4 | Desconfianza

Ellie

Intenté ocultar mi nerviosismo jugando con mis manos, revisé la hora en mi teléfono y luego volví a guardarlo en mi cartera.

—¿Señora Coppola? —la psiquiatra salió del consultario a verificar que había asistido a la cita.

—Sí, buenos días —me puse de pie con una sonrisa en el rostro.

—Siga por favor —me indicó, asentí siguiéndola hasta su consultorio.

No voy a negar que me estoy muriendo del nerviosismo por dentro. He ido al psicólogo durante meses y no puedo negar que eso me ha ayudado a interpretar mis emociones de una nueva manera y a lidear con ellas sin hacerme daño a mí misma, pero, hay cosas que siguen siendo lo mismo y que no debería ser así puesto que he estado en terapia. Es así que mi psicóloga decidió que necesitaba recurrir a una psiquiatra que pudiera brindarme lo que ella no, y ahora estoy en mi primera cita sin haberle dicho a Vicenzo nada de esto.

—La psicóloga Evans me envió tu historia clínica...Parece que tenías problemas de confianza, inseguridades y un ligero trauma vivido en la infancia y en la adolescencia.

—Sí, tuve una vida bastante complicada en mi hogar...—asentí—. He cambiado mucho, de hecho logré perdonarle a mi mamá por todo el daño que me había hecho, pude reencontrarme con mi hermana mayor a la que no había visto hace muchísimos años y pude iniciar la tienda de ropa que siempre quise, por fin he decidido ser feliz por las cosas que a mí me hacen feliz y no por complacer a los otros. Pero sigo sintiendo que me falta algo, de hecho, hace un tiempo comencé a tener pensamientos autodestructivos...Estos pensamientos no han desaparecido, de hecho se siguen intesificando con el tiempo, y esto en serio comienza a preocuparme.

—¿Pensamientos autodestructivos? ¿Cómo cuáles? —me preguntó mientras seguía anotando en su cuadernillo.

—Pensamientos...Diciéndome que no soy suficiente, que quizá le haría un enorme favor al mundo si desaparezco de una vez. La idea de lanzarme del techo o de cortarme las muñecas se repite constantemente en mi mente, durante la mañana, durante la tarde, durante la noche...En todo momento, ya no sé qué debo hacer para detener esos horribles pensamientos de una buena vez.

—¿Desde hace cuánto tiempo te pasa esto? —inquirió.

—Hace poco más de un mes...—le respondí—. ¿Es malo verdad? Es muy malo...

—Bueno Ellie, sí puedo decirte que aunque todos tenemos pensamientos destructivos de vez en cuando, esto deja de ser normal cuando es todo el tiempo.

—¿Y usted podría otorgarme una manera de dejar de hacerlo? En un inicio podía controlarlo, pero últimamente me estoy volviendo loca a causa de ello.

—Debido a que tú ya cuentas con acompañamiento psicológico, el próximo paso sería el tratamiento farmacológico.

Eso sí es algo que no estoy dispuesta a hacer bajo ningún concepto.

¿Tomar pastillas porque mi mente es más fuerte que yo? No voy a hacerlo, mi respuesta es un no definitivo.

—¿No habría otra alternativa que no sea el medicamento? —le cuestioné, cruzando los dedos para que me diera una respuesta positiva.

—El propósito de un psiquiatra es brindar un tratamiento farmacológico. No debes asustarte por la medicación, si no podemos solos con nuestra mente, no está mal buscar una ayuda extra. Los beneficios que puede traerte el medicamento son muchos más que las repercusiones, por eso te pido que consideres la opción. Además no puedo recetarte fármacos sin antes darte un diagnóstico y es algo que veremos en las siguientes sesiones.

—¿Usted cree que lo que tengo es algo grave? Estoy bastante preocupada por mi bienestar mental, es por eso que he venido a esta cita en primer lugar. —Suspiré con pesar.—Estoy muy preocupada por mí misma, ya no sé qué es lo que puedo hacer.

—Déjeme ayudarla Ellie, le prometo que pronto va a sentirse mejor pero para eso, primero necesito de su colaboración.

Asentí.

—Está bien, supongo que puedo hacerlo —le sonreí—. Puedo darme una oportunidad, y espero recibir un diagnóstico lo más pronto que sea posible.

—Recibirás un diagnóstico en el momento idóneo, Ellie.

Volví a sonreírle, y en cuanto se acabó la cita me dirigí hacia la empresa de Vicenzo a continuar con el trabajo que tenía pendiente.

—Mi amor...¿Dónde estabas que llegas tan tarde a trabajar? —Me preguntó acercándose a mí con una sonrisa.

Por un momento pensé en contarle sobre el psiquiatra, pero no sé porqué terminé mintiéndole:

—Fui a ver un par de cosas para Dolce Vitta que tenía pendientes —murmuré.

Frunció el ceño, parece que no pudo creerme del todo.

—Ah, como digas...—fue lo único que me respondió antes de desaparecer.

Yo le miento y él no cree lo que digo, la maldita desconfianza empieza a aparecer en nuestra relación.

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