Ese día fue uno de los más largos dentro de la ordenada y casi sin estrenar oficina del joven Santiago Esquivel.Llevaba tiempo evadiendo estar allí, que era insólita la sensación de estar trabajando con tanta minuciosidad en el plan de negocios que salvaría la empresa que era el legado de su familia.Ahora que lo hacía, él descubría la magia de una vocación que había relegado por alguna clase de rebelde orgullo.Por supuesto, la compañía de su nueva asistente era un aliciente extra para permanecer tantas horas en Esquivel Tech, y esa jornada también fue para ella un alivio inmenso a su rutina y sus problemas fuera de esas cuatro paredes.Enfrascada en el trabajo, Muriel olvidó completamente sus dificultades con el abusivo de Javier.Cuando Santiago miró la hora en el costoso reloj de su muñeca, descubrió con sorpresa que había retenido a la mujer en la empresa casi dos horas más que su horario habitual. Y apenas lo había notado.La miró para decirle que se fuera, que seguirían al día
Esa misma noche, luego de cenar con su familia, Muriel le envió un mensaje a Javier.No deseaba saber nada de él, pero estaba obligada a avisarle de su "progreso", si es que no quería que su ex marido hiciera alguna tontería con esas imágenes.Claro que, aunque había sido una joven esposa ingenua, eso no quería decir que ahora era una mujer tonta. Sabía perfectamente a lo que se enfrentaba al ceder a su chantaje: esto nunca terminaría.Cada vez que él necesitara dinero, acudiría a ella como su fuente de oro infinita. Pero por ahora, lo único que podía hacer era ganar tiempo: mientras su hijo fuera demasiado joven para entender los matices de la ruindad de su padre, y su puesto en Esquivel Tech fuera reciente y de poca confianza aún.Si en el futuro, con una carrera construida y su hijo en la universidad, Javier deseaba usar ese material en su contra, no la encontraría con la misma fragilidad que en ese momento, cuando apenas habían pasado unos meses.Sabía que Joaquín no la juzgaría
Muriel se despertó muy temprano a la mañana siguiente, cuando todo seguía en silencio.Preparó el desayuno para dejarlo listo. Ese era el mimo de siempre para sus dos amores, su invaluable hermana y su hijo, y salió directo en dirección a Esquivel Tech.Ese mismo día se había propuesto concertar la reunión con el CEO de Monarch y para eso iba repasando en su mente las palabras exactas que diría para convencerlo.Aunque algo le decía que no se equivocaba y que él también deseaba ese convenio.Llegó tan temprano a la empresa, que sólo estaba la recepcionista todavía adormecida y algunos de los guardias de seguridad conteniendo bostezos.Saludó cordialmente, con una gran sonrisa.Se sentía liviana. Era agradable, por una vez, ir por el camino laboral que había deseado por años.Pero antes de entrar al ascensor, la recepcionista la detuvo:-¡Aguarde, señorita Márquez! Lo siento… Me olvidaba de avisarle que le asignaron una nueva oficina, más amplia y con mayor privacidad, al lado de la de
Ambos hombres se midieron con la mirada, pese a que Hesse ni siquiera soltaba la mano suave de Muriel.Finalmente, se rió mientras se alejaba de la mujer unos pasos.-Veo que el joven Esquivel carece de sentido del humor. Espero que usted, señorita Márquez, sea más amigable.La mujer sonrió sin saber cómo responder sin ofender a esos dos que parecían calcular quién era el más poderoso.Así que cambió de tema con una sonrisa:-Será mejor que nos sentemos a conversar, estoy segura de que una vez que comencemos a negociar, podremos conciliar… Independientemente del sentido del humor de cada quien, que no es lo que importa hoy… ¿Verdad? Pediré que nos traigan café y empezaremos. ¿Están de acuerdo?Hesse la observó sin disimulo, pero se limitó a asentir.-Por mí, está perfecto. Prometo no seguir bromeando con usted…Santiago sentía una incomodidad profunda. Eran celos. Unos celos desmesurados.En su interior eran inexplicables.Miró alternadamente a la mujer que lo confundía y a su potenci
Apenas vio a la despampanante rubia en la entrada del restaurante familiar al que Hesse los había invitado, se arrepintió de lo que había hecho. Ni siquiera era capaz de entender en qué pensaba exactamente cuando la llamó para invitarla, sabiendo que sería incómodo. ¿De qué iba a hablar con una mujer con la que sólo había salido de fiesta y se había acostado?Un imbécil. Eso es lo que Santiago Esquivel se sentía en ese preciso instante, dibujando una sonrisa forzada en su rostro, mientras la joven se colgaba de su brazo vestida con excesiva elegancia y la señorita Márquez se miraba con disimulo a sí misma, aún con la ropa de oficina que había llevado todo el día.Lo peor llegó cuando Hesse se inclinó hacia la mujer mayor, con una sonrisa galante y le susurró mientras le acomodaba la silla en su mesa privada, para que ella se sentara:-Usted se ve mucho más bella, señorita Márquez, se lo aseguro. No necesita un vestido costoso para verse distinguida y elegante…La asistente lo miró co
El adolescente salió de su parálisis y asintió con la cabeza, mientras iba a la pequeña cocina y buscaba hielo en el congelador.Lo envolvía con cuidado en un repasador de tela, en tanto pensaba que estaba cansado del acoso y de no poder enfrentar a su padre. Esa misma semana se inscribiría en un gimnasio. Le haría bien.Muriel se esforzaba por contener las lágrimas, observando cómo Klaus apoyaba las flores en una mesita, y se acercaba a ella con lentitud.-¿Está bien, señorita Márquez? Supongo que ese hombre es su ex esposo…Ella sólo asintió con la cabeza.-No quiero ser indiscreto. Pero, si hace esto con frecuencia, frente a su hijo….-¡No! Ni siquiera suele pisar mi casa. Sólo me golpeó una vez… Hace años… -Lo siento. Entiendo si no quiere hablar…-No quiero… No sé qué le pasó… Pero ¿Qué hace aquí, señor Hesse?-Pues hago gala de mi impaciencia por verla. Estaba esperando ansiosamente el fin de semana para invitarla a salir… No logré aguardar hasta la tarde o siquiera llamar por
Observada por Sabrina y Joaquín, que no parecía molesto con la situación, Muriel miró a Klaus a los ojos.Era un hombre muy atractivo y se mentiría a sí misma si dijera que no lo deseaba.Pero no estaba segura de los pasos que debía dar a continuación.-Me siento muy halagada, señor Hesse…-Por favor, dime Klaus…Ella sonrió.-Justamente ese podría ser el problema. No estoy segura de que sea lo correcto teniendo en cuenta que trabajaremos juntos… Usted es socio de mi jefe…Su hermana intervino.-Es sólo una cena, Muriel… Estoy segura de que el señor Hesse es muy profesional y no pondrá en riesgo tu trabajo…Muriel la fulminó con la mirada. Si algo caracterizaba a Sabrina, era su total incapacidad para mantener la boca cerrada. Algo completamente opuesto a la prudencia que poseía la mayor.Una prudencia que, visto en perspectiva, no parecía haber traído muchos beneficios a su vida.¿Qué podía perder por una cena? En realidad, podía perder mucho. Así que atacó con una nueva excusa:-No
El aire fresco de la noche golpeó las mejillas rosadas de Muriel, mientras era guiada con firmeza y pasión de regreso al vehículoYa en la parte trasera del automóvil, la temperatura aumentó peligrosamente cuando Klaus tomó su nuca con una de sus grandes manos, y comenzó a besarla, con apetito voraz, apretándola a su cuerpo con la otra mano, sintiendo sus pechos presionándose.La dejó sin aire, y la soltó al escuchar un leve gemido desde su garganta que lo arrastraría al borde de la locura. Ella no se merecía que la abordara con salvajismo en un auto. Al menos no la primera vez que la tenía en sus brazos.Se alejó unos centímetros, buscando nuevamente el control.-Lo siento, no pude resistirme. Llevo días deseando saber a qué sabes, Muriel…El pecho de la mujer subía y bajaba, buscando el aire.-Yo… no sé qué decir… Besas muy bien… pero…Él sonrió.-Entonces no hablemos… ¿estás de acuerdo? A menos que quieras que me detenga…Los dedos de Klaus marcaron un camino en sus hombros, bajar