me palpitaba mucho, como si estuviera advirtiéndome de algo — Y cuéntame, cuándo te casaste, qué tal es el famoso Páter — Preguntó curioso mientras fingía una sonrisa, algo que me pareció extraño, su actitud era muy distinta, como si me estuviera ocul
Algo en mí me hizo pensar que en verdad Eduardo estaba tras esto. Busqué a Ana, era la única de las vecinas que se comunicaba con nosotras, caminé hasta su casa dando cada paso con terrible dificultad, habían sido días demasiados cansados y el cuerpo ya empezaba a manifestar los estragos de eso. — Hola, Ana – dije intentando parecer amable, mientras ella se echaba a mis brazos, pero no quería ni el abrazo ni el saludo, solo ver a Lucrecia y por más que observé no la encontré ahí por ningún lado — Disculpa, debo irme rápido, vine a saludarte y a saber si Lucrecia se encuentra aquí — Dije para no perder más tiempo— Pensé que estaba contigo — Mencionó Ana, ella estaba al fondo de la sala y su voz fue como un grito que llegó hasta mis oídos, en forma de queja — ¿Cómo así? – Interrogué dudando, pues en verdad no comprendía y no quería sacar conclusiones por mi desesperación — Entra, Mary — Pidió Ana mirándome asustada — Anda explícame — Supliqué todavía desde la puerta — Es que Luc
Cuando salí del inmenso aeropuerto y me encontré con Luis en la camioneta, una sensación de miedo volvió a mí— Luis, se ha ido a California desde hace dos días — Conté de golpe tras abrir la puerta del vehículo y tirarme al asiendo como la mayor de las derrotadas. Estaba demasiado exhausta con todo. — No es posible, Mary, nadie la vio salir de aquí — Dijo Luis, completamente absorto mientras volteaba a verme — Artimañas de esos viles millonarios – Dije con la voz contrita, pronunciarlo me caló el alma, porque ese vil millonario era Eduardo, a quien tendría que enfrentar de nuevo — Llévame a casa — Supliqué, pero eso le resultó extraño, pues él sabía que ya nada podía encontrar ahí, así que me miró confundido — ¿A casa? Pero si no hay forma de entrar a ella — alegó intentando comprender — dejé mi maleta escondida en un pequeño arbusto — le aclaré en voz baja —¿Y qué piensas hacer? Si no tienes dónde dormir, vete a mi casa — comentó con amabilidad — No, Luis, no — repetí agar
— Buenos días, señorita, soy Mary, la joven que vino hace unos días – Le aclaré a la secretaria que ya me había atendido la otra vez, tras que entré a la empresa de nuevo, el mismo sitio en donde había empezado todo el desastre — Oh, querida Mary, qué bueno verte por aquí de nuevo – Me saludó con su español forzado— Sí, busco a Eduardo – Dije antes de seguir perdiendo más tiempo — Adelante, pasa, no está ocupado — Contestó, sus palabras me dieron aliento y a la vez miedo, llevé conmigo el bolso pues no sabía lo que podía suceder en esa oficina, la idea de ver a Eduardo nuevamente me lastimaba Subí las escaleras, temblando, con un inmenso temor que me calcinaba los huesos y hacía que mis piernas flaquearan, el olor a cigarrillo y a ron se sentía desde afuera. Toqué la puerta tres veces y a eso solo pude escuchar: — Qué quieres, no me interrumpas, has lo que sea y después me lo comunicas, pero ahora no me molestes, encárgate de todo — Dijo, pensando que era su secretaria quien