Su sueño estaba siendo muy diferente al de la noche anterior, notaba como el aire comenzaba a hacerse más denso y entraba en sus pulmones con algo de dificultad, obligándola a respirar de forma más corta y más rápida, se sentía sumergida en un letargo que la iba mareando dulcemente, el cosquilleo iba subiendo por sus piernas y sentía el roce de la sábana acariciándole la piel mientras iba perdiéndose en las sensaciones que las caricias que iba recibiendo le arrancaban. Los besos en los muslos se hacían más intensos y ella no deseaba reprimirlos, notaba como se le abrían los poros ante cada contacto, se retorcía bajo las manos los labios y el cuerpo de su amante.- Aysel…Susurraba entre sueños, con la voz aterciopelada, los ojos cerrados y el deseo ardiendo en su vientre, calentado su sangre. Las manos de él iban atrapándola, apresándola en un abrazo del que no deseaba liberarse. Notó el peso del cuerpo masculino sobre el suyo y sus propias piernas abiertas dejando a su amado
Naiara dormía con tranquilidad, la maritu mantenía cerradas las ventanas que le bloqueaban la luz del sol, creando una penumbra que invitaba al sueño. Notó la frescura de la mañana rozándole las mejillas, los hombros, a piel de la espalda que se mantenía expuesta y entonces llegaron a su mente los recuerdos, las caricias compartidas, las palabras de amor, los susurros enfebrecidos, los besos que ardían en la piel. Abrió los ojos y se incorporó, cubriendo su desnudes con algo de pudor y comenzó a mirar a su alrededor. Todo estaba en su sitio, pero estaba sola.Absolutamente sola.Se quedó un momento confuso, sabía que no había tenido un sueño, que él la había amado y ella había dejado su alma al resguardo de Aysel. Hundió el rostro en la almohada, no iba a llorar, no quería llorar, deseaba conservar la sensación de sinceridad que habían vivido, pero las lágrimas le quemaban en los ojos y el pecho comenzaba a contraérsele. Estuvo a punto de emitir un sollozo.- ¿Naiara?...Naia
Sin esperarlo sus pensamientos estaban ya tan sintonizados que comenzaban a ser uno. Siguieron ahí en silencio un poco más, intentando comprender todo aquello.- Vamos – dijo Aysel tomando la mano de Naiara, ella miró el agarre y lo aferró.- Sí – aseguro.Avanzaron hasta la cueva tomados de la mano, de alguna manera la unión los hacía apaciguar la inquietud, sin dejas de sentir la fuerza existente en el lugar. Una vez que cruzaron la entrada, todo pareció calmarse, la escasa luz que entraba no le permitía a Naiara vislumbrar demasiado, sin embargo, Aysel entró resuelto y seguro, como so viera cada pequeña saliente de las paredes y las irregularidades del suelo, luego de entrar un poco más, él le tomó el rostro entre sus manos y ella tuvo la sensación que la miraba directamente a los ojos, aunque Naiara apenas podía verlo.- Intentaré encender una fogata – le dijo con suavidad, como esperando que ella entendiera que la dejara sola algunos metros, Naiara sonr
Se miraron a los ojos, algo se había despertado en el interior de ambos, Naiara continuaba respirando agitada, apresada entre los brazos de Aysel, cuya mente prolongaba las imágenes que iban pareciéndose cada vez más a recuerdos.- Naiara…- murmuro como una súplica, clamando por comprensión a través de ella.Y Naiara le tomó la cabeza entre sus manos, hundió sus dedos en el salvaje cabello plateado, buscando calmarlo y a la vez interpretar lo que estaban experimentando. Entonces bajo la penumbra en la que se encontraba aquel lugar, sus mentes se conectaron, viajaron atrás, muy atrás en sus recuerdos, desgarrando barreras que muchos no son capaces de derribar jamás. Comenzaron a recrearse en ellos momentos que habían vivido juntos desde hacía muchos siglos.Su primer encuentro, o el primero que recordaron, se cristalizó en sus mentes. Ella vestida con ropas antiguas, el cabello largo y muy liso recogido en una coleta baja, sus ojos expresaban frialdad y se clavaban en él con d
Al amanecer, Naiara despertó con algo de ansiedad, sentía el corazón latiendo más rápido de lo normal, pero no quiso detenerse en ello, quizás se debía únicamente a la falta de alimento, el estómago le estaba recordando aquello con sonidos que ella agradeció que fueran débiles.Aysel seguía dormido y la mantenía cerca con un brazo sobre su cintura. La manta los cubría recostados sobre el lecho de pieles, el fuego que se mantuvo encendido gran parte de la noche, se había convertido solo en cenizas tibias.Naiara se quedó observando el rostro descansado del mestizo, cuyas pestañas oscuras y alargadas reposaban acariciando las mejillas, los labios levemente abiertos y la respiración regular.- Eres hermoso… - susurró de forma casi imperceptible.Elevó una de sus manos acariciando con mucho cuidado el rostro de Aysel, intentando imprimir en el dorso de sus dedos su forma. Naiara sintió la necesitas de murmurar una canción que solía cantar cuando se encontraba sola en algún rincón
Aysel no podía moverse, la flecha además de herirlo y causarle un gran dolor que lo hacía sudar frío, lo había paralizado. Naiara había caído de rodillas frente a él, la sintió poner las manos en su rostro y sus ojos anegados por las lágrimas, luego cayó recostado sobre la hierba. No podía parpadear ni cerrar los ojos, no podía mover ni un solo músculo, solo podía respirar, ver y oír. Y vio como apresaban a Naiara.- Te tengo sacerdotisa – la voz de un hombre junto a Naiara – ahora, contigo tendré la esenciaAysel respiraba con más agitación. Esa maldita esencia.- No sé de qué esencia me hablas – dijo ella entonces, defendiéndose y vio como el hombre ponía su pie sobre la punta de la flecha que salía del pecho de Aysel y la removía dentro de la herida.Naiara sintió que le faltaba el aire, mientras que el único movimiento que se produjo en Aysel, a pesar del dolor fue la dilatación de sus pupilas. Quería gritar destrozar a ese maldito hombre, pero no le fue posible.
Aysel avanzaba por en medio del bosque a gran velocidad, llevaba toda la noche viajando, había descansado solo un momento a beber algo de agua. No había indicios de Naiara y sus captores, se sentí desorientado y el pecho le ardía por la herida, que había comenzado a sangrar hacía un par de horas. Tuvo que volver a detenerse.- Maldita sea – se quejó una vez que se apoyó en el tronco de un árbol – no puedo ser tan débil… - mascullaba.Cerró los ojos un momento, mientras jadeaba por el esfuerzo, para calmarse, se llevó la mano a la herida y notó como se le mojaban los dedos en el líquido rojizo que emanaba de ella. Los vendajes que le pusiera Hazel antes de salir estaban inservibles, pero quitárselos ahora sería peor. Se quedó inmóvil un momento y pudo escuchar el hermoso rumor del bosque por la noche. Aquello habría sido algo que disfrutaría si las circunstancia no fueran las que eran. Se quedó quieto en silencio y una especie de sopor comenzó a invadirlo. Sabía que no podía p
Ninguno de los malditos que nos traicionaron desató a Naiara y la tomó por el brazo, comenzó a arrastrarla con tanta fuerza que ella no lograba mantenerse en pie, sentía el dolor en las rodillas al golpear contra el suelo, el tirón en el brazo al ser elevada como una carga. El alimento que le había proporcionado el árbol en un intento de la naturaleza por ayudarla, no era suficiente para darle fuerzas, apenas era un sustento para mantenerla consciente.- ¡Vamos levanten el campamento! – gritó Ninguno de los malditos que nos traicionaronY todos los hombres comenzaron a recoger sus escasas pertenencias, amarrando mantas, metiendo dentro de sacos algunos utensilios para cocinar. Alguno apagaba medianamente una hoguera. Todos se movieron con absoluta rapidez.- La sacerdotisa oscura, la sacerdotisa – ordenó y la hechicera fue hasta Hailia, que permanecía sentada sin moverse, a pesar del revuelo que había en el campamento.La tomó del brazo y caminó con ella. La sacerdot