Se miraron a los ojos, algo se había despertado en el interior de ambos, Naiara continuaba respirando agitada, apresada entre los brazos de Aysel, cuya mente prolongaba las imágenes que iban pareciéndose cada vez más a recuerdos.- Naiara…- murmuro como una súplica, clamando por comprensión a través de ella.Y Naiara le tomó la cabeza entre sus manos, hundió sus dedos en el salvaje cabello plateado, buscando calmarlo y a la vez interpretar lo que estaban experimentando. Entonces bajo la penumbra en la que se encontraba aquel lugar, sus mentes se conectaron, viajaron atrás, muy atrás en sus recuerdos, desgarrando barreras que muchos no son capaces de derribar jamás. Comenzaron a recrearse en ellos momentos que habían vivido juntos desde hacía muchos siglos.Su primer encuentro, o el primero que recordaron, se cristalizó en sus mentes. Ella vestida con ropas antiguas, el cabello largo y muy liso recogido en una coleta baja, sus ojos expresaban frialdad y se clavaban en él con d
Al amanecer, Naiara despertó con algo de ansiedad, sentía el corazón latiendo más rápido de lo normal, pero no quiso detenerse en ello, quizás se debía únicamente a la falta de alimento, el estómago le estaba recordando aquello con sonidos que ella agradeció que fueran débiles.Aysel seguía dormido y la mantenía cerca con un brazo sobre su cintura. La manta los cubría recostados sobre el lecho de pieles, el fuego que se mantuvo encendido gran parte de la noche, se había convertido solo en cenizas tibias.Naiara se quedó observando el rostro descansado del mestizo, cuyas pestañas oscuras y alargadas reposaban acariciando las mejillas, los labios levemente abiertos y la respiración regular.- Eres hermoso… - susurró de forma casi imperceptible.Elevó una de sus manos acariciando con mucho cuidado el rostro de Aysel, intentando imprimir en el dorso de sus dedos su forma. Naiara sintió la necesitas de murmurar una canción que solía cantar cuando se encontraba sola en algún rincón
Aysel no podía moverse, la flecha además de herirlo y causarle un gran dolor que lo hacía sudar frío, lo había paralizado. Naiara había caído de rodillas frente a él, la sintió poner las manos en su rostro y sus ojos anegados por las lágrimas, luego cayó recostado sobre la hierba. No podía parpadear ni cerrar los ojos, no podía mover ni un solo músculo, solo podía respirar, ver y oír. Y vio como apresaban a Naiara.- Te tengo sacerdotisa – la voz de un hombre junto a Naiara – ahora, contigo tendré la esenciaAysel respiraba con más agitación. Esa maldita esencia.- No sé de qué esencia me hablas – dijo ella entonces, defendiéndose y vio como el hombre ponía su pie sobre la punta de la flecha que salía del pecho de Aysel y la removía dentro de la herida.Naiara sintió que le faltaba el aire, mientras que el único movimiento que se produjo en Aysel, a pesar del dolor fue la dilatación de sus pupilas. Quería gritar destrozar a ese maldito hombre, pero no le fue posible.
Aysel avanzaba por en medio del bosque a gran velocidad, llevaba toda la noche viajando, había descansado solo un momento a beber algo de agua. No había indicios de Naiara y sus captores, se sentí desorientado y el pecho le ardía por la herida, que había comenzado a sangrar hacía un par de horas. Tuvo que volver a detenerse.- Maldita sea – se quejó una vez que se apoyó en el tronco de un árbol – no puedo ser tan débil… - mascullaba.Cerró los ojos un momento, mientras jadeaba por el esfuerzo, para calmarse, se llevó la mano a la herida y notó como se le mojaban los dedos en el líquido rojizo que emanaba de ella. Los vendajes que le pusiera Hazel antes de salir estaban inservibles, pero quitárselos ahora sería peor. Se quedó inmóvil un momento y pudo escuchar el hermoso rumor del bosque por la noche. Aquello habría sido algo que disfrutaría si las circunstancia no fueran las que eran. Se quedó quieto en silencio y una especie de sopor comenzó a invadirlo. Sabía que no podía p
Ninguno de los malditos que nos traicionaron desató a Naiara y la tomó por el brazo, comenzó a arrastrarla con tanta fuerza que ella no lograba mantenerse en pie, sentía el dolor en las rodillas al golpear contra el suelo, el tirón en el brazo al ser elevada como una carga. El alimento que le había proporcionado el árbol en un intento de la naturaleza por ayudarla, no era suficiente para darle fuerzas, apenas era un sustento para mantenerla consciente.- ¡Vamos levanten el campamento! – gritó Ninguno de los malditos que nos traicionaronY todos los hombres comenzaron a recoger sus escasas pertenencias, amarrando mantas, metiendo dentro de sacos algunos utensilios para cocinar. Alguno apagaba medianamente una hoguera. Todos se movieron con absoluta rapidez.- La sacerdotisa oscura, la sacerdotisa – ordenó y la hechicera fue hasta Hailia, que permanecía sentada sin moverse, a pesar del revuelo que había en el campamento.La tomó del brazo y caminó con ella. La sacerdot
Aysel observó el macabro espectáculo desde la rama de uno de los árboles que rodeaban el pozo, la mujer aquella, había explotado dentro de aquella luz y luego las partículas de su propia carne se habían quedado suspendidas y se habían desintegrado finalmente.¿Qué era todo esto?, se preguntó.Pudo ver a Naiara caer arrodillada ante la visión tan horrible de aquello y el corazón se le paralizó por un instante al ver su sufrimiento. Cuando la había visto aparecer entre los árboles junto a los híbridos y a aquellas mujeres, pudo sentir por un instante el alivio, pero este se esfumó de inmediato, al observar el precario estado en el que venía. Apenas podía sostenerse en pie, la piel de sus piernas, sus brazos, estaba enrojecida por las caídas y la forma en que seguramente la arrastraban. Traía las manos atadas y la cuerda había dejado surcos en sus muñecas que debían dolerle muchísimo.Ahora que veía que no les bastaba con el sufrimiento físico al que la habían expuesto, sino que además l
Aysel vio como Naiara se desvanecía dentro de la luz que emanaba la esencia y no le importó la daga que tenía contra el cuello, en un movimiento demasiado rápido para su captor, se arrojó en dirección al bosque.- ¡Naiara! – gritó su nombre con todas las fuerzas que le fueron posibles.La vio reaparecer y ahora parecía conservar algo en su pecho, por la luz que emanaba, pudo adivinar que se trataba de la esencia. Cruzó la barrera sólo con su fuerza de voluntad, el dolor se hacía insoportable, la presión sobre su débil cuerpo de mestizo, estaba comprimiendo sus músculos, sabía que no duraría mucho más que la mujer que había muerto en aquella luz, sólo unos minutos antes, pero al sentir la mano de Naiara apresando la suya, supo que nada importaba más que ella.“Jamás debes intentar salvar a un alma condenada…”Había dicho el maestro en aquella oportunidad, lo sabía muy bien, pero no le importó.Deseo con todas sus fuerzas que Naiara sobreviviera.Naiara lo vio venir hacia ella
-Senkai… - pronunció el nombre del pequeño, con tanta emoción en la voz, que pensaba que se le iba a desgarrar el corazón.Era su hijo, el mismo que había soñado en este mismo lugar, hacía unos cuantos años.- Papá, papá… - dijo el pequeño, con su vocecita impregnada de orgullo – Mamá me mostró la cicatriz del árbol sagrado, la cicatriz de la leyenda.- ¿A sí? – le preguntó, mirando a Naiara con cierta diversión, como si ella lo estuviera metiendo en un compromiso a propósito.- Papá, papá… - insistió el niño – tienes que contarme la leyenda del mestizo que fue sellado y la sacerdotisa que lo liberó.Aysel torció el gesto, sin poder ocultar su diversión, los ojos violáceos le brillaron cuando Naiara sonrió. Luego miró a Senkai.- Te la he contado un montón de veces – le aclaró, mientras lo bajaba de sus brazos.- Por favor – lo miró el pequeño, con ojos suplicantes.- Sólo si me prometes que esta noche te irás pronto a la cama – le