A la mañana temprano, Muriel dejó listo el desayuno para su hijo y su hermana, se puso su nuevo traje, uno color coral que le había fascinado, con una suave camisa de seda artificial color crema.
Se sujetó el cabello en un semi recogido y salió a tomar el autobús.El viaje largo la hizo pensar que, si su trabajo prosperaba, tendría que comprar un auto, así el trayecto sería más breve y podía desayunar con su hijo antes de que se fuera a la escuela, que quedaba a dos calles de su pequeña casa.Llegó a Esquivel Tech a horario, saludó a la antipática recepcionista y fue a su oficina, que era sencilla pero perfecta.Dejó la puerta abierta, atenta a la oficina de su jefe, por si acaso.Abrió la laptop y descubrió varios correos con las tareas con las que debería empezar ese día, y se puso manos a la obra.Media hora más tarde, escuchó unas voces en la oficina de Santiago Esquivel."Qué extraño, pensé que no llegaría temprano", se dijo.Luego, un grito de mujer la sobresaltó.Por instinto, dio un salto y se apresuró a abrir la puerta.En su mente, construyó la hipótesis de que tal vez alguien de limpieza hacía el aseo a esa hora y había tenido un accidente.Por eso, no estaba lista para presenciar la casi grotesca imagen que se desplegó ante sus ojos.Su jefe se reclinaba sobre la espalda de una jovencita que, apoyada en el escritorio mientras él la sujetaba con fuerza de las caderas, embistiéndola, era quien gritaba como una gata en celo.El hombre la miró con sorpresa, aunque sin dejar de hacer lo que estaba claramente disfrutando, y Muriel salió en silencio, tratando de borrar de su mente los detalles de ese cuadro singular.Se sentó de regreso en su oficina, tragó con fuerza y siguió trabajando.Algunos minutos más tarde, la joven salió despeinada y con visible fastidio de la oficina.Ella no fue la única que la vio salir, ya que la castaña se cruzó también con Eduardo Esquivel.Un rato después, el hombre mayor golpeó la puerta de la oficina de su hijo, no sin antes saludar con una sonrisa a Muriel.-Buenos días, señorita Márquez.Ella respondió sonriendo a su vez:-Buenos días, señor Esquivel.En ese momento un renovado Santiago, recién duchado y con un impecable traje gris, abrió la puerta con fastidio.Su padre habló con reproche:-Bueno, hijo, esto de traerte mujeres aquí, es nuevo… más vale que no se repita.El joven hizo una mueca cínica.-Por lo menos esta vez llegué temprano…-Por lo menos…Se midieron con la mirada hasta que Eduardo habló.-Te espero en una hora en la sala de juntas. Tenemos una reunión con los australianos. Necesitamos dar una buena impresión, así que asegúrate de desayunar bien y tomar algo para tu resaca.-Por supuesto, mi general…-Detesto cuando te haces el irónico…Su padre se fue, dejándolo de pie en la puerta, con Muriel escuchando todo en contra de su voluntad.Su jefe la miró. Inexpresivo.-Señorita Márquez, consígame un desayuno y un analgésico.Ella se puso de pie mientras preguntaba:-¿Algo en particular?-Lo que sea, pero rápido.Y se metió de nuevo en su oficina."Rápido no conseguiré nada bueno en los alrededores", pensó la mujer.En recursos humanos le informaron que la empresa tenía una cocina bien equipada, así que decidió que "rápido y casero" era buena idea y se puso a cocinar algo completo, como había hecho antes de salir, para su familia.Llevó todo en una bandeja, incluso el analgésico y se lo entregó en silencio y evitando mirarlo directamente.Temía las imágenes de su mente traidora, donde el cuerpo desnudo y perfectamente marcado, tostado y firme de Santiago, se movía brillando por el sudor, con el negro cabello desordenado y los ojos verdes oscurecidos por la lujuria.Temía el impulso primitivo, reprimido por años de ausencia, que se removía en su interior al estar cerca de ese hombre, inalcanzable, demasiado joven, demasiado mujeriego, demasiado perdido en sus vanidades como para ver más allá de su nariz.Sin duda, un mal presagio hecho persona.Santiago la miró apenas, y la despidió con un gesto displicente de su cabeza.La resaca le impedía pensar, el agobio de la noche de juerga, el recuerdo de la extraña necesidad que esa madrugada lo había motivado a llevar, como nunca lo había hecho, una mujer desconocida a su oficina.Esperaba no haber cometido un error que luego lamentara.Había un motivo para no llevar sus conquistas a su casa o su trabajo, y era que, en el pasado, más de una jovencita lo había acosado, con ilusiones de ser algo más que el amor pasajero de una noche de pasión.Mientras Muriel salía de la oficina en silencio, para regresar a su trabajo y concentrarse en lo que correspondía, él la observó, preguntándose si, tal vez, la singular madre divorciada lo inquietaba más de lo que quisiera admitir.Con el traje nuevo, realmente mejoraba mucho su aspecto.Sacudió la cabeza, desechando sus pensamientos, y se concentró en desayunar.Todo frente a él se veía y olía delicioso, pero poco familiar, no lo reconocía como algo comprado en las cercanías.Pero si se veía y olía bien, el sabor resultó insuperable, a menos que se comparara con algunos de los platillos de Edith.Cuando superara la molesta vergüenza que sentía por haber sido sorprendido en su oficina con una mujer, le preguntaría dónde había comprado aquel banquete matinal.Porque, aunque no negara su fama de galán y conquistador empedernido, y supiera con vanidad que era codiciado, eso no significaba que fuera un exhibicionista y que no se avergonzara de la situación provocada ese día, no sólo por la reprimenda de su padre, si no también por la mirada de decepción de su secretaria.Muriel se dedicó la hora siguiente a trabajar, atenta a la puerta de la oficina de su jefe y al teléfono, pero nada alteró la paz.No negaría que, ocasionalmente, el cuadro excitante de Santiago Esquivel convertido en un semental contra su escritorio minimalista, la asaltaba de golpe.Ella no recordaba haber tenido nunca algo así con Javier, esa pasión, esa fuerza con la que ese hombre parecía entregarse.Siendo honesta, su ex marido había sido básico y aburrido, con pocas satisfacciones y momentos de clímax para ella… pero en ese entonces a ella poco le importaba: estaba enamorada, y eso era todo.Era su amor el que sostenía un matrimonio lleno de monotonía, y claro, cuando descubrió la infidelidad, se dio cuenta que la única condenada a la rutina, había sido ella, mientras Javier se divertía a sus espaldas con una muchachita joven.Estaba recordando el día en que esa mujer se presentó en la puerta de su casa, con una sonrisa de suficiencia y un embarazo en el segundo trimestre, el momento exacto en que su ilusión se quebró, cuando la puerta de su jefe se abrió de repente, devolviéndola al presente con una lágrima escurridiza rodando por su mejilla."Ridículo", se dijo, "¿Cómo es posible que sigas llorando después de tantos años?".Descubrió que su trabajo nuevo no era lugar para lamentarse cuando la puerta se abrió de golpe mostrando a la persona que menos deseaba ver...-Señorita Márquez, tengo una reunión con mi padre y unos accionistas ahora. Necesito que me acompañe, es importante que se familiarice con el negocio, y además usted tiene los documentos del acuerdo. ¿Tuvo tiempo de revisar los balances que le envié?Muriel se puso de pie como si tuviera un resorte en el cuerpo, pasó disimuladamente la mano por su mejilla, y tomó la laptop de su escritorio, donde estaba su trabajo de esa mañana.-Sí, señor Esquivel, terminé con lo que me envió sobre los australianos.El gesto de la mujer no pasó desapercibido para Santiago. Pero no la quiso incomodar con una pregunta que, además, no le correspondía hacer. Se puso en camino mientras decía:-Perfecto, entonces vamos a la sala de juntas. -De acuerdo. Sin embargo…- Muriel dudó.Él se detuvo.-¿Qué es lo que sucede?Ella lo miró con cautela.-Si me permite una observación… Este acuerdo con los australianos no parece muy beneficioso para Esquivel Tech. Santiago la observó intrigado, levantando una ceja.
Tras algunos meses trabajando en Esquivel Tech, Muriel había comenzado a ahorrar lo suficiente como para darse el lujo de conseguir un automóvil usado que le permitiera llegar a su trabajo más rápido que en autobús.También había aprendido mucho más sobre la vida empresarial y se iba moviendo con comodidad en ese ambiente, volviéndose casi imprescindible en la dinámica entre Eduardo Esquivel y su hijo, cuya relación no parecía mejorar en lo más mínimo.Ese fin de semana, la oficina de recursos humanos de la empresa había organizado una fiesta por la primavera a la que era casi obligatorio asistir para todos los empleados.Muriel había esperado poder evadirse y no ir, pero otras secretarias le habían dicho que eso era muy mal visto en Esquivel Tech, sobre todo siendo nueva.Y, aunque no les creyó, no le pareció prudente faltar.Además, desde que se lo había contado, su hermana Sabrina la estaba volviendo loca con la idea de ayudarla a vestirse, maquillarse, peinarse, y conseguir un nov
Definitivamente la fiesta no sería de su estilo. Eso pudo notarlo al instante en que bajó de su auto en el enorme estacionamiento del salón de eventos, vio llegar a sus compañeros de trabajo y oyó la música.Todo en ella, a pesar de los esfuerzos de su hermana con su sencillo vestido, desentonaba con ese sitio.Se sintió tentada de huir, pero ya estaba allí. Acordó consigo misma que se quedaría exactamente dos horas, bebería un trago, saludaría a su jefe y luego se iría. No lograba quitarse de la cabeza la última canallada de su ex esposo, y el ambiente no le ayudaba a sentirse mejor. Se acercó a la barra, sin saber ni qué pedir, así que le dijo al barman:-Buenas noches, una copa de vino blanco, por favor.El hombre la miró extrañado, en medio de sus botellas de colores, pero enseguida le sirvió lo que pedía.Muriel recordó que no había cenado, y realmente no tenía hambre, sentía el estómago cerrado. Pero el vino era suave y delicioso, así que no se dio cuenta en qué momento había
Muriel no estaba en condiciones de negarse.A nada.Pero al menos no se trataba de un desconocido, y las probabilidades de que le pasara algo junto a Santiago Esquivel eran nulas.Sonrió para sí misma pensando en que no tenía ningún temor de que pudiera aprovecharse de "la vejestorio".Se sentía avergonzada, aunque ya no podía hacer nada para evitarlo.Había bebido como una adolescente.O en realidad, como hacía cuatro años que sentía la necesidad de beber. Sin embargo, no había resultado como esperaba. Ahogar las penas con alcohol no era tan efectivo como en las películas. Sólo había conseguido darle lástima a su frío y joven… y sensual jefe.Tomó el bolso y las llaves de Muriel y la llevó sosteniéndola de los hombros."Por todos los cielos, qué bien huele Santiago así de cerquita".Con un tacto que pensó que su jefe no tenía, él evitó preguntarle por qué había llegado a ese extremo.El mismo Santiago estaba sorprendido de su impulso protector. Probablemente se debía a que siempre l
Muriel flotaba en el agua, con los ojos cerrados, apenas oculta por la espuma. Su cabello estaba recogido y algunos mechones castaños caían desordenados. El mechón de plata, iluminaba su cabeza otorgándole cierta inusitada distinción.A pesar de que se quiso obligar a apartar la vista, Santiago se encontró mirando las suaves cúspides rosadas asomadas levemente en la superficie del agua, acabadas en unos botones apenas más oscuros que lo forzaron a pasar su lengua por su labio inferior. Lo visible, activaba su curiosidad por aquello que permanecía oculto, de ese cuerpo maduro… ¿Qué huellas secretas habría dibujado el tiempo? ¿Era el deseo lo que lo mantenía observando o era la admiración por una mujer como ella, inteligente, eficiente, responsable y madre amorosa? ¿O acaso era todo junto?...A pesar de que llevaba meses fingiendo ser indiferente a su secretaria, el simple hecho de estar allí, de pie, estático, con la mirada clavada en cada curva de esa mujer, y con su hombría comenzan
Muriel fue la primera en romper el encantamiento entre los dos, que los mantenía en una posición que debería ser incómoda pero no lo era, retrocediendo un paso mientras sentía su corazón latir a mil kilómetros por hora.Ardía en sus labios el fuego de sentirse tocados por el sabor tibio de Santiago y sus ojos eran atraídos sin remedio por esa mirada profundamente encendida.Balbuceó una excusa, a duras penas, y cuando pudo moverse, por fin, corrió al interior seguro de su hogar, dejando al hombre aún asombrado de sí mismo, y con un deseo nuevo que lo desconcertaba.Era definitivo, le gustaba Muriel.Él no sería capaz de dormir luego de ese beso tímido y casual, pero lleno de significado, así que en vez de volver a su casa, condujo directamente a un establecimiento de esos costosos donde solía beber y conquistar.Necesitaba descargar esas ganas que habían crecido desde que, en un arrebato de locura, había ofrecido ayuda a su secretaria.Pero, contra su costumbre, ninguna de las jóvenes
Muriel balbuceó unas instrucciones para la cena a su hermana y corrió a su habitación con su móvil.Sus manos temblaban cuando abrió nuevamente el correo electrónico, llena de incredulidad.Los archivos adjuntos eran fotos y videos íntimos que ni siquiera había notado cuándo fueron tomados por Javier.Era evidente que tenían varios años, ella era un poco más joven, y obedecía cada juego que el hombre le proponía, con tal de satisfacerlo, aunque a él nunca le hubiera preocupado más que su propio placer.Ella era dócil, sumisa… A pesar de que hoy, luego de su experiencia, ya no era así. Su ex esposo se había asegurado de obtener imágenes claras, explícitas, y que la hacían sentir náuseas al verse, más que nada por la rabia de saberse traicionada y filmada sin su consentimiento para, años más tarde, usar todo eso en su contra.Para algunos planos e imágenes, ella se lo había dejado muy fácil, al permitir que le vendara los ojos.Se sintió tan ridícula y tonta, viéndose a sí misma muy ex
Muriel enrojeció.-¡No!... Bueno… En realidad… Sí. Pero no pretendo un aumentó así, de la nada. Estoy dispuesta… a trabajar horas extra. Y quisiera su permiso para revisar a fondo los nuevos acuerdos de sociedad con otras empresas…Él sonrió. Y con ese gesto, ella pudo sentir que el aire volvía a su cuerpo… Su sonrisa era más tranquilizadora y luminosa de lo que esperaba, aunque no estaba segura de lo que diría Santiago a continuación.El hombre se reclinó en su asiento y finalmente habló.-Podría arreglar que reciba un aumento, y de seguro hay mucho trabajo adicional por hacer… Sin embargo, no veo cuál es el problema con las sociedades y convenios que ha arreglado mi padre. ¿Sería tan amable de explicarme a qué se refiere?La mujer se tensó. Llevaba un par de meses observando cómo decaía Esquivel Tech, y estaba segura de que sus apreciaciones eran correctas. Pero sabía que Santiago respetaba demasiado los conocimientos de Eduardo, y ya la había despreciado por insinuar posibles error