Ambos hombres se midieron con la mirada, pese a que Hesse ni siquiera soltaba la mano suave de Muriel.Finalmente, se rió mientras se alejaba de la mujer unos pasos.-Veo que el joven Esquivel carece de sentido del humor. Espero que usted, señorita Márquez, sea más amigable.La mujer sonrió sin saber cómo responder sin ofender a esos dos que parecían calcular quién era el más poderoso.Así que cambió de tema con una sonrisa:-Será mejor que nos sentemos a conversar, estoy segura de que una vez que comencemos a negociar, podremos conciliar… Independientemente del sentido del humor de cada quien, que no es lo que importa hoy… ¿Verdad? Pediré que nos traigan café y empezaremos. ¿Están de acuerdo?Hesse la observó sin disimulo, pero se limitó a asentir.-Por mí, está perfecto. Prometo no seguir bromeando con usted…Santiago sentía una incomodidad profunda. Eran celos. Unos celos desmesurados.En su interior eran inexplicables.Miró alternadamente a la mujer que lo confundía y a su potenci
Apenas vio a la despampanante rubia en la entrada del restaurante familiar al que Hesse los había invitado, se arrepintió de lo que había hecho. Ni siquiera era capaz de entender en qué pensaba exactamente cuando la llamó para invitarla, sabiendo que sería incómodo. ¿De qué iba a hablar con una mujer con la que sólo había salido de fiesta y se había acostado?Un imbécil. Eso es lo que Santiago Esquivel se sentía en ese preciso instante, dibujando una sonrisa forzada en su rostro, mientras la joven se colgaba de su brazo vestida con excesiva elegancia y la señorita Márquez se miraba con disimulo a sí misma, aún con la ropa de oficina que había llevado todo el día.Lo peor llegó cuando Hesse se inclinó hacia la mujer mayor, con una sonrisa galante y le susurró mientras le acomodaba la silla en su mesa privada, para que ella se sentara:-Usted se ve mucho más bella, señorita Márquez, se lo aseguro. No necesita un vestido costoso para verse distinguida y elegante…La asistente lo miró co
El adolescente salió de su parálisis y asintió con la cabeza, mientras iba a la pequeña cocina y buscaba hielo en el congelador.Lo envolvía con cuidado en un repasador de tela, en tanto pensaba que estaba cansado del acoso y de no poder enfrentar a su padre. Esa misma semana se inscribiría en un gimnasio. Le haría bien.Muriel se esforzaba por contener las lágrimas, observando cómo Klaus apoyaba las flores en una mesita, y se acercaba a ella con lentitud.-¿Está bien, señorita Márquez? Supongo que ese hombre es su ex esposo…Ella sólo asintió con la cabeza.-No quiero ser indiscreto. Pero, si hace esto con frecuencia, frente a su hijo….-¡No! Ni siquiera suele pisar mi casa. Sólo me golpeó una vez… Hace años… -Lo siento. Entiendo si no quiere hablar…-No quiero… No sé qué le pasó… Pero ¿Qué hace aquí, señor Hesse?-Pues hago gala de mi impaciencia por verla. Estaba esperando ansiosamente el fin de semana para invitarla a salir… No logré aguardar hasta la tarde o siquiera llamar por
Observada por Sabrina y Joaquín, que no parecía molesto con la situación, Muriel miró a Klaus a los ojos.Era un hombre muy atractivo y se mentiría a sí misma si dijera que no lo deseaba.Pero no estaba segura de los pasos que debía dar a continuación.-Me siento muy halagada, señor Hesse…-Por favor, dime Klaus…Ella sonrió.-Justamente ese podría ser el problema. No estoy segura de que sea lo correcto teniendo en cuenta que trabajaremos juntos… Usted es socio de mi jefe…Su hermana intervino.-Es sólo una cena, Muriel… Estoy segura de que el señor Hesse es muy profesional y no pondrá en riesgo tu trabajo…Muriel la fulminó con la mirada. Si algo caracterizaba a Sabrina, era su total incapacidad para mantener la boca cerrada. Algo completamente opuesto a la prudencia que poseía la mayor.Una prudencia que, visto en perspectiva, no parecía haber traído muchos beneficios a su vida.¿Qué podía perder por una cena? En realidad, podía perder mucho. Así que atacó con una nueva excusa:-No
El aire fresco de la noche golpeó las mejillas rosadas de Muriel, mientras era guiada con firmeza y pasión de regreso al vehículoYa en la parte trasera del automóvil, la temperatura aumentó peligrosamente cuando Klaus tomó su nuca con una de sus grandes manos, y comenzó a besarla, con apetito voraz, apretándola a su cuerpo con la otra mano, sintiendo sus pechos presionándose.La dejó sin aire, y la soltó al escuchar un leve gemido desde su garganta que lo arrastraría al borde de la locura. Ella no se merecía que la abordara con salvajismo en un auto. Al menos no la primera vez que la tenía en sus brazos.Se alejó unos centímetros, buscando nuevamente el control.-Lo siento, no pude resistirme. Llevo días deseando saber a qué sabes, Muriel…El pecho de la mujer subía y bajaba, buscando el aire.-Yo… no sé qué decir… Besas muy bien… pero…Él sonrió.-Entonces no hablemos… ¿estás de acuerdo? A menos que quieras que me detenga…Los dedos de Klaus marcaron un camino en sus hombros, bajar
Santiago no pegó un ojo en toda la noche. Cada vez que intentaba dormir, su mente divagaba en imágenes de Muriel Márquez en brazos de otro hombre.Había eliminado concienzudamente todo el material que habían recuperado de manos del ruin Javier Vasconcelos, no por bondad, sino más bien para evitar cualquier tipo de tentación. Ya estaba bastante enganchado con su asistente como para tener allí el recordatorio constante de su pasado.Le quedaba pendiente enviarle a ella un mensaje anónimo informándole que ya no estaba en peligro de extorsión.Ese llegaría en algunas horas a través de su contacto, Cristian. Finalmente, cansado de dar vueltas, se levantó de la cama y deambuló por la casa hasta llegar a la cocina.Repasó los eventos de la cena, cuando estaba con la pelirroja, insulsa y aburrida. Otra niña mimada con dinero en busca de un futuro esposo. No es que estuviera en la posición moral de reclamar algo al respecto. Él mismo no se había comportado hasta entonces más que como un hered
Lunes. Uno como cualquier otro.Al menos así parecía desde afuera.Por dentro, Santiago se sentía como un hombre diferente. Y deseaba actuar como tal.Llegó temprano a Esquivel Tech, y comenzó a trabajar en su oficina. Tenía nuevas ideas y planes, estaba inspirado y entusiasta. Desde allí, escuchó poco después la voz cálida de la señorita Márquez al saludar a la recepcionista en el pasillo y se tensó involuntariamente. Hizo un esfuerzo por volver a concentrarse, y lo logró.Luego de una hora, salió a reunirse con su padre, quería ultimar los detalles del traspaso que habían acordado.Eduardo Esquivel no podía creer el enorme cambio que se había operado en su hijo, pero estaba feliz. Lo escuchaba hablar con seguridad, planificando a futuro y pensando con claridad en los negocios.Sin embargo, lo veía con la mirada cansada y el ánimo decaído. No se lo mencionó, pero era una nueva preocupación para él.Aunque la satisfacción de retirarse finalmente, lo llenaba de una nueva sensación q
La semana parecía transcurrir con una lenta monotonía que a Muriel le daba una inquietud que no lograba explicar.Como si se tratara de la paz que precede a una tormenta de esas de verano, que arrasan a su paso con todo, anegando calles.Por un lado, su jefe parecía evitarla siempre que podía, y cuando no, su sola presencia en la habitación electrizaba el aire, alterando sus nervios. No podía negar que ella sentía una atracción casi animal e instintiva, una que contradecía el mantra que se repetía a sí misma en la cabeza: que él era inalcanzable y que nunca se fijaría en una mujer como ella.Por supuesto, el hecho de que Klaus Hesse estuviera demasiado ocupado con el asunto de su viaje como para que se vieran, no ayudaba en lo absoluto a su ansiedad. Y la sensación de inminente catástrofe que anidaba en su pecho, crecía.A lo mejor, si el alemán pudiera borrarle la preocupación con placer, estaría menos tensa. Pero no. Él no estaba disponible. El lado positivo era que Sabrina había c