Definitivamente la fiesta no sería de su estilo. Eso pudo notarlo al instante en que bajó de su auto en el enorme estacionamiento del salón de eventos, vio llegar a sus compañeros de trabajo y oyó la música.Todo en ella, a pesar de los esfuerzos de su hermana con su sencillo vestido, desentonaba con ese sitio.Se sintió tentada de huir, pero ya estaba allí. Acordó consigo misma que se quedaría exactamente dos horas, bebería un trago, saludaría a su jefe y luego se iría. No lograba quitarse de la cabeza la última canallada de su ex esposo, y el ambiente no le ayudaba a sentirse mejor. Se acercó a la barra, sin saber ni qué pedir, así que le dijo al barman:-Buenas noches, una copa de vino blanco, por favor.El hombre la miró extrañado, en medio de sus botellas de colores, pero enseguida le sirvió lo que pedía.Muriel recordó que no había cenado, y realmente no tenía hambre, sentía el estómago cerrado. Pero el vino era suave y delicioso, así que no se dio cuenta en qué momento había
Muriel no estaba en condiciones de negarse.A nada.Pero al menos no se trataba de un desconocido, y las probabilidades de que le pasara algo junto a Santiago Esquivel eran nulas.Sonrió para sí misma pensando en que no tenía ningún temor de que pudiera aprovecharse de "la vejestorio".Se sentía avergonzada, aunque ya no podía hacer nada para evitarlo.Había bebido como una adolescente.O en realidad, como hacía cuatro años que sentía la necesidad de beber. Sin embargo, no había resultado como esperaba. Ahogar las penas con alcohol no era tan efectivo como en las películas. Sólo había conseguido darle lástima a su frío y joven… y sensual jefe.Tomó el bolso y las llaves de Muriel y la llevó sosteniéndola de los hombros."Por todos los cielos, qué bien huele Santiago así de cerquita".Con un tacto que pensó que su jefe no tenía, él evitó preguntarle por qué había llegado a ese extremo.El mismo Santiago estaba sorprendido de su impulso protector. Probablemente se debía a que siempre l
Muriel flotaba en el agua, con los ojos cerrados, apenas oculta por la espuma. Su cabello estaba recogido y algunos mechones castaños caían desordenados. El mechón de plata, iluminaba su cabeza otorgándole cierta inusitada distinción.A pesar de que se quiso obligar a apartar la vista, Santiago se encontró mirando las suaves cúspides rosadas asomadas levemente en la superficie del agua, acabadas en unos botones apenas más oscuros que lo forzaron a pasar su lengua por su labio inferior. Lo visible, activaba su curiosidad por aquello que permanecía oculto, de ese cuerpo maduro… ¿Qué huellas secretas habría dibujado el tiempo? ¿Era el deseo lo que lo mantenía observando o era la admiración por una mujer como ella, inteligente, eficiente, responsable y madre amorosa? ¿O acaso era todo junto?...A pesar de que llevaba meses fingiendo ser indiferente a su secretaria, el simple hecho de estar allí, de pie, estático, con la mirada clavada en cada curva de esa mujer, y con su hombría comenzan
Muriel fue la primera en romper el encantamiento entre los dos, que los mantenía en una posición que debería ser incómoda pero no lo era, retrocediendo un paso mientras sentía su corazón latir a mil kilómetros por hora.Ardía en sus labios el fuego de sentirse tocados por el sabor tibio de Santiago y sus ojos eran atraídos sin remedio por esa mirada profundamente encendida.Balbuceó una excusa, a duras penas, y cuando pudo moverse, por fin, corrió al interior seguro de su hogar, dejando al hombre aún asombrado de sí mismo, y con un deseo nuevo que lo desconcertaba.Era definitivo, le gustaba Muriel.Él no sería capaz de dormir luego de ese beso tímido y casual, pero lleno de significado, así que en vez de volver a su casa, condujo directamente a un establecimiento de esos costosos donde solía beber y conquistar.Necesitaba descargar esas ganas que habían crecido desde que, en un arrebato de locura, había ofrecido ayuda a su secretaria.Pero, contra su costumbre, ninguna de las jóvenes
Muriel balbuceó unas instrucciones para la cena a su hermana y corrió a su habitación con su móvil.Sus manos temblaban cuando abrió nuevamente el correo electrónico, llena de incredulidad.Los archivos adjuntos eran fotos y videos íntimos que ni siquiera había notado cuándo fueron tomados por Javier.Era evidente que tenían varios años, ella era un poco más joven, y obedecía cada juego que el hombre le proponía, con tal de satisfacerlo, aunque a él nunca le hubiera preocupado más que su propio placer.Ella era dócil, sumisa… A pesar de que hoy, luego de su experiencia, ya no era así. Su ex esposo se había asegurado de obtener imágenes claras, explícitas, y que la hacían sentir náuseas al verse, más que nada por la rabia de saberse traicionada y filmada sin su consentimiento para, años más tarde, usar todo eso en su contra.Para algunos planos e imágenes, ella se lo había dejado muy fácil, al permitir que le vendara los ojos.Se sintió tan ridícula y tonta, viéndose a sí misma muy ex
Muriel enrojeció.-¡No!... Bueno… En realidad… Sí. Pero no pretendo un aumentó así, de la nada. Estoy dispuesta… a trabajar horas extra. Y quisiera su permiso para revisar a fondo los nuevos acuerdos de sociedad con otras empresas…Él sonrió. Y con ese gesto, ella pudo sentir que el aire volvía a su cuerpo… Su sonrisa era más tranquilizadora y luminosa de lo que esperaba, aunque no estaba segura de lo que diría Santiago a continuación.El hombre se reclinó en su asiento y finalmente habló.-Podría arreglar que reciba un aumento, y de seguro hay mucho trabajo adicional por hacer… Sin embargo, no veo cuál es el problema con las sociedades y convenios que ha arreglado mi padre. ¿Sería tan amable de explicarme a qué se refiere?La mujer se tensó. Llevaba un par de meses observando cómo decaía Esquivel Tech, y estaba segura de que sus apreciaciones eran correctas. Pero sabía que Santiago respetaba demasiado los conocimientos de Eduardo, y ya la había despreciado por insinuar posibles error
Santiago observó a su padre con asombro creciente:-¿Qué es lo gracioso, papá? ¿Puedes explicarme lo que la señorita Márquez está diciendo? ¿O piensas negarlo?Eduardo dejó de reír, se acomodó en su asiento y bebió un sorbo del café que Muriel había llevado para su hijo.Luego sonrió con parsimonia.-En lo absoluto. Tu secretaría tiene toda la razón. La empresa está en riesgo…Santiago se puso de pie, como impulsado por un mecanismo elástico.-¿Qué demonios quieres decir? ¿Por qué harías algo así de descabellado?El mayor suspiró.-Porque estoy cansado, hijo. Esquivel Tech no te importaba y yo deseo retirarme hace mucho tiempo… El joven negaba incrédulo con la cabeza.-Pero… ¿Regalarla al mejor postor?...-Tal vez… Pero, como bien dijo la señorita Márquez, todo depende de que tú intervengas… Luego el hombre miró a Muriel:-¿Quiere continuar explicándole a mi hijo lo que encontró?La mujer lo observó intrigada, pero comenzando a comprender la estrategia de Eduardo. Ella no se habría
Ese día fue uno de los más largos dentro de la ordenada y casi sin estrenar oficina del joven Santiago Esquivel.Llevaba tiempo evadiendo estar allí, que era insólita la sensación de estar trabajando con tanta minuciosidad en el plan de negocios que salvaría la empresa que era el legado de su familia.Ahora que lo hacía, él descubría la magia de una vocación que había relegado por alguna clase de rebelde orgullo.Por supuesto, la compañía de su nueva asistente era un aliciente extra para permanecer tantas horas en Esquivel Tech, y esa jornada también fue para ella un alivio inmenso a su rutina y sus problemas fuera de esas cuatro paredes.Enfrascada en el trabajo, Muriel olvidó completamente sus dificultades con el abusivo de Javier.Cuando Santiago miró la hora en el costoso reloj de su muñeca, descubrió con sorpresa que había retenido a la mujer en la empresa casi dos horas más que su horario habitual. Y apenas lo había notado.La miró para decirle que se fuera, que seguirían al día