Aullido lobezno resonaba en el campo abierto cada vez más cercano a la mansión O´Neill, Alejandro acomodaba entre las blancas y prístinas sabanas de seda a Arlina sobre la cama de la hermosa albina, sintiendo la poderosa presencia detrás de él, pudo ver la mano morena de Jacobo Artigas acariciando el hermoso rostro de su amada.
– En ocasiones como esta desearía que fueses un vampiro, de esa manera no podrías entrar en un hogar ajeno – dijo Alejandro volteando a ver al joven hombre lobo que lo miraba con odio.
Negro y océano se miraron fijamente sin decir nada por un momento, Alejandro sabia la razón por la cual el heredero Artigas se había atrevido a invadir la habitación de Arlina, había sentido el dolor del vínculo que tenía con la albina, después de beso que forzó hacia la bella durmiente que se había desmayado debido al dolor que
Aullido lobezno resonaba en el campo abierto cada vez más cercano a la mansión O´Neill, Alejandro acomodaba entre las blancas y prístinas sabanas de seda a Arlina sobre la cama de la hermosa albina, sintiendo la poderosa presencia detrás de él, pudo ver la mano morena de Jacobo Artigas acariciando el hermoso rostro de su amada.– En ocasiones como esta desearía que fueses un vampiro, de esa manera no podrías entrar en un hogar ajeno – dijo Alejandro volteando a ver al joven hombre lobo que lo miraba con odio.Negro y océano se miraron fijamente sin decir nada por un momento, Alejandro sabia la razón por la cual el heredero Artigas se había atrevido a invadir la habitación de Arlina, había sentido el dolor del vínculo que tenía con la albina, después de beso que forzó hacia la bella durmiente que se había desmayado debido al dolor que
El viento de la madrugada soplaba delicioso colándose por los enormes ventanales de su alcoba, elevando las cortinas y dibujando formas difusas con ellas, se había despedido de Jacobo por esa noche, sintiendo a flor de piel aquellas apasionadas caricias que le había regalado, su cuerpo ya no sentía dolor alguno, como si de alguna manera, el haber estado entre los brazos del apuesto moreno la hubiese ayudado a sanar lo que sea que le hubiese pasado, aquello le había proporcionado una sensación reconfortante, un alivio para el agobiante dolor que había sufrido, la cicatriz en su cuello ya no la quemaba, y todo parecía haber vuelto a la normalidad consigo misma.El sonido de la puerta de su alcoba abriéndose, ya le decía de la desagradable visita que se atrevía a invadir sus aposentos a esas horas, pero no le sorprendía en lo más mínimo, después de todo, había esto con
La melodía de un piano resonaba en aquella extensa propiedad de floridos campos de mil colores, el aroma al pasto recién cortado se dejaba sentir inundando sus fosas nasales, blanco cabello casi emulando a la plata, se mecía con gentileza en el viento, habilidosas manos tocaban una triste melodía sin detenerse, un fiel amigo yacía a los pies de aquel hermoso joven de piel tan pálida y prístina como la nieve en las montañas, hermosos ojos de lavanda recién cortada observaban aquel extenso panorama en medio de las montañas, oculto del resto del mundo y donde era forzado a permanecer, deteniendo la melodía del piano, aquel joven de rostro hermoso y mirada llena de resentimiento, bajaba su mano para acariciar a su viejo amigo, la única compañía permanente que tenía a su lado desde que lo perdió todo y lo condenaron a un claustro forzado.– Hey, despierta, es hora
La noche había llegado, y con ella, las memorias, memorias del piel a piel que había tenido con Jacobo Artigas, el calor subía por su cuerpo al recordar aquellos besos apasionados, aquella dureza que en el sintió, quería probarlo, saber lo que se sentiría perder la virginidad con él, pero, por alguna razón que no lograba comprender, aun cuando constantemente se encontraban a solas, el no se atrevía a dar aquel paso, y ella, quizás, era demasiado tímida para intentarlo.Mirando el resplandor plateado de la luna, sintió un repentino mareo, un recuerdo llegaba de repente, la figura furiosa de su padre regañándola con completa ira por estar jugando con Jacobo, palabras como impuro, mala casta y demás, llegaron a ella sin entender ni recordar bien aquello, lo que significaba, ni tampoco porque su padre se había enfadado tanto por verla jugar con el apuesto moreno.
Calores sofocantes que lo asfixiaban en sus profundos sueños, sensaciones a flor de piel que lo consumían, piel tan blanca como la nieve, cremosa, divina, plasmada de la belleza pura de la luna, cabello blanco, casi como el color de la plata, ojos violeta que lo miraban inyectados de pasión desenfrenada, sus manos morenas acariciando con verdadera ansiedad, con deseo, a aquella hermosa albina que lo consumía como un abrazador fuego del que no lograba ni lograría escapar jamás, aquella intimidad, aquel botón rosado que deseaba sentir, una sensación de fuego indescriptible naciendo dentro de él, su nombre en aquellos labios sonrosados y pequeños que lo invitaba…que lo incitaban a tomarla una y otra vez para cubrir su vientre con su semilla, Arlina, solo Arlina, aquella a la que deseaba con desenfrenada pasión y que había marcado para ser por siempre suya estaba desnuda debajo de él, con s
Aquel momento en la plaza del pueblo había sido incomodo, demasiado en realidad, la tarde recién comenzaba y Arlina se sentía molesta, saludar a Jerome Artigas había sido agradable, un reencuentro completamente inesperado y casual con el hombre que la había apreciado tanto cuando aún era una niña, aquel que le había ofrecido refugio y a quien tuvo que rechazar debido a que los O´Neill tomaron a su hermano, los celos de Alejandro eran ridículos, el sabía perfectamente bien que ella jamás podría corresponder a sus sentimientos pues lo odiaba, aun así, el apuesto rubio tenía la mala costumbre de declararla como suya como si de alguna maldita propiedad se tratara, estaba harta de ello, realmente harta.Mirando hacia el techo de su alcoba, sonrió para sí misma, a pesar del desagradable momento, había visto a Jacobo aunque hubiese sido solo por un instante, d
El olor a muerte era todo cuanto se percibía en aquel sitio nauseabundo, cadáveres de animales descompuestos era todo lo que saltaba a la vista en aquel bosque de pinos oscuros, Alejandro cubría su nariz con su fino pañuelo de seda, realmente odiaba estar aquel tan asqueroso sitio, pero necesitaba aliados para lo que estaba por venir.– Entonces, podremos ser parte de los O´Neill, siempre y cuando te ayudamos a acabar al futuro alfa de los Artigas, es una apuesta arriesgada, los Artigas no son compasivos con los que son como yo, prefieren alojar a humanos antes que a su propia especie, y los O´Neill son igual, dime niño bonito ¿Por qué deberíamos arriesgarnos por una manada que promete acogernos pero que seguramente nos desechara como basura luego de que matemos al otro niño bonito? – dijo una mujer de hermosa piel morena y ojos color oro.Deseando vomitar por el nauseabundo aroma, A
Ojos de oro miraban con suma atención al joven lobo que acababa de aparecer a las afueras de la mansión O´Neill, ese era Jacobo Artigas, aquel al que debía acabar para asegurar la supervivencia de su manada de parias, era un lobo hermoso, de fino pelaje grisáceo, sin duda, un hijo de su casta legendaria, aun así, debía acabarlo.– Sera mejor que no lo intentes cachorro, no tengo nada contra ti, pero debo acabarte ahora mismo, tu sabes, en los tiempos del hombre, es difícil sobrevivir para un lobo – dijo la hermosa mujer de piel morena adoptando su forma lobezna para atacar a Jacobo.Jacobo, gruño en respuesta ante aquello, y, defendiéndose, atacaba a aquella loba misteriosa logrando herirla con facilidad en su afán de llegar hasta Arlina, lobos salían de todas direcciones comenzando a atacarlo sin piedad alguna, atacándolos a todos a la vez, la sangre comenzaba a derra